Wes Anderson, de Ian Nathan

Autor:

LIBROS

«Lo que queda claro desde el primer momento es que Anderson es un gran narrador»

 

Ian Nathan
Wes Anderson. El mágico mundo del director más singular del cine norteamericano
LIBROS CÚPULA, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Todos los grandes directores de cine tienen un mundo personal. Es una premisa tan lógica que no necesita argumentación. Pero, entre este grupo de grandes directores, los hay que también tienen un mundo especial, algo difícil de definir, un imaginario que se aparta del común, una visión de la realidad que parece crear un mundo que está en este, pero a la vez no está. Pasaba con Tod Browning, pasaba con Jacques Tati, pasa con Tim Burton y sigue pasando con Wes Anderson, con sus argumentos de familias disfuncionales y lucha por escapar de ellas, con su cromatismo salvaje pero en tonos pastel, con su alegre melancolía de la vida.

A él va dedicado el libro en que Ian Nathan repasa todas sus producciones —los capítulos las siguen una a una, en orden cronológico— y las acompaña de decenas de perlas con material gráfico, no solo con fotogramas de sus películas, sino también de las películas que le han influido y de infografías desplegables. Lo que queda claro, desde el primer momento, es que Anderson es un gran narrador, no en vano es bisnieto de Edgar Rice Burroughs, el creador de Tarzán; algo de la capacidad de relatar con emoción debe de ir en los genes.

A pesar de ello, su primera película, Bottle Rocket, no se ganó la aquiescencia del público. El cine independiente tiene pocos canales para llegar a él; sin embargo, la crítica la descubre y ello le da el primer impulso, que empieza a ser bola de nieve con Academia Rushmore. A partir de aquí, Ian Nathan —que fue editor de Empire, la revista de cine más importante del mundo— destaca el absoluto cuidado con que Anderson mima el detalle, los momentos de sus películas en que la separación de sus padres asoma de manera sangrante en otras familias o la intertextualidad que mantiene con obras de su devoción: antecedentes y conexiones.

Poco a poco, hasta la que parece ser su obra maestra reconocida —El gran Hotel Budapest— va recorriendo sus miradas a paisajes exóticos como la India o Japón, sus precisos análisis de sentimientos adolescentes y sus dos filmes que se inscriben en la animación stop-motion. Su atención al detalle se revela transparente en ellas: es capaz de gastar seis meses para rodar u solo minuto de metraje.

Poco más que da por decir que no diga el libro. Solo una recomendación: vean las películas de Wes Anderson. Como las de los directores que citábamos al principio, es una estupenda manera de sentirse vivo.

Anterior crítica de libros: Los Van Van de Juan Formell, de Yasmany Pérez.

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