The Zombies: Pop de alta costura

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“La finura melódica de Argent y White los emparenta definitivamente con sus admirados Paul McCartney y Brian Wilson; las armonías vocales son bellísimas, con mención especial para la catedralicia ‘Changes’”

 

En plenos 60 se forjó la banda británica The Zombies, formada por Rod Argent al teclado, Paul Atkinson a la guitarra, Chris White al bajo, Hugh Grundy a la batería y el vocalista Colin Blunstone. Una formación que no cosechó el triunfo de otras bandas hermanas, pero que se coló en el corazón de la crítica por la belleza de sus melodías y sus armonías vocales. Javier De Diego Romero nos cuenta su historia.

 

Texto: JAVIER DE DIEGO ROMERO.

 

1964 fue el año de la eclosión del rhythm and blues británico, con Londres como epicentro. En buena medida responsables del boom fueron The Rolling Stones, con sus versiones de ‘Not fade away’, ‘It’s all over now’ y ‘Little red rooster’: la primera llegó al número 3 de la lista de singles británica; las siguientes, a lo más alto. Muy significativo fue también el grupo de Newcastle The Animals: su ‘House of the rising sun’, una adaptación de una canción folk americana que Bob Dylan había rescatado en su álbum de debut, asoló los charts en verano. En el extremo más estentóreo y furioso del espectro del rhythm and blues se situaron Them, con el hit ‘Here comes the night’ y la influyente ‘Gloria’; y, los más inventivos de todos, The Kinks, con el tándem de ‘You really got me’ y ‘All day and all of the night’

 

 

Por su parte, en el más elegante y delicado figuran los escoceses The Poets, especialistas en melancolía acústica y armonías espectrales, que cosecharon un éxito menor con ‘Now we’re thru’, y pudieron ser más de haber contado con la promoción necesaria; y, en fin, sus hermanos mayores, los maravillosos Zombies.

Formados en 1961 en St. Albans, treinta kilómetros al norte de Londres, The Zombies musicaron la introspección y la vulnerabilidad como (casi) nadie en el pop británico de los sesenta (el “casi” es por el Ray Davies de 1967-68). Sus canciones destilan una melancolía acendrada, a la que no es ajena la voz de Colin Blunstone, cristalina y susurrante, que contrasta con el estilo agresivo adoptado por muchos vocalistas británicos de R&B. Blunstone aportó además carisma escénico, pero el líder musical del grupo fue el teclista Rod Argent. En lo instrumental, Argent puso el piano eléctrico bajo los focos, dejando una profunda huella en, entre otros, un tal Ray Manzarek. Asimismo, incorporó a la música de The Zombies un tejido de influencias bien diversas, francamente remarcable: “Tenía un montón de álbumes de John Lee Hooker, Muddy Waters, y también me encantaba la música de Motown, a la que supongo que me introdujeron The Beatles al hablar tanto de ella cuando empezaron. También, a la vez seguía escuchando jazz y cosas como Stravinski y Bartok, y para mí no había ninguna razón por la que no debieras reunir todas esas cosas”. No obstante, la responsabilidad compositiva no recaía solo en él: de la pluma del bajista Chris White salieron algunos de los temas más brillantes del grupo, aunque ninguno de sus éxitos. Por lo demás, seña de identidad de The Zombies fueron igualmente sus armonías vocales, resplandecientes o etéreas, siempre precisas, a menudo tan hermosas como las de The Beach Boys.

 

 

“Bien, nadie me avisó sobre ella, / de cómo mentía. / Bien, nadie me avisó sobre ella, / de cuánta gente lloró”: con estos memorables versos se abría ‘She’s not there’, el primer sencillo de The Zombies, que grabaron para Decca después de vencer en un concurso de talentos organizado por el periódico London Evening News. Exponente de la destreza de los de St. Albans con las tonalidades menores, ‘She’s not there’ es un medio tiempo austero y enigmático, impregnado de una atmósfera de amenaza que estalla en el estribillo, con un Blunstone en plena neurosis. Un manifiesto: donde cabría esperar un solo de guitarra llega uno de piano eléctrico, de hecho el instrumento protagonista del tema, junto con la batería sincopada de Hugh Grundy. (En cambio, la guitarra eléctrica prevalecería en la soberbia cover de Santana, incluida en su álbum “Moonflower” [1977]). Publicada en julio de 1964, ‘She’s not there’ tuvo un gran éxito en Reino Unido (número 12) y colosal en Estados Unidos (número 2 en la lista de Billboard; The Zombies siempre gozaron de mayor aceptación en Norteamérica, donde, amables, cultos y refinados, se los consideraba ingleses quintaesenciados).

A comienzos de 1965 conseguirían otro hit con ‘Tell her no’, inspirada por los discos de Dionne Warwick y Burt Bacharach. Y en abril llegaría su primer elepé, “Begin here”, que alternaba originales notables (como la grácil ‘I can’t make up my mind’, la inquietante ‘I remember when I loved her’ y el a capela ‘The way I feel inside’) con fenomenales versiones (sobre todo ‘You’ve really got a hold on me’, de Smokey Robinson, y el estándar de Gershwin ‘Summertime’) y otras más bien fallidas (‘Road runner’, de Bo Diddley, o ‘I got my mojo working’, de Muddy Waters; ambas, incursiones en el rhythm and blues más sucio).

 

 

 

Principio y fin

“Begin here”: aquí comenzó la discografía en larga duración de The Zombies, y también aquí casi terminó. A lo largo de 1965 y 1966, el grupo editó un puñado de sencillos de envergadura artística, en su mayor parte ambiciosos e intrépidos, que, desafortunadamente, no funcionaron comercialmente como se esperaba. Vigorosa, radiante y adictiva, ‘Whenever you’re ready’ lo tenía todo para vender bien, pero no pasó nada con ella. El rotundo estribillo de ‘I want you back again’ también apuntaba alto, pero las audacias rítmicas de la canción, en particular el compás de vals, la desviaron de su camino. Lo intentaron adentrándose en los paisajes sonoros de Motown, tan en boga en 1965, tanto con una versión del ‘My girl’ de Smokey Robinson —abortada al adelantarse Otis Redding con la suya— como con su propia réplica del “sonido de la joven América”, ‘Is this the dream’. Lo intentaron, fuera de su zona de confort, con la pegada roquera y los aromas orientales de ‘Indication’. Nada de nada. Así las cosas, la posibilidad de grabar un segundo álbum en 1966 se desvanecía. Y ello en el año de la transición del single al elepé, en el año que presenció el alumbramiento de obras maestras como “Revolver”, “Aftermath”, “Face to face”, “Pet sounds” o “I hear a symphony”. The Zombies, en definitiva, perdían la partida. Pero no.

 

 

En realidad, la espina que tenían clavada no era solo no poder grabar un nuevo álbum; deseaban además hacerlo con completa autonomía, es decir, producirlo ellos mismos. Tenaces, acudieron con la propuesta a CBS, que se avino a financiarlo, aunque con un presupuesto limitado, lo que se tradujo en que Argent recurriera al por entonces novedoso melotrón para reproducir las partes de cuerda. Y “Odessey & oracle”, en fin, supuso el triunfo artístico en formato largo que el grupo anhelaba. Sus surcos emanan pop esmerado, sutil y, sí, perfecto. La finura melódica de Argent y White los emparenta definitivamente con sus admirados Paul McCartney y Brian Wilson; las armonías vocales son bellísimas, con mención especial para la catedralicia ‘Changes’. ‘I want her she wants me’, pop floreado conducido por el clave eléctrico; la delicada y crepuscular balada ‘Beechwood Park’; la aproximación a la musique concrète ‘Butcher’s tale (western front 1914)’… Todas las piezas de “Odessey & oracle” conmueven y subyugan. La favorita de servidor es ‘Hung up on a dream’, la más psicodélica, bañada en melotrón y ornada con coros angelicales, y de una melancolía lacerante.

 

 

Por otro lado, la diversificación temática de los textos es notoria: el amor romántico permanece, pero ahora convive con la nostalgia (‘Beechwood Park’), la soledad (‘A rose for Emily’) o el escapismo (‘Hung up on a dream’). Ambos muy leídos, Argent y White encuentran además inspiración en la literatura (Faulkner y Huxley para, respectivamente, los títulos ‘A rose for Emily’ y ‘Brief candles’) y la historia (la Primera Guerra Mundial en ‘Butcher’s tale’).

The Zombies hicieron depender su continuidad de las ventas del primer single americano del disco, ‘Care of cell 44’; como no tuvo éxito, cuando el elepé vio la luz (en abril de 1968 en Gran Bretaña y en junio en Estados Unidos), ya se habían disuelto. También el álbum pasó inadvertido para el gran público: pocos se acordaban ya de The Zombies, y poca cabida podía tener su pop distinguido en 1968, el año del triunfo del rock pesado y autocomplaciente. Argent y compañía completaban así lo que Jon Savage define como “la perfecta carrera en el pop”: de grupo de éxito a grupo de culto. Pero, nuevamente, no.

La historia dio un vuelco irónico a principios de 1969, cuando Columbia, el sello americano de la banda, lanzó como sencillo ‘Time of the season’, el sombrío número de soul de ojos azules que cerraba “Odessey & oracle”. Y es que el resultado fue pasmoso: un gran éxito en medio mundo (no en Reino Unido), incluido Estados Unidos (alcanzó nada menos que el tercer puesto de la lista de Billboard). Aun así, The Zombies se negaron a reunirse. Querían mirar hacia delante, tenían otros proyectos, el más importante de los cuales fue Argent, el grupo que Rod formó con el guitarrista Russ Ballard, el bajista Jim Rodford y el batería Bob Henrit (los dos últimos se integrarían posteriormente en The Kinks). Unos pelafustanes oportunistas se aprovecharon del vacío y actuaron unas cuantas veces en Estados Unidos haciéndose pasar por The Zombies. Quizá apropiadamente, los de St. Albans acabaron su recorrido por los sesenta en guisa de “muertos vivientes”.

 

 

 

 

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