Nevermind: el legendario disco de Nirvana, canción a canción

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Este mes se cumplen treinta años del legendario Nevermind de Nirvana. Mientras el disco vuelve a estar de actualidad, entre otras cosas, por la demanda del joven que posó en la portada, desnudo, cuando era un bebé, Fernando Ballesteros recuerda por qué está considerado uno de los grandes discos del pop de los noventa.

 

Nirvana
Nevermind
DGC RECORDS, 1991

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

La de Nirvana fue una explosión que, de alguna forma, vio venir Kurt Cobain. Nadie mejor que él para atisbar la capacidad que tenía de llegar a grandes audiencias. En Bleach ya había elementos que apuntaban en esa dirección, “About a girl” es el ejemplo más claro y, entre su debut y su siguiente álbum, este Nevermind que abordamos hoy, compusieron otra canción que supone una buena muestra de la dirección que iban a tomar: se trata de “Sliver”, recuperada posteriormente en un álbum de rarezas titulado Incesticide que vio la luz en 1992.

El futuro estaba ahí y ellos, como había que amoldarse a las exigencias de los nuevos tiempos, movieron ficha. En el verano de 1990 comenzaron a sondear opciones para abandonar Sub Pop y desembarcar en una discográfica más potente. Por el camino cambiaron de batería, y Dave Grohl se unió a Kurt y a Krist Novoselic tras sustituir a Chad Channing. Otro paso adelante, la última pieza de una máquina que lo iba a revolucionar todo.

Y este fue el momento en el que Cobain, musical y artísticamente forjado en una férrea ética punk, decidió que al enemigo de las grandes corporaciones se le podía combatir desde dentro. Que te podías aprovechar de todos sus medios para intentar cambiar las cosas. Por supuesto, algunos en la escena no lo entendieron y el propio Kurt tuvo que lidiar con una dialéctica interna: quería llegar al mayor número de fans posible y a la vez conservar todo lo que tenían cuando eran una prometedora banda independiente. En esa tensión continua se debatió los siguientes cuatro años. El resto es historia, y la influencia que todo aquello pudo tener en su trágico final está más que tratada.

Habrá mil explicaciones que nos ayuden a entender mejor el éxito de Nevermind pero, por encima de todas, se me ocurren trece. Vamos con ellas.

 

1. “Smells like teen spirit”

Si 1991 es el año, y Nevermind es el disco, esta es la canción. Un riff que rompe las hostilidades y precede a la calma tensa en la que bajo y batería llevan la batuta. Todo está preparado para que irrumpa el estallido de un estribillo inolvidable. No sé muy bien si, con su letra sarcástica sobre revoluciones de jóvenes acomodados, estaban captando el espíritu de su tiempo o lo estaban definiendo. Lo que importa es que con este tema se comieron el mundo.

Lo hicieron como se hacía todo en aquellos tiempos: con el apoyo de MTV y gracias, también, a un clip rompedor. Así lo definió el propio Kurt en su primera reunión con los que mandaban en su sello: «Un espectáculo de animadoras que se tuerce». Todo lo que allí veíamos salió de la cabeza de Cobain, quien, días después de aquella lacónica descripción, dibujó el storyboard, dejando claro que le gustaba tener el control sobre su arte y como ésta llega al público.

La canción, todo un clásico, se estrenó en una emisora universitaria. Veinticuatro horas antes de que llegara al resto de medios, los oyentes de KXLU tuvieron el privilegio de escucharla y recibir, durante la entrevista con el grupo, la invitación para participar en su correspondiente vídeo. Y allí estuvieron unos cuantos, viviendo en primera persona un momento importante de la historia del rock and roll.

2.“In bloom”

La segunda canción del disco sigue el esquema de la salida en tromba, la calma y el estribillo ultracoreable. Kurt trabajaba en ella desde tiempo atrás, y en sus inicios sonaba, según Krist, a Bad Brains. Si nos fiamos del bajista y lo comparamos con su resultado final, nos podemos hacer una idea de la evolución que experimentó en unos cuantos meses el líder de Nirvana. Porque sí, “In bloom” es otra muestra del acercamiento a los postulados pop de Cobain, con todos los matices que le queramos poner a la etiqueta.

La letra del que a la postre fue el cuarto y último single del disco es un ataque a esos que ahora conocemos como posers. La ironía, como recordaba Michael Azerrad, le funcionó al autor, ya que la melodía era tan pegadiza que muchas personas la cantaban sin —muy probablemente— entender que el mensaje iba dirigido, precisamente, a ellos. Según Azerrad, el líder de Nirvana era consciente de que muchos no iban a captar el mensaje, y simplemente cantarían las canciones sin detenerse en ellas, por eso escribió un coro muy largo: el objetivo era que los machitos y otros tantos a los que despreciaba terminaran picando. Y vaya si lo hicieron. Una muestra más del ácido sentido del humor de un creador al que, en ocasiones, ante audiencias masivas, le asaltaba la idea de que muchos de los que le idolatraban respondían, por pura ley de probabilidad, al tipo de homófobos y rednecks a los que tanto detestaba.

3. “Come as you are”

La inspiración no baja un ápice en el tercer corte del disco. Otra demostración de que Nirvana estaban explorando nuevos territorios, que confirmaba lo que pesos pesados como Thurston Moore o J. Mascis habían dicho tras escuchar el disco, es que Cobain, comía aparte en la escena del rock underground. Tanto, que no iba tardar en dejarla atrás.

La melodía de la canción y su potencial comercial eran tan claros que en los despachos apostaron sin dudar y la convirtieron en el segundo single del elepé y, por lo tanto, tendría la difícil papeleta de mantener la llama que había prendido con “Smells like teen spirit”. Y, siendo evidente que “Come as you are” era una baza ganadora, tuvieron que convencer a Kurt, que se mostraba reticente con la elección.

La alma mater de Nirvana tenía sus motivos: si uno escucha el riff de la canción y lo compara con el de “Eighties” de Killing Joke, se da cuenta al instante de que el parecido es innegable. Cobain temía una demanda, pero entre todos le convencieron y no hubo cita en los juzgados. Según parece, a Jaz Coleman, líder de los británicos, le bastó con el hecho de que el cantante de Nirvana reconociera de dónde le había llegado la «inspiración».

Varios años más tarde, Dave, ya triunfando con sus Foo Fighters, tocó en un disco de Killing Joke. Digamos que fue una forma de devolver el favor. Parecidos o plagios aparte, “Come as you are” es otro himno en cuyo vídeo se recrea la mítica portada del elepé. Sigue estremeciendo con las referencias a las armas que hace en su estribillo ahora que sabemos cómo terminó la historia.

4. “Breed”

Hay artistas para los que secuenciar un disco es un auténtico dolor de cabeza, pero Kurt no era uno de ellos. Más bien, todo lo contrario. Y eso fue lo que pasó, cuando terminaron las mezclas de Nevermind,: se tomó unos minutos y con lápiz y papel le dio forma al orden de los títulos de esta obra maestra. Destaco esta forma de actuar porque, después de escuchar decenas de veces el disco, la secuencia me parece, simplemente perfecta.

En el libro Serving the servant. Recordando a Kurt Cobain, Danny Goldberg, representante y persona de confianza del grupo y, sobre todo, de su líder, contaba que él estaba temeroso. La decisión era del autor, pero tenía claro que “Smells like teen spirit” debía abrir el disco sí o sí. Eran otros tiempos, la gente escuchaba discos en las tiendas y, en ocasiones, esa era la única forma de acceder a esa música, así que mejor no esconder tus cartas. Cobain lo diseñó así porque, en lo tocante a su arte y como recuerda Goldberg, no era autodestructivo. Acertó ahí y también, en mi opinión, en colocar “Breed” como cuarta canción. Si le preocupaba tanto la reacción del sector más militante del underground, nada mejor que darles un pelotazo de puro punk acelerado y recordarles que había nuevos caminos en los que el pop se veía más cerca, y que no solo sabían de dónde venían, sino que además lo bordaban.

La máquina arranca propulsada por las baquetas de Dave y ya no frena. Ni falta que hace. No se podía esperar menos de una canción cuya letra hace referencia a Tad Doyle, el líder de Tad, una de las bandas a las que Kurt admiraba. Otros hermanos mayores a los que dejó pronto muy atrás.

5. “Lithium”

Otra de esas canciones ideales para dejarse la voz. Ese estribillo y la repetición de lo ya mostrado en títulos anteriores, es decir, una estrofa más calmada y su correspondiente subida de intensidad, lo está pidiendo, efectivamente, a gritos, y eso hay que hacer. La vena del cuello hinchada y a gritar. En serio, pueden hacer la prueba: es difícil resistirse incluso en el salón de casa.

El título hace referencia al litio que aparece en medicamentos utilizados en psiquiatría. Eso sí, el texto va más enfocado a la religión: cuenta la historia de un hombre que, partiendo del rechazo a sí mismo, toma la decisión de abrazar la fe, casi a la desesperada y huyendo del suicidio.

Se ha especulado mucho sobre las letras de Cobain, particularmente, sobre aquellas en las que se habla de problemas depresivos, pero no, no hay nada de autobiográfico aquí. El mismo se encargó, más de una vez, de aclarar que se había inspirado en personas con las que se había cruzado. Lo que sí hizo fue llevar una parte de su vida a la portada del single: al parecer, le resultó muy curiosa una ecografía que se hizo Courtney Love durante su embarazo en la que Frances parecía hacer los cuernos como si estuviera en un concierto de Heavy Metal, y decidió utilizarla para ilustrar la edición del sencillo.

6. “Polly”

Esta es una de las canciones que llevaban tiempo ya en el cuaderno del vocalista. Concretamente, desde 1987 y tras leer una noticia en la prensa en la que se hablaba del secuestro de una niña de catorce años. Los abusos que allí se contaban le tocaron tanto que le dio forma a la letra.

Tras ser descartada para Bleach porque no cuadraba en el contexto del disco, la canción fue incluida en Nevermind. Musicalmente, supone un nuevo acercamiento a melodías que, hasta aquel momento, no había trabajado.

En Incesticide podemos escuchar una versión eléctrica y acelerada, pero aquí es un precioso tema acústico que fue perseguido por la polémica, porque hay gente a la que hay que dárselo muy masticado para que entienda el mensaje. Por ejemplo, a cierta prensa que, como Kurt escribió desde el punto de vista del agresor, se lanzó a propagar una imagen equivocada de él. Vaya, que le acusaron de comprender al delincuente, y nada más lejos de la realidad. Por si fuera poco, en cierta ocasión dos hombres abusaron de una menor con “Polly” de fondo, lo que volvió a dejar KO a un músico al que horrorizaba que pudiera haber gente así entre su multitudinario público. El precio de llegar a las masas. O uno de ellos.

7. “Territorial pissings”

Muchos escuchamos Nevermind, por primera vez, en flamante vinilo, así que me van a permitir que me refiera a “Territorial pissings” como el inicio de la cara B. Tras darle la vuelta al disco y aún conmocionados con lo que ya nos ha ofrecido, nos encontramos con unos Nirvana desatados. Dave Grohl se convierte en una locomotora humana y la base rítmica propulsa a la máquina, que alcanza uno de los puntos de máxima fiereza de la obra, con el vocalista dejándose la voz en el micrófono y transmitiendo miles de sensaciones.

En 1991 el sexismo no estaba muy presente en las agendas de políticos y grandes medios, pero ocupaba un puesto destacado en las preocupaciones de un Cobain que recordaba que «en el reino animal el macho orina en algunas áreas para marcar territorio, y veo a muchos hombres comportándose de la misma manera cuando se trata de sexo y poder». Contra esa gente se dirigía “Territorial pissings” y para ellos también iba el mensaje lanzado en Saturday Night Live, cuando después de interpretarla, Kurt y Krist se dieron un beso que, a buen seguro, molestó a aquellos que no querían entre su público.

Aquella noche, como muchas otras, el tema sirvió para poner el broche a la actuación. Un cierre furioso, punk y brutal. Una banda sonora con la que se producía otro de esos momentos de sus conciertos que ha pasado a la historia, con los miembros de la banda destrozando sus instrumentos y llevándose por delante el set de la batería de Dave.

8. “Drain you”

Cuentan, aunque yo nunca lo escuché o leí de su boca, que era una de las canciones preferidas de Kurt Cobain, de las que más disfrutaba tocando en directo. Lo que sí le he líado a Butch Vig es que durante su grabación le tuvo que engañar en varias ocasiones. Le decía que su parte de guitarra había quedado desafinada y que la tenía que volver a registrar. Así, el productor pudo utilizar varias tomas, unas limpias y otras con distorsión, y jugar con ellas.

“Drain you” tiene el encanto que poseen las canciones intermedias en este disco, tanto esta como la siguiente. En Nevermind están las canciones más tranquilas cerrando cada cara, los hits que han pasado a la historia, las que apuntaban al lado más fiero de la banda, y luego estas otras que aparecen en la parte central del disco y que constituyen una debilidad personal. En “Drain you” queda claro que Kurt era un maestro de los estribillos.

A estas alturas va quedando claro que no hay una sola canción en esta obra a la que le persiga el fantasma de la sensación de relleno. Hay temas como este que no han sonado tanto, pero podían haber ocupado el puesto de alguno de los cuatro singles elegidos. Rara vez se quedó fuera de los setlist del grupo: cuando el repertorio aumentó, y había que dejar fuera parte de este elepé, “Drain you” siempre estuvo allí.

9.“Lounge act”

De esta se ha dicho que habla, igual que “Drain you”, de Tobi Vail, la líder de Bikini Kill, con la que Kurt mantuvo una complicada relación sentimental. Krist le dijo a la prensa que el autor de la letra le mandó una carta a su expareja en la que le dejaba claro que “Lounge act” era la única canción que hablaba sobre ella. Por su parte, Cobain dijo que la canción habla sobre «no ser capaz de terminar lo que haces en el arte porque la otra persona se mete en tu camino». Estas declaraciones dispararon las especulaciones sobre la destinataria del mensaje, sobre todo teniendo en cuenta que rompió con Tobi días antes de la salida a la venta de Nevermind.

Musicalmente, “Lounge act” se mueve en parámetros cercanos al power pop. Es pop de guitarras que fluye ligero y melódico, uno o dos puntos por encima, en ligereza, del resto del álbum. Otra de esas canciones que hacen que el disco alcance la excelencia y nos recuerdan que Nirvana le daban al rock and roll en todas las direcciones muy por encima de las etiquetas.

10. “Stay away”

Desafiante y agresiva. Así se presenta “Stay away” ante el oyente. Al dúo melódico precedente —bendita secuencia— le sucede otro arrebato hardcore de alto octanaje. Canciones como esta desmienten lo que sostenían algunos seguidores del principio: que Butch Vig había suavizado el sonido del grupo y que, en el proceso de grabación, habían perdido buena parte de su esencia. El propio Cobain llegó a decirlo en alguna entrevista, comparando el disco con los de ¡Poison! Así era él: a veces tiraba por elevación, pero, en el fondo, creo que no se lo creía ni él. Como recuerda Danny Goldberg en su libro, el disco suena muy parecido a lo que el líder del grupo tenía en la cabeza, y Butch hizo un buen trabajo que está muy lejos de caer en la sobreproducción.

“Stay away” es pura fuerza en lo musical, y su letra es una andanada contra el conformismo: su autor sostiene que preferiría estar muerto a ser cool, y recupera al final la frase «God is gay», que remite a su adolescencia, cuando la pintaba en edificios de su ciudad.

11. “On a plain”

Unos dicen que habla sobre su adicción a la heroína; otros, que lo hace sobre su madre. Es posible que todos tengan un poquito de razón y nadie la tenga del todo, porque “On a plain”, según Cobain, son solo «muchas pequeñas líneas de poesía que tocan muchos temas».

En lo musical se mueve en ese terreno más cercano al pop, entendido este de una forma bastante parecida a la de los Pixies, una de las bandas favoritas de su autor. En sus momentos de mayor agobio con la fama, Cobain confesaba añorar haberse limitado a formar un grupo de versiones de la banda de Black Francis.

Por encima de las deudas, “On a plain” es otra demostración de un grupo en estado de gracia creativa y engrasado como una máquina perfecta. Y es que había mucho trabajo previo: los meses anteriores a meterse en el estudio se los pasaron ensayando estas canciones. Cada uno se aprendía su parte hasta el punto de que podían tocarla en sueños. Y bien que se nota.

12. “Something in the way”

El teórico final nos reserva el momento más sombrío. La voz de Kurt suena distinta y un cello arropa la lúgubre melodía. Un envoltorio perfecto para la historia en la que cuenta, en primera persona, la historia de un joven que vive debajo de un puente rodeado de animales a los que adopta como mascotas.

Algunos se la tomaron de forma textual y adjudicaron esa experiencia a su autor, pero aunque tenga algo de autobiográfica la canción no narra sus experiencias concretas. Sí puede ser interpretada a modo de metáfora, porque Kurt dio tumbos sin un techo fijo y fue de aquí para allá, cobijándose en casas de amigos en una etapa de su posadolescencia. De todo aquello, aunque no de forma directa, parece hablar aquí.

El sonido está muy alejado de lo que nos ofrecen en el resto del disco, aunque apunta pistas sobre los caminos que podría haber tomado Kurt en un futuro que nunca llegó. Sé que es absurdo, pero estoy convencido de que muchos hemos imaginado lo que estaría haciendo hoy, ya bien rebasada la cincuentena, y en ese ejercicio muchas veces he visto su magistral Umplugged para MTV como una posible dirección a seguir en su arte. Allí, en aquel disco acústico grabado en los últimos meses de su vida, también reinaba “Something in the way”.

13. “Endless, nameless”

Los que se compraron el cedé nos dieron una sorpresa cuando nos contaron que había una canción escondida unos segundos después de terminar el último tema acreditado. Y “Endless, nameless” también tiene una historia detrás. Durante las primeras tomas de “Lithium”, Kurt creía que Dave se estaba yendo de tempo, iba demasiado rápido, y por mucho que insistía el batería, persistía en el error. Aquello frustró tanto al líder del grupo que, preso de la furia, rompió su guitarra. Y no, aquello no era un número escénico: la destrozó a golpes de pura rabia.

Butch tuvo que ir a comprarle otra guitarra y, una vez resuelto el entuerto y para rebajar un poco toda la tensión acumulada, el grupo se puso a improvisar una jam session. Pues bien, el resultado es “Endless, nameless”, la canción escondida. El bonus de un disco histórico. Más de seis minutos de distorsión, acoples, parones y algún que otro acelerón. Un extra, casi anecdótico, para una obra maestra.

Dieciséis días tardaron en grabar Nevermind en los estudios Sound City. Salió a la venta el 24 de septiembre de 1991. Unos meses más tarde, a comienzos del 92, ya eran el grupo de rock más popular del planeta.

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