Veintiuno: el retrato musical de una nueva generación

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Corazonada es un disco «con un espíritu muy hedonista» y «un poco frívolo»

 

Debutaron en 2015 con el autoeditado Nada parecido y ahora publican su tercer disco con Warner. Carlos H. Vázquez habla con Veintiuno sobre su fulgurante trayectoria y su nueva colección de canciones, Corazonada.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MARINA BENÍTEZ.

 

Diego Arroyo parece un poco David Byrne en Stop making sense. Solo le falta la chaqueta XXL. Tiene esa seguridad del que se sabe «odiado» en Twitter. Le gusta presumir con ironía de que son un grupo de fans para adolescentes. Y lo mismo sin ironía, porque Diego es así, por eso está donde está, publicando el tercer disco de Veintiuno, Corazonada (Warner, 2021), que no es poca cosa para unos tipos (Pepe Narváez, Yago Banet, Jaime Summers y el propio Diego) con cierto talento para dejar que los chavales caminen como ellos camelen. Por cierto, es casualidad el parecido entre la portada de Corazonada y la de Nacha Pop. 80–88 (Polydor, 1988).

Veintiuno pertenece a la generación que llegó un poco tarde a Next [programa de televisión] pero a tiempo para Física y química. La que no ha tenido prejuicios con Sálvame y lleva casi un año de festivales perdidos. De hecho, Veintiuno ha sonado en Telecinco con “Para siempre”, un tema con Ainoa Buitrago que es una de los tres colaboraciones del álbum, además de “Nudes” (con Chica Sobresalto) y “Salvavidas” (con Pole). «Para este disco», cuenta Diego, «las colaboraciones han tenido varias cosas en común: artistas de nuevo cuño y de una generación pop que tienen mucho más que ver con el punto en el que nos hemos desarrollado y nos hemos dado a conocer como banda».

El vocalista, aparte de remarcar que sus tres invitados son tres perfiles muy jóvenes de artistas, añade que son gente que ha construido una carrera «con mucho sudor». El primer ejemplo es Ainoa, de Villaverde, «que viene de currárselo como una bestia, con todo lo joven que es». Pol, el siguiente, trabajaba descargando materiales con diecinueve años y se grababa con bases gratuitas. «¡Y lo reventó, porque las letras eran increíbles!», exclama Diego. Con Maialen Gurbindo, conocida como Chica Sobresalto, concluye: «Es probablemente la primera persona de OT que tenía una carrera musical entera hecha underground y completamente fracasada antes de tomar la decisión de joderse la vida a cambio de darle exposición a su proyecto». Dicho queda.

Yago (bajo) cree que un grupo o una cantante puede «petarlo» con la primera canción que hace: «Si es buena, entonces eres bueno. Ahora, si has comido mierda antes, pienso que frente a la industria sabrás moverte mucho mejor». Diego lo tiene claro: «Un proyecto que nace sin dinero y sin contactos es estadísticamente improbable que prospere».

Corazonada es el tercer disco de Veintiuno, aunque para la industria el primero fuera Gourmet (Warner, 2018) y no Nada parecido, un trabajo artesanal que autoeditaron en 2015. «Ninguno de los tres discos son comparables, porque el primero se hizo con un crowfunding y con la pasta que teníamos ahorrada», cuenta Pepe (guitarra). «Que era ninguna», interviene Yago, que recuerda que para financiarse el primero tuvieron que vender equipo: «El segundo lo pagamos nosotros también, pero es cierto que lo licenció Warner, y este [Corazonada] es el primero que hacemos como artistas».

¿Cuándo se consagra una banda? ¿Con el primer disco? ¿Con el segundo? Diego empieza a desarrollar una teoría al hacerle esta pregunta: «Presentación, solidificación y consagración. Esa es la estructura». Pero no quiere decir que suceda entre todos los discos. «Soy fan de proyectos que han reventado al quinto disco. Me gustan las historias de fondo». Y esta historia, la de Corazonada, al contrario que Nada parecido, ha contado con un presupuesto que les ha permitido hacer el disco que querían, algo que afectaba a dos niveles. Primero, al disco como entidad: «Dijimos, con muchos procesos internos, que queríamos grabar catorce canciones, y les enseñamos qué catorce canciones eran. Afortunadamente, la libertad artística de banda es absoluta. Nos metimos a grabar esas catorce canciones, nos pusieron un apartamento para estar nosotros y luego les propusimos hacer un fanzine. Y nos han dejado». Es la primera vez que pueden, dicen, tomar este tipo de decisiones no condicionadas con tener que dormir las dos últimas noches de grabación en el suelo del estudio al quedarse sin «pasta», como les sucedió en la grabación de Gourmet. Así lo recuerda Pepe: «Los productores dijeron que había que echar dos días más para finiquitar el disco, pero nuestra reserva terminaba dos días antes y no podíamos renovarla, porque el apartamento estaba ocupado y ya no teníamos dinero». Diego aporta un dato: «Trescientos euros la noche en Barcelona». Entonces llamaron a Santos [Berrocal] y les dio las llaves del estudio.

Para Corazonada se habían dispuesto en principio veintiocho temas. Canciones que pasaron la primera criba fueron evolucionando hasta su resultado final en un track list de catorce. «Y aun así no eran las catorce que todos teníamos claras», incide Pepe, que pasa a referirse a “Tanto”, una canción que se decidió a última hora. «Sobraba un día de grabación, y dijo Diego: “Oye, tengo dos temas. ¿Queréis escucharlos?”. Y de ahí se decidió meter uno más». “Duermevela” es otra muestra. «Estaba en las maquetas, pero no sabíamos el tipo de tema que era, como nos sucedió con “Nudes” y “Anhelo”, que han tenido cinco versiones desde las maquetas. Yo estaba convencido de que “Duermevela” podía llegar a algún sitio, pero cuando nos poníamos a trabajar con ella nunca llegaba a ese sitio. Había un par de ideas que estaban bien, pero el resto no funcionaba». Cuenta Diego que “Desvelo” incluso estuvo a punto de ser bloqueada por el mismo motivo.

“Duermevela” ha tenido en la voz de otra persona su destino. En una sesión con esta artista, a Diego le hizo «clic» la cabeza, se sentó a tocar el piano… «Y me di cuenta que la estaba cagando. Desarrollé esa célula, en ese sitio, quitando todo lo que no funcionaba, y ahora hay una artista que tiene una canción que se llama “Duermevela” que a mí me hubiera gustado que estuviera en nuestro disco si hubiese dado con esa puta idea en el momento que tenía que darse», se lamenta bromeando el vocalista. “Desvelo” y “Duermevela” guardan una relación semántica en el título, y Diego confirma que los dos temas orbitan alrededor de una misma idea.

 

«Todos queremos ser [Joaquín] Sabina, pero nos gusta decir que somos [Javier] Krahe»

 

No tan losers

«Todos queremos ser [Joaquín] Sabina, pero nos gusta decir que somos [Javier] Krahe». Habla Diego acerca de la figura del perdedor, infiltrada en el repertorio, siendo “Haters” («Los perdedores besamos mejor») y “Caramelo” dos referencias en este caso: «Resplandecer / Ganar, volver a perder / Hacerlo si está prohibido / Por el placer de poder». Reconoce que han perdido, claro, pero lo que pasa es que han aprendido a perder cada vez mejor. Son perdedores nativos. «Perdedores con perspectiva de perdedor».

Yago y Diego llevan diez años tocando juntos; con Pepe, ocho o nueve. Y ahora les empieza a ir bien. Es rotundo Diego al afirmar que este éxito responde a que los han «inflado a hostias» y han decidido seguir volviendo a por más. «Una parte del discurso de “Caramelo” tiene que ver con que por primera vez hemos manejado expectativas ajenas. A mí no me gusta que nadie tenga expectativas sobre lo que hago, porque yo trabajo obsesivamente, pero sin expectativas. Y no quiero que las tengas tú». Luego está “Haters”, que puede ser un reverso de “Caramelo”, pero lo es más de “Tanto”.

Un hater, ya se sabe, viene siendo un «odiador». Y la canción “Haters” está enlazada con el éxito mínimo y relativo que el grupo cree tener y con las cosas que a esos niveles suceden. Lo advierten: «Es absurdo que alguien piense que nos va a herir por insultarnos». Pero una banda sin haters no es una banda. Pepe comenta: «Si tienes algún tipo de influencia en las redes sociales, habrá gente a la que le guste y gente a la que no». Yago remata: «Siempre va a haber alguien que no entiende por qué le gustas al de al lado. Y te lo va a decir. Las redes son abiertas, incluso anónimas, pero te pueden poner a parir». Diego se suma al equipo: «Hay gente que define su gusto en base a lo que no le gusta». Juegan bien en conjunto, tocan el balón, se entienden sobre el escenario. En el de Donosti, en concreto, les pidieron una de Marea, porque —les decían— eran «muy flojitos». También alguna de Lady Gaga que les recordaba algún seguidor old school que conocía a Veintiuno desde la época de los covers.

Y si entre ellos controlan la posesión de balón, en las redes van de táctica ofensiva, solo respondiendo al hater con el que pueden hacer un chiste. Todo esto les hace gracia. «Pero eso es para la grada», matiza Diego, que no quiere olvidar que hay una buena parte de público —que han ido ganando— al que le divierte mucho la gestión de «trolear al trol». «Lo mejor que he sacado de mi experiencia escolar es que después de muchos años de bullying es muy fácil y muy gracioso ridiculizar a un bullying». Por supuesto, a Diego le parece estupendo.

«Fabricar himnos de estadio para bares medio llenos», dice la letra de “Haters”. «Himnos de estadio en tugurios vacíos», dice Lichis en “Teloneros de lujo”. En el fondo, el mismo mensaje. Diego reconoce que sabía de alguna frase de esta canción por el podcast Los teloneros, pero alega que, cuando escuchó la parte citada del tema, “Haters” ya estaba editada. «Tiene un mensaje bastante jocoso y de crítica interna hacia las bandas, porque hay muchas que detestan el indie y los festivales y los estadios, pero luego hacen música para estar ahí», razona Pepe. Luego, continúa, hay otras bandas que no tienen esa mentalidad para llegar ahí, pero no cejan en intentar hacer un tipo de canción determinada, viéndose desnaturalizado el discurso. De ser coherentes se trataría, y si hay contradicción, que al menos esté bien armado ese discurso.

Corazonada es, según sus autores, un disco «con un espíritu muy hedonista» y «un poco frívolo» en algunos temas —por su propia entidad— que empezó a trabajarse en la primavera del 2019. Y su tiempo les ha llevado entre conciertos y pandemia después. No han esperado a tocar en festivales ni han hecho un disco ad hoc. «Ese verano de festivales del que siempre hablan las bandas nosotros no lo hemos tenido todavía». Pero no hay duda de que seguro lo tendrán. De momento toca esperar a la inmunidad de rebaño antes de volver a la Plaza del Trigo.

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