Origen, de Fuel Fandango

Autor:

DISCOS

«Puro fuego libre que no entiende de inviernos ni heladas, diez canciones que son una fiesta de aromas y colores sin pausa»

 

Fuel Fandango
Origen
WARNER, 2020

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Cristina «Nita» Manjón y Alejandro Acosta, tras sumar una década de historia a las espaldas de Fuel Fandango y celebrarlo con una extensa gira en la que aceleraron los latidos house y disco bajo lunas, farolillos y bolas de espejos por igual, «bajan» ahora las pulsaciones en busca de calma y raíces primigenias en su cuarto y más sobresaliente trabajo hasta la fecha. Origen es un ejercicio que nos invita a parar y respirar profundamente, volver a entrar en contacto con la naturaleza y palpar la vida, sentir la esencia fundamental y huir del mundanal ruido, de la cosificación y el narcisismo tecnológico, del vacío y la incomunicación, de los tentáculos de las tarjetas de créditos y likes que nos adormecen e insensibilizan…

“Estamos solos” dice así: «Voy a palpar la vida, voy a destronar el miedo / ¿Sabes quién soy yo? Yo soy el tiempo…». Pero no “Estamos solos”, la soledad y el estrés es un “2 x 1” inventado que también nos han vendido y seguimos pagando sin pestañear, hasta que nos ofrezcan una nueva, irresistible e innecesaria oferta.

«Quisiera encontrar la señal, / recordarlo como era, / abrir la puerta, sentir el mar. / Este lugar no es como era…». Con estas palabras, Fuel Fandango nos regalan un “Huracán de flores” para saborear la felicidad de cada día, a cambio de desnudar nuestra muñeca a lo “Easy ryder”, dejando caer al suelo el reloj que aprieta y marca nuestros pasos, tornándose semillas las manecillas esclavas y que, de cada una ellas, un «corazón florezca erguido sobre la hierba».

Con ecos de sones brasileiros y el piar de los pájaros de fondo nos adentramos en el “Bosque” y cruzamos el sendero de noches oscuras en busca de luz. Encontrando un salvavidas de amor que nos brinda un viaje emocional mar adentro, hasta divisar nuestro origen en África, donde el dúo abraza la raíz y el aire, para fundirlo y mezclarlo sin miedo con cantes antiguos y sonidos urbanos: «Todo mi miedo, todo lo que pienso, / todo mi miedo, todo lo que no quiero ser. / Todo mi miedo, todo lo que pienso, / contra la pared, contra la pared».

Así, con las huellas que les dejó en la piel Mali y el espíritu de Toumani Diabaté como bandera, galopan libres y fuertes los ritmos rotos africanos a lo largo de los surcos, creciendo como enredaderas entre latidos soul, funk y rock, empapados hasta los huesos por su ADN electroflamenco y desembocando en cada curva en poderosos estribillos rompe caderas y cadenas. De “Contra la pared” al magnetismo y desenfreno de “Silencio” (con fiesta final por bulerías en una grabación antigua) o “Despacio”, abriendo toda puerta de odios enjaulados y fundiendo a la perfección los sudores de neón de una pista de baile ibicenca, con el taconeo de tablao y las percusiones flamencas: «No quiero tener odio, / no lo quiero dentro de mí… / Que se transforme en pájaro negro / y que vuele lejos, lejos de aquí».

Destaca en este último tema la pureza y maestría de Rycardo Moreno a las seis cuerdas, doblegando barrotes, fronteras y marcando el camino como una brisa imparable. Y es que, si en su anterior Aurora (2016) la electrónica alcanzó la cima, en Origen se le rinde el mayor de los honores a la guitarra flamenca. Desde la inicial belleza rompedora de “Mi danza”, con Dani de Morón desplegando perseidas al toque y teletransportándonos, en un parpadeo, al origen sonoro más puro y a la galaxia más lejana. Un hit del que brota compás, parranda y adictivo jaleo envolvente, dejando paso a los cristalinos acordes de “Despertaré” (otra de las joyas de la corona), con una poética que nos arrastra como un tsunami de pasiones: «Despertaré tu corazón dormido, / arrasaré la tierra, / anudaré una flor entre tus huesos, / un manantial de fuego».

El trío de ases del toque lo completa un maestro entre los maestros, Vicente Amigo. El guitarrista cordobés despliega fantasía y sueño con la naturalidad de los más grandes, sumergiéndonos en una cascada de notas de refrescante clasismo y contemporaneidad, zigzagueando a la perfección entre sintetizadores y las cuerdas vocales de Nita, que continúa haciendo florecer claveles y rosas en cada quejío: «Tú eres frío como el hielo, / una grieta en la montaña, / Yo soy libre como cuando corre el agua…».

La guinda final y la calma llega con la hondura y lamento sanador de “La grieta”, haciéndonos levitar poco a poco bajo una preciosista sesión de cuerdas y un sampleo que, sin darnos cuenta, nos sitúa de nuevo en ese resplandeciente ojo del huracán de flores en el que, hasta próximo aviso, no dejaremos de girar y girar, una y otra vez: «Quiero cantar fuerte y gritar, / tu indiferencia, mi libertad, / que no se puede marchitar, / que no se puede marchitar…».

Puro fuego libre que no entiende de inviernos ni heladas, diez canciones que son una fiesta de aromas y colores sin pausa, el Origen de una nueva primavera inmarchitable.

Anterior crítica de discos: Las rutas desiertas, de Diego Vasallo.

 

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