Tórtel: A la búsqueda del pop mediterráneo

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«Cuando dejas de lado todo ese rollo más indie, te das cuenta que hay cosas que las tienes ahí, más cerca, que coinciden con tu forma de ver»

El valenciano Tórtel ha lanzado su segundo disco, «Entusiasmo», una obra de pop meditérraneo que, de alguna manera, retoma una cierta tradición local. Con él ha conversado Juan Puchades.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Quedamos a la hora del café en la puerta de mi casa, en una calle que a Jorge Pérez le trae recuerdos de una novia adolescente cuyo padre era director de una oficina de la hoy tristemente famosa Bancaja. De eso hace mucho, y a Jorge no le incomoda pasear por un barrio próximo a donde él mismo creció. Pero ahora Jorge Pérez es Tórtel, como el típico pastel de Reyes local. Nombre de dulce, por tanto. Y si lejos quedan las novias de adolescencia, lejos parece quedar también Ciudadano, el grupo en el que se dio a conocer este licenciado en Filología Hispánica, y, por supuesto, lejos están aquellos sonidos primeros, eléctricos y anglófilos. Ahora Jorge, bajo la identidad de Tórtel, apuesta por las canciones sencillas, directas, por la comunicación inmediata, por lo acústico, siguiendo, de alguna manera, la tradición del pop mediterráneo del que Julio Bustamante y Remigi Palmero fueron pioneros y son maestros (Jorge, con el primero, dio forma al grupo Maderita hace tres años). Buenas referencias, por tanto. Pero es que, además, Tórtel sabe lo que se hace y su segundo disco, «Entusiasmo» (Los Enanos Gigantes/El Volcán), es una de esas obras que entran suave y que, poco a poco, van ganando con cada nueva escucha, atrapándote. Un gran disco. Para hablar de él, nos adentramos en un ruidoso bar (tomado por un grupo de bulliciosas mamás reunidas antes de recoger a los niños del colegio), en compañía de un «bombón del tiempo» y un cortado, el primero para el caballero con nombre de dulce, por supuesto. Tanto es el ruido que transcribir la grabación no es cosa sencilla…

Con el primer disco, entendimos que Tórtel era un dúo, integrado por Joaquín Pascual y tú, pero es tu proyecto personal, ¿no?
Sí, ya era así con el primer disco, eran mis canciones. Lo que pasa es que era una especie de proyecto muy verde que tenía yo en mente y Joaquín me ayudó y me empujó mucho. Por entonces yo no sabía si quería grabar, tenía ideas pero me faltaba el empuje, que me lo dio él, y al final las canciones acabaron por ser al cincuenta por ciento, llegaron al estudio mucho más verdes de lo que han llegado las del segundo disco. Claro, yo grabé con Joaquín, y había canciones bastante definidas y otras que no lo estaban en absoluto y me pareció justo firmar el disco al cincuenta por ciento. Luego vino la segunda parte, que era defender esas canciones en directo, Joaquín no podía y me vi respaldado por otra gente. Me gustaba mucho el rollo que iban cogiendo las canciones según quién las tocara, como no siempre podía contar con los mismos músicos, la formación y el sonido variaban, y eso molaba un montón. Por eso, cuando me puse a currar las canciones del segundo disco, retomé el proyecto en ese punto, el de tocar con gente. Con Pau Roca había una sintonía muy buena, al igual que con Rafa Estrela, que está tocando las percusiones desde el principio, ellos proponían cosas y era fundamental que grabara con toda esa gente, porque algunos arreglos son suyos, y a Joaquín le gustó lo que llevamos hecho y dijo «como este disco tiene poca producción, mola que seáis vosotros cuatro, sin mayor historia».

Joaquín Pascual no figura en el disco como productor.
No, pero es que la mezcla la hicimos como figura en el disco: Rafa Estrela, Joaquín y yo. Y la producción es tan mínima…

Pero una producción mínima también es una producción.
Sí, exactamente, y esta está muy currada, pero más de arreglos que de sonidos. La producción se da por hecho que es un poco entre todos, más mía, claro, porque soy el que ha escrito las canciones y el que tenía más la idea en la cabeza, aunque a veces las ideas derivaban en otras cosas.

¿Buscabas eso, un sonido muy básico?
Buscaba sobre todo que las canciones tuvieran mucho ritmo. Me obsesionaba, y sigo con la espina clavada de que podía haber quedado más rítmico y haber tenido más dinámica, que fuera un poco más sónico, pero las dinámicas, trabajando en casa y con un presupuesto limitado es jodido, porque técnicamente estamos limitados. No estamos en un estudio, estamos en casa de Joaquín, que tiene muy buen equipo, pero conseguir esa dinámica de que de repente todo sube, todo baja, por muchos que estés tocando… Creo que habría estado muy guay poder haber grabado en directo, pero no teníamos una sala acondicionada para ello, así que la idea era grabar las menos pistas posibles, decidimos no grabar más de siete u ocho pistas. Que es una chorrada, porque en muchas canciones, que parece que estén desnudas, hay muchas pistas, muchas cosas sonando, sobre todo creando capas por debajo, que parece que no están pero están y se notan un montón. La idea era que sonara como los discos que me gustan, los de Jonathan Richman, el primero de Paul Simon, que era muy acústico.

En algunas canciones te descuelgas con unos arreglos corales bien curiosos.
Es que me gustan mucho los coros, no es un rollo Beach Boys, me gusta mucho el concepto de ritmo latino y voces así como más españolas, en onda Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, hasta la onda más pop, me gusta mucho la melodía y los coros pero, rítmicamente, ir hacia otro lado. Evidentemente eso lo ha hecho mucha gente, como los Talking Heads, que me gustaban mucho porque, sobre todo al final, era el típico grupo anglosajón pero rítmicamente te proponía más cosas. Creo que la gran baza del pop es la melodía y los coros, porque rítmicamente el cuatro por cuatro es un poco aburrido, y yo lo he hecho mucho. A veces hay gente que con alguna canción me dice, «esto suena a bossa nova». A ver, ¡bossa nova!, según quién lo oiga se le pueden caer los huevos, porque esto sigue siendo pop. Yo me atrevo con esas cosas desde el punto de vista del neófito, con completa humildad y, seamos sinceros, sin tener ni puta idea.

La prensa insiste en verte como continuador de la línea abierta por Julio Bustamante y Remigi Palmero. ¿Lo sientes así?
Me gusta que me lo digan, la verdad, me mola. Me parece que lo importante es intentar buscar una voz o un rollo propio, y la gente que tiene ahora 34 o 35, o más, gente de mi edad que empezamos a tocar a finales de los noventa, éramos muy fans de la música anglosajona y acabamos imitándolo. Pero es una liga en la que no vamos a poder entrar, un grupo de aquí que quiera sonar como los Strokes, nunca va a sonar como los Strokes, y creo que es mejor intentar algo más propio, que es difícil porque te tienes que atrever y tienes que saber de dónde sacar. Cuando dejas de lado todo ese rollo más indie, te das cuenta que hay cosas que las tienes ahí, más cerca, que coinciden con tu forma de ver. Cosas, por supuesto, de Julio [Bustamante], de Remigi [Palmero], ese espíritu valenciano hippie y de viva la Pepa, que de tanta caradura es un poco subversivo. Eso lo llevamos dentro y mola sacarlo, ahí es donde yo me siento fuerte. A mí me encanta Jonathan Richman, pero canto mejor en español que él.

¿El título de tu disco, «Entusiasmo», es un homenaje al «Entusiastas» de Julio Bustamante?
Sí, viene de ahí. Algunas canciones de este disco se las enseñaba a Julio, se las tocaba y era entusiasta de ellas, y Julio es sincero para eso. Estaba muy flipado con las canciones, me proponía cosas y me decía que le recordaban a lo suyo cuando era más joven y se iba a ver grabar a Tapineria. Pero todo esto de las referencias a su música y a la de Remigi lo ven más desde fuera, desde otras ciudades, y les gusta y creen que hay una historia muy mediterránea, que supongo que debe de haberla.

¿Las tuyas son canciones muy confesionales o hay mucho de ficción?
Son bastante confesionales, sí. Hay algo de ficción, claro, pero parten de hechos reales, no suelo inventarme historias, es algo que te sucede o sobre lo que reflexionas. Por supuesto, cuando hablo de los mendigos no hablo de mí mismo, pero a veces te ves como un mendigo, sobre todo en la música, que tan pronto estamos ahí arriba, que nos tratan de puta madre como, al día siguiente, nos pagan un bolo con mandarinas. Hay gente que cree que ‘Los cantantes’ es como que pido atención y que tienen que escucharnos, y es un poco una broma, reflejo más esa necesidad nuestra de que nos hagan caso, que termina siendo un poco patética, y más entre los propios músicos, siempre con eso de «ayer vinieron veinte al concierto, hoy veinticinco, a ver cuántos vienen mañana». Tenemos tan poco público que somos fans de nuestro propio público, ya no sabes qué hacer para que vengan, incluso los reconoces: estás en algún sitio y ves a uno, «este estuvo el otro día en mi concierto», y el tío está pasando de ti y eres tú el que lo reconoces a él. De ahí vienen ‘Los cantantes’.

¿Eres muy prolífico escribiendo canciones?
No, nada, y me preocupa, escribo muy lento, le doy muchas vueltas a las canciones y me cuestan mucho. Muchas de estas canciones las hice mientras escribía las de Maderita, y jamás lo hubiera pensado, y no es que sean superdistintas, pero sí sabía perfectamente cuáles eran para Maderita y cuáles para Tórtel.

¿Has buscado buenas historias para contar hasta en el fondo del mar, como cantas en ‘Los cantantes’?
Sí, ese es el rollo. Si no tengo nada que decir, no lo cuento, pero en cualquier momento escuchas alguna historia o algo que te hace reflexionar y que es un buen título para una canción. Las buenas historias solo le pasan al que las sabe contar, eso es así. Hasta la anécdota más tonta puede estar pasando aquí, delante de nosotros, y no nos enteramos, sin embargo puede haber un tío que es un genio, y dice «de aquí yo saco una historia».

¿Tienes facilidad para detectar esas historias?
A veces sí, pero no demasiado, por eso no soy nada prolífico. Lo contaba Dylan, que había encontrado el mecanismo para hacer las canciones, un mecanismo que tenía lógica para él y funcionaba todo el rato, era incapaz de desconectar, estaba hablando con alguien y cogía su libreta y escribía algo. Yo todavía soy joven, pero llevo bastantes años haciendo canciones y a veces lo pienso, cuando me llega una carta de SGAE y veo que tengo cinco discos, que jugando son cincuenta canciones y me pregunto qué voy a contar ahora. Es jodido, porque no voy a contar la típica historia de chico-chica, que no me interesa en absoluto, quiero exigirme un poco más y al mismo tiempo no hacer algo supermanido.

«Me equivoqué una y otra vez, pero cada vez mejor», cantas en «Entusiasmo», ¿ha sido así?
Eso viene de hacer de tus errores una virtud. Yo soy ultralimitado como músico y como cantante, toco la guitarra desde hace relativamente poco y cada vez que voy a tocar por ahí creo que soy el peor músico, pero sé cuáles son mis limitaciones y esa es una de la virtudes que puedo tener, no me meto en berejenales, y a base de equivocarte, te equivocas un poco mejor. De ahí viene eso, y muchas veces el error te lleva a encontrar algo que no estabas buscando. También me pasa que al no tener información llego a un sitio que uno que si supiera tardaría menos o a lo mejor ni siquiera llegaría porque por ese camino no se metería, pero yo, como voy un poco con los ojos cerrados, tiro por donde sea y doy con cosas que están muy bien, por lo menos para mí.

En la escena valenciana eres una de las grandes esperanzas, ¿genera mucha tensión que las miradas de la ciudad estén puestas en ti?
No noto nada de eso, más bien me siento eterna promesa, afortunadamente, porque lo otro sería tener un poco de presión. Desde luego sé que el disco está gustando y espero que todo lo que está pasando de bueno en estos dos últimos meses pueda traducirse en algo todavía mejor. Pero eso ya no depende mucho de mí. Me siento satisfecho en el sentido de tener la sensación de haber cumplido con mi compromiso personal de intentar hacer un disco mejor con canciones más redondas y mejor sonido que el anterior, y ojalá la gente tenga también esa sensación y disfrute de «Entusiasmo».

¿Qué ha sido de Ciudadano?
Creo que Ciudadano está acabado. Me sabe mal decir esto, bueno, nos sabe mal a todos, a todos nos sabe mal decir que se ha acabado, porque ni siquiera lo hemos hablado, nunca ha habido mal rollo, pero todos tiramos por caminos diferentes. A veces bromeamos: «A ver cuándo nos reunimos y preparamos otro disco», pero nos entra la risa, es muy difícil retomarlo. Es un grupo al que le faltó suerte, pero es verdad que nos faltaba personalidad, éramos bastante jóvenes, y cuando eres un poco crío o tienes las cosas muy claras o todo esto de la música es mucho más lento de lo que parece. Yo veo a Xema [Fuertes] y a Cayo [Bellveser] cómo tocan ahora o me veo a mí haciendo canciones, y hemos crecido muchísimo. Veo a Xema y a Cayo con Josh Rouse, y flipo, sé que tocaban bien, pero no es lo mismo un crío de 23 que un tío de 34. Y es normal. Pero hubo otros muchos peores que nosotros a los que les fue muy bien.

¿Y Maderita, el grupo junto a Julio Bustamante, fue un proyecto puntual o tendrá continuidad?
No, con Maderita estamos con la idea de intentar volver, nos gustaría encontrar tiempo para hacer algo, a mí me gustaría, aunque sé que es complicado: Julio [Bustamante] está con lo suyo, yo con el mío, Xema [Fuertes] y Cayo [Bellveser] con Refree, con Aldondra Bertley y con Josh Rouse, y aparte de tocar en directo con toda esa gente, graban los discos, así que tienen poco tiempo para Maderita. Pero hay que intentarlo, porque Maderita era algo que llevábamos en mente desde hacía mogollón de años, desde que tocábamos con Ciudadano, que la idea primera era volver muy eléctrico a Julio: era la última etapa de Ciudadano, que llevábamos teclados, dos guitarras eléctricas, bajo, era un supersonido. Julio venía a todos los conciertos y flipaba y queríamos hacer eso con él. Pero luego nos pilló la otra onda y fue cuando montamos Maderita, y cuando Julio te enseña las canciones con una guitarra, ves que molan así, que hacer otra cosa es joderlas. Porque Julio solo con una guitarra y su voz es muy bueno, en eso es el maestro.

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