Un gusano en la Gran Manzana: Ramoncín, Michael Jackson, la historia de España y la morcilla

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“Nunca me gustaron los Eagles. Su revisión de los logros de los Byrds, Gram Parsons, Flying Burrito Brothers, etc., era afectada y estéril. Un sonido lavado, de los que chupan toda vida a las pistas y secan las canciones”

 

Desde Nueva York, las reflexiones de Julio Valdeón giran esta semana alrededor de la absolución de Ramoncín, una reflexión sobre los Eagles y una petición para rescatar un clásico de Akira Kurosawa.

 

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

 

–17 de enero
Los ecos de la absolución de Ramoncín. Escampará la tormenta y los libros de historia (si alguien los lee, si todavía existen editores), dirán que este señor escribió un puñado de canciones y discos monumentales. Algo imperdonable en un país que oposita risueño al campeonato universal del odio, la tiña y la carcoma. Allí donde crecen felices, gordos y orondos, multiplicados, los verdugos. Alimentados por la evidencia de que jamás harán nada de provecho y amparados por la carnívora audacia del sastrecillo anónimo que niega cuanto escribe. “Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos / la historia y la morcilla de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten” (Ángel González, “Glosas a Heráclito”). Pues eso.

 

–19 de enero
Los Eagles. Estoy con el Gran Lebowski, al que recuerda con chispa Diego A. Manrique. Nunca me gustaron. Su revisión de los logros de los Byrds, Gram Parsons, Flying Burrito Brothers, etc., era afectada y estéril. Un sonido lavado, de los que chupan toda vida a las pistas y secan las canciones. Una instrumentación pulcra hasta el bostezo. Un untuoso ejercicio de estilo. Así y todo, leo en El Mundo un artículo de Javier Blánquez en el que contrapone a los Eagles con Michael Jackson. Un artículo tan interesante que (sucede a menudo) no estoy de acuerdo en casi nada. Viene a contraponer country rock de barbudos derechistas, moteros misóginos y palurdos sureños frente al mestizaje, la electrónica, la pista de baile y el destilado funk de los últimos de la fila, los alabarderos de la historia y los parias del arrabal que teóricamente abanderaba Jackson.

Respecto a su encumbramiento como mesías negro, se me ocurren varias docenas de artistas afroamericanos más importantes (aunque el término importante y su inevitable polisemia admitan tantos peros), desde Louis Armstrong y Sidney Bechet hasta Sam Cooke y Aretha Franklin, de Howlin´ Wolf a Chuck Berry y de Charley Patton a Etta James, a Marvin Gaye, a Ray Charles, etc. Por no hablar de James Brown, ante el que, esta vez con motivo, palidece el bueno de Jackson (y el 99% de los artistas de los últimos sesenta años). Por no seguir con la hipotética contraposición entre una música, uh, eminentemente WASP, y otra que abanderaba la mezcla racial. Como si las raíces del country rock no fueran mestizas. Como si los bombazos comerciales de Jackson en los ochenta (discos magníficos, cuidado) albergaran un programa político y social para uso y disfrute de la famélica legión. O como si la escucha de tal o cual artista adelantara una suerte de salvoconducto que hiciera del oyente un tipo más interesante y perspicaz, más enfrentado a los problemas del mundo y más atento a señalar sus brutales contradicciones. En fin, hablaba de los Eagles y me he despistado.

 

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–20 de enero
Una vez cada dos años, aproximadamente, busco noticias sobre “Dersu Uzala”, la maravillosa película de Akira Kurosawa sobre las andanzas del cazador y su amigo el capitán Arseniev. El estado de conservación de la cinta es deplorable y no hay forma de que alguien rescate el negativo. La reciente restauración de “El hombre tranquilo”, tras décadas de abandono, invitaría al optimismo, pero mucho me temo que a este paso ni Scorsese ni Criterion llegarán a tiempo, y habrá que conformarse con lamentar su pérdida mientras contemplamos las penosas copias distribuidas por Kino, R2, Artificial Eye y Spectrum, a cada cual peor. Fumando espero a que los enemigos de la industria cultural acudan al rescate, inviertan miles de euros, contraten especialistas, limpien el original y salven a esta joya del imperio del moho.

 

Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Bowie, adiós a todo aquello.

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