Claves para comprender a los Black Crowes de 2024 (y a los Stones)

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«No es un álbum definitivo. No es una obra maestra. Probablemente no será ni disco del año. Pero es un muy buen disco de rock and roll»

 

A partir del análisis del nuevo disco de The Black Crowes, “Happiness bastards”, Eduardo Izquierdo teje un entramado de razones para comprender su obra en este presente y, ya de paso, la de los Stones, desde la eterna comparación.

  

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

El año pasado The Rolling Stones publicaban Hackney diamonds, su primer disco de material original desde 2005 y el primero que hacían tras la muerte de Charlie Watts. Ya, ya sé que ahora andan mirando el título de esta reseña, pero es que no podemos olvidar que el grupo que nos atañe, The Black Crowes, fueron vistos en su momento como una revitalización del rock and roll que representaban Richards, Jagger y compañía. Desde su debut, Shake your money maker, en 1990, las comparaciones con un montón de bandas de los setenta esencialmente fueron comunes, pero creo que las referencias más repetidas tuvieron como protagonistas a los Stones. Muchas cosas les emparentaban, también con las diferencias obvias que provocaban su diferente fecha de aparición. Ahí estaba una pareja compositiva básica, un cantante cargado de carisma y con aires bailongos, un guitarrista esencial a la hora de componer y al que muchos apuntaban como auténtico alma del grupo (yo no), un conjunto de canciones imbatibles que solo podía definirse como puro y genuino rock and roll, y un larguísimo etcétera.

De ahí que a servidor se le haya ocurrido echar la vista apenas un año atrás para, al menos al principio de este artículo, analizar lo que se dijo de Hackney diamonds y compararlo con las cosas que se han dicho de este Happiness bastards que, claro está, ha provocado de múltiples opiniones. Vamos a ello pues y, si acaso, luego ya repasamos las canciones.

 

Paralelismos críticos

Tuvimos que oír y leer que Hackney diamonds era ¡el mejor disco de los Stones! Una tontería que a veces encontrábamos suavizada con la coletilla de «desde a Bigger band» (nos han jodido, teniendo en cuenta que en medio solo hay un disco de versiones) o desde los noventa. Similares declaraciones encontramos sobre lo nuevo de los Crowes. De la primera chorrada ni hablamos. El que o la que opine así, ya se lo puede hacer mirar. De la segunda, pues no. Miren, entrar a discutir si Warpaint, de 2008, es mejor o peor, vale (que tampoco), pero saltarse esa maravilla que es Before the frost…until the freeze (2009) debe ser casi delito. Y no nos sirven los argumentos de que «es que a mí me gustan más rockeros». Hablamos de calidad de las canciones, del nivel de cohesión del grupo, de producción…De muchas cosas…Y, sobre todo, es que Before es uno de los mejores discos de su década y Happiness, directamente, no.

Otra habitual fue que los británicos habían hecho un disco que bien podría haber sido firmado en solitario por su cantante, el ínclito e incombustible Mick Jagger. Esta vez, en mi opinión, acertada afirmación y extensible para la ocasión a los cuervos. Intentar negar que nuestros protagonistas son Chris y Rich es absurdo. Pero no montan tanto como tanto montan. Esa voz, ese mojo, está al alcance de muy pocos. El cantante se eleva como absoluto protagonista de este disco, mal que les duela a los que defienden el papel en el pasado de Sven Pipien o de Steve Gorman. Fue muy importante en su momento. Nadie lo discute. Pero que en 2024 haya un tipo que cante como canta Chris Robinson en este disco es una noticia fantástica para los amantes de un rock que ya apenas existe.

Tercera. Este disco está al nivel de sus mejores trabajos. Pues tampoco nos pasemos. Comparar Hackney diamonds con Exile on Main Street o Sticky fingers es estar de manicomio. Hacer lo propio con Happiness bastards y Shake, The southern harmony o Amorica, también. Creo firmemente que ni discos teóricamente menores como Lions o By your side aguantan la batalla, pero eso ya podríamos discutirlo con unas cervezas.

Va la cuarta. Está entre sus diez mejores trabajos. Trampa, claro. En el caso de los Stones, ni de casualidad. En el caso de los Crowes, teniendo en cuenta que es su noveno álbum en estudio, que este está entre los diez mejores no lo vamos a discutir.

Quinta y última. Se echa de menos más protagonismo del resto de la banda. A ver. Que de los Stones quedan tres y siendo puristas dos. Y de los Crowes los hermanos. Por los motivos que sean. Los protagonistas son los Robinson y punto. Y así ha de ser en 2024. Que han pasado treinta y cuatro años de su primer disco, oigan.

 

Los surcos del disco

Y llegados a este punto pueden andar preguntándose si a este escriba refunfuñón le ha gustado Happiness bastards. Sí, con rotundidad. Porque creo firmemente que cometemos el error, con muchas bandas, de compararlas permanentemente con su pasado, cuando lo que deberíamos hacer, en caso de ser necesaria alguna comparación, es hacerlo con su tiempo. Ni los Stones van a volver a hacer una canción como “Happy” o como “Beast of burden”, ni los Crowes como “Twice as hard” o “Remedy”.

Pero miren a su alrededor. Eso ya ha pasado y no va a volver. Lo justo sería dar una vuelta visual y sonora de trescientos sesenta grados y comprobar que muy poca gente anda haciendo canciones del nivel y “el rollo” de “Bedside manners”, “Cross your fingers” o “Dirty cold sun”, todas incluidas en el disco que nos ocupa. Porque Bob Seger tampoco volverá a componer “Against the wind”, Rod Stewart no volverá a sacarse de la manga un “Maggie May”, y The Who y “Baba O’Riley” quedan muy lejos. Pero es que si me apuran grupos más jóvenes —aunque todos pasen ampliamente el medio siglo de edad en sus filas— como The Quireboys o Diamond Dogs ya han pasado sus mejores épocas, sin que eso suponga que ahora estén haciendo malos discos. Los últimos, sin ir más lejos, publicaron el año pasado y este dos excelentes trabajos. Lo que hay que plantearse al ponerse en tu plato —si tienes la molleja para pagar el vinilo, que de eso ya hablaremos otro día— o en tu reproductor de cedés este Happiness bastards es si quieres disfrutarlo o no. Si lo que te planteas es rajar de él, razones encontrarás. Si quieres pasarlo bien, también. Y un montón. Para ello, lo primero es aparcar los discursos sobre los miembros del grupo que ya no están, sobre el bicefalismo de la dirección de la banda y sobre el objetivo, con toda probabilidad monetario (y lícito) de esta resurrección. Una vez hecho esto, play, y a divertirse. Que es solo rock and roll.

“Bedside manners” arranca como ha de arrancar un disco. Es puro Stones —¿los habíamos citado?—, con el ritmo marcado por el riff de Rich, un buen piano al que merece la pena prestar atención y, sobre todo, Chris. Solo abrir la boca hemos vuelto a recordar lo mucho que nos gusta ¿Se puede cantar mejor? Hoy, hoy. He dicho ahora, no se me vuelvan a ir a los noventa leches.

“Rats and clowns” sigue una línea similar y quizá contiene el solo de guitarra en el que más brilla Rich de todo el disco. En “Cross your fingers” nos parece escuchar la primera guitarra acústica del trabajo. Puede que antes hubiera alguna de fondo, pero no se oía. Empieza suave, con un relajado Chris casi tarareando, hasta que arranca un tema que desembocará en algo a medio camino entre demasiadas cosas, incluido el hip hop, que reconozco no me convenció en un primer momento aunque me he acabado acostumbrando. No hay duda de que es un tema muy suyo, pero algo me desencajaba. Eso sí, que nadie vuelva a decirme que los coros del final parecen salidos de “Remedy”. “Wanting and waiting” es uno de los temas de la discordia. Porque es clavada a “Jealous again”. Pues vaya problema. Una canción que se parece a otra magnífica y que además es de ellos mismos. Se repiten. Sí, pero no le acabo de ver el problema si no lo hacen diez veces más, cosa que no sucede. Con “Wilted rose” pretenden acercarse al country y el blues más acústico, con la colaboración de Lainey Wilson. No está mal, pero estaría entre mis momentos menos preferidos del álbum.

No sé si con “Dirty cold sun” se inicia la cara B del vinilo. Ya les digo que, por precio, he optado por la opción cedé, pero tendría sentido al ser el sexto tema de diez. Otra vez Chris vuelve casi a rapear a lo ¿Rage Againstthe Machine? Y otra vez no hay nada nuevo. Ni aquí ni en todo el disco, no sean plastas, pero suena bien y potente. Revitaliza. “Bleed it dry” me pone cachondo. Así lo digo. Chris dylanea con un blues rock a lo “From a buick 6” o “Leopard-skin pill box hat”, y yo lo gozo enormemente. Magnífica. Lo que nos puede sonar más nuevo del disco es “Flesh wound”, casi power pop. “Follow the moon” vuelve al terreno Stone, pero es inferior que las anteriores canciones. Y con ella llegamos a «Kindred friends», que a mí me suena al Elton John de los setenta, qué quieren que les diga.

Y hasta aquí hemos llegado. Y resulta que tenemos ganas de darle otra escucha. Y eso, siempre es bueno. Y, y, y… Lo valoré con un siete en privado en las primeras escuchas y ahora subiría algo esa nota. No es un álbum definitivo. No es una obra maestra. Probablemente no será ni disco del año. Pero es un muy buen disco de rock and roll.

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