“Ole lorelei”, de Soleá Morente

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DISCOS

Soleá parece aplicar la ética del oficio de Enrique Morente: música sin prejuicios, y si molesta, mejor”

 

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Soleá Morente
“Ole lorelei”
SONY / EL VOLCÁN MÚSICA

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

 

Le sientan bien a Soleá Morente las asociaciones con los avanzados de la clase. Su aplaudido debut en solitario, “Tendrá que haber un camino”, se fraguó con barra libre para los músicos más prestigiosos de la Granada alternativa. J y Antonio Arias se volcaron en una grabación que evolucionó el rock andaluz, más convincente en el disco que en los directos. Ahora, el productor y director artístico es Alonso Díaz, líder de Napoleón Solo y eterno niño prodigio del pop caleidoscópico (se lo dicen desde 2005, cuando aquel adolescente de un pueblo de Jaén que acumulaba toneladas de maquetas deslumbró en el concurso del festival Zaidín Rock).

Venerado por los mayores, fichaje estelar de Niños Mutantes en la última etapa, Alonso y su pareja, la cantautora asturiana Lorena Álvarez, forman el triángulo creativo con Soleá en este segundo álbum, “Ole lorelei”. Título heredado de Cocteau Twins, a los que la hija del Ronco del Albaicín escuchó bastante a principios de década, cuando se estrenó con Los Evangelistas. Y algo arrastra de ese dream pop vaporoso. Aunque este trabajo destaca por el acomodo y definición de Soleá como voz propia, con un discurso firme. Incluso el drama, que lo hay, aparece aquí con menos espinas.

Desmarcada de la orientación de los lanzamientos de sus hermanos (que aportan coros, con su madre y su sobrina), Soleá parece aplicar la ética del oficio de Enrique Morente: música sin prejuicios, y si molesta, mejor. La parte flamenca, o aflamencada, del paquete recoge ese gusto del desaparecido cantaor por la arqueología pagana. No es casual abrir con el sampleo de su padre y Manolo Sanlúcar entre versos de Sinéad O’Connor y el uso del autotune en ‘La alondra’, un martinete que deviene psicodélico. Alonso, que ya había rumbeado con Napoleón Solo, le pierde el respeto al flamenco para sacarle brillo. Ocurre en ‘Amores’, reconstrucción del canónico ‘Tienes la cara’ del Morente de “Sacromonte”. También en ‘Grandes locuras’, unas alegrías morentinas con Edu Espín Pacheco (hijo de Carmen Linares) al toque, que repite en ‘Por tu querer como un niño’, fandango de Vallejo. Beber de las fuentes clásicas para actualizarse. ¿Les suena? Y Soleá plantea más audacias. Como la soleá con autotune en ‘La misa que voy yo’, un gancho al trap, a los “millennials”, mediante las viejas soleares de Fernanda de Utrera (busquen ‘Le pido a Dios’).

Sin embargo, la perdurabilidad de “Olelorelei” está garantizada por su lado pop. O la capacidad de comprimir el universo de Soleá en píldoras irresistibles. Y ahí entra el adminículo sabio de Alonso Díaz, autor de la monumental ‘Ya no solo te veo a ti’, texto que le viene como un guante a la granadina, que canta con aticismo afrancesado. Alonso y Lorena Álvarez firman, a su vez, ‘Olelorelei’, brillante cruce de Las Grecas con teclados a lo Jesús de la Rosa. El tándem alcanza su cénit rompepistas en la “acamelada” ‘Baila conmigo’, donde se cuela la electrónica de Joe Crepúsculo o Kid Simius. La otra cara de la moneda: la decepción sentimental, con el eco lejano de Ray Heredia, en ‘Anoche me preguntabas’. En el cierre, ‘Por qué será’, a tientas de palabras afligidas (“los besos que aún no he dado me mantienen viva”) y las cuerdas de las Cosmotrío, Soleá redondea su brindis al pop aflamencado contemporáneo, camino que sugería su interpretación de ‘Suelo español’, el pasodoble inmobiliario que escribió para ella el periodista Luis Troquel en 2016.

Anterior crítica de discos: “Geometría del rayo”, de Manolo García.

 

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