“Inmersión radical en la melancolía”, de Javier de Torres

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DISCOS

Es un disco escapista, hecho de lugares de ese recuerdo pero también de trenes, de espacios exóticos”

 

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Javier De Torres
“Inmersión radical en la melancolia”
ALTAFONTE

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Prolífico, sin descanso, Javier de Torres nos presenta una nueva colección de canciones. Tras sus discos al alimón con Roger Sincero y su insuperable experimento de ceder melodías a voces femeninas, su impulso creativo da no solo para un disco, sino para dos a la vez, uno en castellano y otro en inglés. Casi treinta canciones en total, que no establecen diferencias únicamente por la lengua sino por ciertos y leves matices en las estéticas, aunque están grabados en los mismos estudios, los de José María Rosillo. El que se despliega con trazas británicas posee unos arreglos más aparentes que lo conectan con Beatles o Kinks, los Beach Boys, cierta new wave calmada.

El escrito en castellano —también es cierto que la lengua misma se ajusta a una tradición y una estética— goza de claros contactos con ciertos estilos pop propiamente hispanos. Breves, certeras, de letras aparentemente incompletas pero llenas de sensaciones, las canciones podrían entrar en lo que Nosoträsh denominaron ‘popemas’: tienen aire de esbozos, pero son completas cascadas de sensaciones. El ejemplo más claro es ‘Mil vidas posibles’, que en sus palabras despliega otra de las características del disco, un viaje en el tiempo, en los recuerdos de un pasado sentimental, lejano y cegador. También lo es ‘Pequeños momentos de gloria’, delicados momentos de felicidad con solo tres apuntes y donde el piano es lo único que genera dureza.

De hecho, hay dos direcciones conceptuales: una basada en abrir con escalpelo las heridas del corazón y la otra centrada en leves escenas costumbristas. Pertenecen a este último sector ‘Derecho romano’, donde el reencuentro con una antigua compañera de facultad que le atraía sirve para pintar esos años de universidad. O el pequeño cuento que es ‘Ayuda exterior’, con la amada que lo abandona por Nueva York y sus estudios de actriz. También, aunque sea retrato de un arquetipo, ‘Postgrado’, que pinta a aquellos en quien siempre se desvían las miradas, los triunfadores, el alma de la fiesta.

Curiosamente, es un disco escapista, hecho de lugares de ese recuerdo pero también de trenes, de espacios exóticos. ‘Biarritz’ en su título ya deja todo claro, y la propia ‘Inmersión radical en la melancolía’, con su aire a La Buena Vida, también hace lucir una breve geografía sentimental. Canciones, en sí, que escapan de la estructura clásica, que a veces se sostienen únicamente con teclados y acústicas y otras veces despliegan vientos íntimos. Canciones que al fin y al cabo, como esas flores mínimas, dejan aromas en el aire y colores con más matices que producciones más ampulosas.

Anterior crítica de discos: “Ole lorelei”, de Soleá Morente.

 

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