La otra vida: el refugio de Alejandro Pelayo

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«La música siempre es a posteriori, por lo menos en mi caso, así que espero que dentro de unos meses me encuentre con lo que estoy viviendo ahora»

 

No ha podido brindar por el 15 aniversario de Marlango en los escenarios, ni seguir presentando La memoria de la nieve, ni tantas otras cosas. Pero Alejandro Pelayo sabe que esta otra vida también tendrá consecuencias musicales.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Si esta vida fuera la otra, la que habíamos planeado, esta semana habríamos disfrutado de una gran fiesta. Marlango habían preparado un —sospechamos— precioso concierto en el Teatro Español de Madrid para celebrar su decimoquinto aniversario. Tal y como nos adelantaron en la extensa entrevista que les hice para Cuadernos Efe Eme (que puedes adquirir aquí), llevaban meses trabajando en el repertorio, en las versiones, la puesta en escena… y habían invitado a muchos amigos. Esa noche, Leonor Watling y Alejandro Pelayo iban a grabar su primer disco en directo juntos, y después, cuando bajasen del escenario, él iba a abrir una botella de vino muy especial, que guardaba para una ocasión única.

Pero la otra vida, la del encierro que ha provocado la crisis del coronavirus, mantiene en silencio las tablas del Teatro Español y la botella de vino sigue con su corcho puesto. Marlango no han podido brindar por su carrera y Alejandro ha tenido que posponer toda la actividad en la que estaba sumergido: los conciertos de su último disco de estudio solista, esa belleza titulada La memoria de la nieve; los conciertos de piano para niños y la grabación que estaba preparando de un nuevo disco de piano. Ah, y la música que estaba escribiendo para una obra de teatro.

«Todo ha quedado suspendido de momento. Es un golpe duro, porque los conciertos suponen el noventa por ciento de nuestra economía y no podemos estar sin tocar, así que esperemos que muy pronto podamos recuperar las fechas de todas las ciudades que se han cancelado», desea Alejandro. Su confinamiento está a años luz de los vecinos que aplauden en el balcón cada día a las 20: «Tuvimos mucha suerte porque nos pilló en Cantabria, en una cabaña que tengo en la montaña, aislados de verdad, rodeados de árboles y lejos del pueblo, así que no tenemos ninguna sensación de encierro. Durante mucho tiempo he fantaseado con la idea de pasar más tiempo aquí pero nunca hemos podido hacerlo por los colegios, el trabajo, los viajes, los conciertos… así que ahora lo estoy disfrutando mucho. Yo me he criado aquí, aquí viven mis padres y mis amigos más antiguos, así que me siento muy bien y muy feliz en la montaña, rodeado de vacas».

Hay quien no soporta el ruido y quien no soporta el silencio. Pelayo está acostumbrado a la vorágine de su trabajo, pero para soportarla necesita desaparecer de cuando en cuando. Va con su carácter. «Siempre me he sentido un poco al margen, diferente, nunca termino de encajar, y aunque me encanta moverme la realidad es que soy muy ermitaño. Los conciertos son un acontecimiento social muy exigente para una persona como yo, con mis dificultades y mis carencias, así que en cuanto tengo ocasión busco estar solo y en silencio. Siempre que puedo me escapo aquí para compensar toda la exposición que conlleva mi trabajo», admite. Y ahí está, cobijado de las multitudes y disfrutando de la vida sencilla: «Me encanta pasar la tarde con el hacha cortando leña».

Lejos del ruido y del orden en el que habita, y a falta de WiFi, Alejandro se refugia estos días en la música y la literatura. Su gran descubrimiento es el escritor Donald Ray Pollock —«tiene dos novelas demolederas»—, aunque también disfruta mucho de la obra de Nell Leyshon, con quien siente «una conexión muy inspiradora». Lo que ocurra con esa inspiración, o con la que puede aflorar en mitad de esta situación tan difícil, no lo tiene claro. «Es raro, porque tengo la sensación de que hasta que no paso a limpio un trabajo me cuesta mucho empezar otro, pero por otra parte está siendo un período muy productivo y seguro que de aquí saldrá algo. La música siempre es a posteriori, por lo menos en mi caso, así que espero que dentro de unos meses me encuentre con lo que estoy viviendo ahora». Entonces, cuando el maldito virus nos deje, visitará a su familia y a sus amigos. Les abrazará. Dará un paseo, saldrá a comer, buscará el mar. Volverá a los escenarios que tanto extraña y, tal vez entonces, sea el momento de descorchar esa magnífica botella de vino que le aguarda.

Anterior entrega de La otra vida: conectado Luis Ramiro.

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