Trigo limpio, de Juan Manuel Gil

Autor:

LIBROS

«Tiene algo de novela de aventuras juvenil en las aventis, de picaresca y pasadizos secretos que conectan textos de diferentes épocas»

 

Juan Manuel Gil
Trigo limpio
SEIX BARRAL, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Puede parecer que Trigo limpio, la novela de Juan Manuel Gil que se ha alzado con el premio Biblioteca Breve este año, tiene como tema la infancia. Bien, habla de ella, también habla de cómo la vida, en ocasiones, nos manda una postal fechada en la niñez; en este caso en forma de email que Simón, un amigo de la infancia del narrador, hace llegar a este, comentando cuánto le ha gustado su última novela y animándole a que relate un episodio de su pasado que conmocionó a la pandilla de amigos. Poco después le vuelve a escribir, en un tono exhortativo, prohibiéndole que lo narre.

Sí, es cierto, la novela recorre estos caminos, pero no duerme el tema en ellos. El tema es, simplemente, cómo se escribe una novela llamada Trigo limpio. La andadura narrativa, lo que se conoce como la trama, se ve interrumpida constantemente por digresiones metatextuales que recogen el material del que bebe la historia. ¿Quién lo recoge? Aquí, habría que hacer una salvedad, que en cualquier escuela de narrativa es lo primero que se debe de enseñar: no hay que confundir narrador con autor.

Quien maneja los datos no es el autor. El autor no existe en una novela. Es el narrador, y el narrador adopta siempre un punto de vista; por tanto, siempre es engañoso, o por ignorancia o por voluntad de falsear. En el fondo, la novela está hablando de algo tan sencillo como complicado: cómo organizamos la realidad para que sea un relato.

Hay situaciones bien claras, todo lo claras que pueden estar vistas desde una perspectiva: el paso de un balón por la valla del aeropuerto de Almería y el niño que corre tras él por la pista, el robo de un maletín en unas colonias de personas disminuidas que se montan en el barrio, que Simón —de la noche a la mañana— se fuera del barrio. Pero todo lo demás queda en penumbra, esperando la voz narrativa a que otras voces lo sitúen. La madre del narrador y la de Simón, la exmujer de este último o Huáscar parecen moverse en pos de una memoria deformada y retorcerla aún más.

No es, sin embargo, una novela metafísica. Al contrario. Todo está contado en un tono amable, irónico en ocasiones. Es, quizá, la única forma de dar salida a la infancia a una novela que tiene algo de novela de aventuras juvenil en las aventis —sí, aunque no se vea a la primera, también de Marsé—, de picaresca —Huéscar desarrolla su vida bajo la plantilla del Lazarillo de Tormes— y de todos los pasadizos secretos que conectan textos de diferentes épocas, pasadizos secretos de palabras. En el fondo, se trata de intentar adivinar qué es verdad y qué es mentira. Nada se concluye, pero lo cierto es que en este partido la mentira va ganando por goleada.

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