Random desire, de Greg Dulli

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DISCOS

«Quizá estemos hablando del músico más abierto y con menos prejuicios de todos los que dio el rock alternativo de los noventa»

 

Greg Dulli
Random desire
BMG, 2020

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

No es una noticia cualquiera. Que Greg Dulli, líder de los Afghan Whigs o The Twilight Singers lance disco en solitario es todo un acontecimiento. Especialmente para los que vivimos el auge de los primeros, con discos del calibre de Congregation (1992), Gentlemen (1993) o Black love (1996). Es la primera vez que lo hace. Lo de lanzarse en solitario, digo. Aunque los amantes de rebuscar en Internet y perseguir discos fantasmas encontrarán de manera fácil Amber headlights, un trabajo editado en 2005 y sí, firmado por Greg Dulli del que él no se cansa de repetir que era un recopilatorio de descartes, y por eso no quiere considerarlo como su disco de debut como tal. De hecho, como tal fue tratado. Con más pena que gloria. Eran canciones compuestas, en buena medida, tras la muerte de su amigo Ted Demme, y el disco fue su manera de homenajearlo. Temas que simplemente tenían en común a su autor. Alguien que ni se preocuparía de buscar compañía para su edición, optando por sacarlo en su propia discográfica. Así que Random desire es el resultado de la primera ocasión en que Dulli se mete en un estudio para salir de allí con un disco firmado con su nombre.

Como todo tipo inteligente —y Dulli lo es un rato—, aprovecha las circunstancias sobrevenidas para obtener beneficio de ello. La actual formación de los Whigs estaba en otras cosas tras acabar la gira de In spades en 2017. El guitarrista Jon Skibic acababa de ser padre, Rick G. Nelson andaba montando su propio estudio de grabación en Nueva Orleans, John Curley quería volver a la Universidad y Patrick Keeler iba a empezar una larga gira como batería de los Raconteurs de Jack White y Brendan Benson. ¿Había mejor momento? Seguramente no, así que el de Ohio se larga a Joshua Tree con todos sus bártulos, un montón de canciones y la idea de encargarse de todos los instrumentos. Algo que hará, aunque en las canciones también vayan apareciendo colaboraciones puntuales de los citados Skibic o Nelson, y también de Mathias Schneeberger (Twilight Singers), Dr. Stephen Patt o Jon Theodore (Queens Of The Stone Age, The Mars Volta). Repitiendo estrategias —esas voces dobladas tan habituales suyas—, Dulli graba diez temas de cortos títulos compuestos todos entre febrero y agosto del año pasado. Canciones en las que brilla su heterogeneidad; y es que quizá estemos hablando del músico más abierto y con menos prejuicios de todos los que dio el rock alternativo de los noventa. Ahí está para certificarlo el trip hop de “Lockless”, la canción más electrónica de todo el disco, que funciona a la perfección al lado de “A ghost”, por ejemplo, una especie de danza vudú que parece interpretada por un Nick Cave hasta las trancas de Sazerac. Y esa libertad aparente a la hora de componer y grabar se percibe en todo el álbum. En el piano y la voz tremendamente tratada de “Scorpio”, en los vientos de “Lockless” o en la exuberancia instrumental de “Pantomima”. Es un Greg Dulli sin restricciones. Que se siente libre y se expresa como tal. Un lujo para el oyente.

Anterior crítica de discos: Origen, de Fuel Fandango.

 

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