Quiero un amor que me obligue a rendirme

Autor:

COMBUSTIONES

«Una colección de canciones absolutamente cegadora, a cada cual más transparente y limpia, más evocadora y emocionante»


En su columna semanal, Julio Valdeón se quita el sombrero ante el nuevo trabajo de María Rodés y La Estrella de David, Contigo, un disco de hechuras countries que va mucho más allá del género.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.
Foto: SERGIO ALBERT.

 

Hay discos que ganan sobre el papel y otros que en cuanto los escuchas tumban cualquier prejuicio, obsesión o neura. Habrá quien, a priori, rechace la inmersión country de María Rodés y La Estrella de David y quien, como yo, haya buscado su música en cuanto leyó el primer prospecto: cualquier cosa que evoque a Gram Parsons y Emmylou Harris, o a She & Him, me tiene (casi) ganado de partida. Pero tanto los (despistados) odiadores del country como los fanáticos del género haríamos bien en rechazar sesgos. Porque lo de Contigo neutraliza por elevación cualquier frase hecha, cualquier suspicacia, cualquier antipatía o afinidad previa. No lo duden: se trata de uno de los discos más hermosos de los últimos años.

Un tratado de y sobre el amor. Del arranque a la destrucción. Del primer escalofrío al escorpión de las mentiras. Del orgasmo al odio. De la claudicación y el vértigo a la soledad compartida. Del rayito de sol en vena al zumo de bilis. Del anhelo al olvido. Un tratado amoroso escrito, arreglado, producido e interpretado por unos artistas en absoluto estado de gracia. Sin adornarse. Sin permitirse un tópico. Así, lo que podría parecer un ejercicio de estilo, revela su musculatura. Tomando como referente el country, Contigo incorpora otras muchas influencias (de la ranchera al pop más luminoso, y de los Everly Brothers a Manuel Alejandro, Cecilia, Tracyanne & Danny o Lindi Ortega). Una colección de canciones absolutamente cegadora, a cada cual más transparente y limpia, más evocadora y emocionante. Con el punto justo de ironía, fragilidad, angustia, pasión y, sí, cursilería. Las grandes rolas de amor y desamor, de José Alfredo a Paul McCartney, lo tiene escrito Sabina, ganan cuando los escritores aciertan a desnudarse, mostrándose a la sombra de una sensiblería bien medida, que añade voltaje a la mezcla y autenticidad al poema. Las calles se pusieron a temblar, dicen en un momento, mientras el oyente, transportado, sube el volumen y agradece a los dioses de la canción semejante derroche de orfebrería, sensibilidad, duende y sentido. Qué barbaridad de disco. Háganse un favor y pónganlo en bucle.

Anterior entrega de Combustiones: Benditos mediadores.

Artículos relacionados