“Leiva. Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda”, de Wilma Lorenzo

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LIBROS

“No es nada habitual en nuestra escena editorial que una periodista y fotógrafa gire durante más de un año con una banda y recoja todo lo vivido en textos e imágenes”

 

 

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Wilma Lorenzo
“Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda”
TEMAS DE HOY (PLANETA)

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Cuenta Wilma Lorenzo que, el día que le llamó Leiva, su mensaje fue tan directo como ambiguo: “Quiero trabajar contigo”. Ella le respondió lo mismo. No sabían muy bien cómo iban a concretar ese vínculo laboral, pero eso no era lo más importante. Sobre ellos sobrevolaba el respeto por el trabajo del otro y el interés por unir fuerzas. Lo que no sabían entonces es que aquella llamada acabaría derivando en un diario de la gira más fascinante de toda la carrera del madrileño. Un libro cuyo título inventó él, sin darse cuenta, una madrugada y por sms: “Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda”.

Cuando Wilma se incorporó a las filas de Leiva se topó con un equipo muy unido, amistades muy sólidas que provenían de la adolescencia, los grupos de juventud o la carretera. Ella había trabajado ya con el hermano de Leiva, Juancho, pero llegó con la cautela que suele retratarla, deslizándose sin hacer demasiado ruido y buscando su sitio lentamente, concierto a concierto. Se dedicaba a la comunicación y, al mismo tiempo, les acompañaba en cada concierto y les iba retratando con su cámara. Las semanas de carretera, de bolos  y viajes constantes acabaron aumentando sus tareas de forma natural hasta que se convirtió en un cargo que ni ella misma sabe definir, pero que su editorial denomina como “responsable de comunicación e imagen”. Lo que ocurrió entre aquel primer concierto en Granada (en octubre de 2016) y el cierre de la gira «Monstruos» en la sala El Sol de Madrid (en diciembre de 2017) es lo que aborda este libro, insólito en el periodismo musical de nuestro país. Porque no es nada habitual en España que una periodista y fotógrafa gire durante más de un año con una banda y plasme en un libro todo lo vivido.

“Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda” no es un libro de fotografías, aunque estas sean el hilo conductor. Es una historia contada a través de textos e imágenes, la historia de una banda que se enfrenta a una intensa gira que le lleva a los escenarios de España, Estados Unidos y Sudamérica mientras su líder, Leiva, se desdobla entre su propio proyecto y la producción del último trabajo discográfico de Joaquín Sabina. Un trabajo constante que acaba convirtiéndose en una forma de vida, en la que el tiempo libre lo comprenden los largos viajes en furgoneta, los vuelos transoceánicos y las esperas antes del show. Wilma, presente en todos ellos, no pierde detalle, y escribe lo que ve en primera persona. Es ella quien traslada su mirada al lector, quien le lleva de la mano al universo en el que acaba de introducirse, y quien desvela cómo es la banda justo antes y después de pisar el escenario. Nos muestra los rituales que les tranquilizan, sus pequeñas rutinas, sus partidas de póker, lo que escuchan en la furgoneta, sus escapadas fugaces a comprar ropa. Nos enseña los mensajes que le envía Leiva (que, ojo, no tiene Whatsapp) y los que intercambia el músico con su grupo. Pero sobre todo refleja hasta qué punto se conocen mutuamente y se respetan ante situaciones de nervios, en los días complicados y en las adversidades, como el directo que se ven obligados a cancelar por la lluvia y que les deja a todos descorazonados, revelando cómo se vive la situación desde ese otro lado. Ahora el público lo puede ver a través de sus ojos.

Aunque el viaje dura catorce meses, la autora escoge momentos puntuales. Caben desde el traslado a París a telonear a Joaquín Sabina en el Olympia hasta un viaje en Las Vegas, Los Ángeles o México. Escenarios importantes como el Palacio de Deportes de Madrid o directos a priori más modestos que acaban destacando por algo. El Goya que recibe Leiva por ‘La llamada’. Los encuentros con amigos como Bunbury, Natalia Lafourcade, Iván Ferreiro, Quique González o Dani Martín. Y para ilustrar todo esto, nos muestra a Leiva en la portada, sentado en los camerinos de La Riviera, casi desnudo después de un show. Está completamente agotado y aislado de lo que está ocurriendo a su alrededor, recuperándose mientras se tapa la cara con su sempiterno sombrero. Una imagen que simboliza a la perfección el propio enfoque del libro: vamos a ver las costuras del personaje, pero guardando celosamente su parcela de intimidad.

Dicen que una buena historia siempre tiene varias líneas de narración. Una es el argumento de lo que cuenta; la otra (u otras), lo que en realidad quiere decir. Santi Alcanda, en la presentación del libro en Madrid, insistía en la importancia de la confianza como eje central de este libro. Y esa es la otra línea narrativa: el bautismo y el asentamiento de Wilma en las filas de Leiva. Cómo se va estrechando su relación a través de imágenes y textos. Una línea que se ve perfectamente en las propias fotografías, que empiezan siendo posados, tomadas alrededor de los escenarios y, conforme avanza el libro, van convirtiéndose en robados en habitaciones, pasillos, aeropuertos, camerinos… Instantáneas que el músico generalmente ni percibe, naturales, espontáneas. Lo advierte el propio Leiva en el prólogo: Wilma es una ninja. Y ahí radica el verdadero tesoro de este libro, y de casi cualquier vida: cómo somos cuando creemos que nadie nos está viendo.

Anterior crítica de libros: “Patxi Andión”, de Luis García Gil y Antonio Marín Albalate.

 

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