Los últimos golpes, de Comando Suzie

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DISCOS

«Los barceloneses siguen un camino que a veces se borra, pero que es sano y conveniente que se recupere de vez en cuando»

 

Comando Suzie
Los últimos golpes
EL GENIO EQUIVOCADO, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Llámese siniestra, oscura, gótica o dark, pospunk incluso, la música pop que adopta un espectro grave, reposado y denso ha estado a veces muy presente entre el público, otras no tanto, pero ha mantenido una línea de continuidad. Toques electrónicos muy marcados, bajos muy presentes, baterías monótonas y guitarras que lanzan acordes —tensos y angustiantes— con ecos del cine de terror han ocupado secciones en tiendas de discos o bares. En Barcelona hubo en los ochenta y los noventa locales como el Akelarre o el 666, que ofrecían buena música, actuaciones de grupos ingleses y programación local de músicos que no llegaron a salir de sus revistas o ambientes, pero que —si rebuscan lo verán—, tenían hermosas canciones. Demian Recio, por ejemplo, tiene una amplia discografía construida con esos mimbres.

También forma parte de Comando Suzie, junto a Raúl López, que se movía asimismo por esa escena como teclista y programador de algunas bandas, Eva Grace y Èric Palaudàries.

Cuatro canciones depositadas en Myspace hicieron que el sello italiano Punch Records les editara su primer álbum, en el que ya dan la medida de su estética: un sonido de primitivo tecno ochentero, fraseos a lo Gainsbourg o Leonard Cohen y letras de un lirismo romántico, que se acerca a lo trasnochado, pero con toques costumbristas, que en este Los últimos golpes se acentúan. En este minielepé, los parámetros siguen siendo los mismos. Este costumbrismo del que hablamos aparece en “La chica del chándal”, mucho más pop que las canciones a las que nos tienen acostumbrados y con una voz mucho más natural y hasta luminosa. Es la que refleja ese espíritu de adolescente tardío y superado por el mundo, con cierta melancolía, pero con un secreto en su interior. Ese que —bajo guitarras cristalinas y sintetizadores cálidos— nos deja entrever fantasías más oscuras.

“Otra vida” es incluso más ligera o, por lo menos, poco devota de oscuridades, y habla —con un teclado italodisco y un estribillo luminoso— de universos paralelos en que el desamor y las separaciones no existen. Una rodaja de dreampop colorista a la que tampoco nos tienen acostumbrados.

Más característica de ellos es “Marea negra”, deudora de esos grupos de los ochenta, con algo de Décima Víctima o de Parálisis Permanente. Como en ellos, hay un protagonismo descarado de la secuencia rítmica y el retrato de unos adolescentes nihilistas que duermen cada noche abrazados a una caja de ritmos. Más cercana a otro grupo del estilo, Alphaville, es “Mistress”, con una letra que alía perfección con perversión, sumisión y control, y que se desliza bajo un fuerte entramado del synth pop más duro.

También oscura es “Deserto”, en que la letra vuelve a adquirir texturas costumbristas, perfectamente trabadas entre lo realista y lo irracional, y una música que recuerda a La Mode y que en la Península solo llevan adelante ellos, El Último Vecino, Luz Futuro, Ornameto y Delito, Extraperlo y pocos más.

Cierra el disco “Tu fuego”, una nueva estampa del día a día en la que el bajo de Demian Recio es a la vez obsesivo y florido, aunque en esta ocasión se alejan de las coordenadas habituales y añaden unos vientos que siempre aluden a música fronteriza y ofrecen un horizonte lejano que amplían la canción.

Así pues, en esta nueva entrega de Comando Suzie, los ambientes gélidos ya no lo son tanto, a veces se destaca cierta sencillez, aquella que siempre alude a tiempos antiguos. Como los que refleja la portada, un remedo del cartel que promocionaba Vivre sa vie, la película de 1962 de Jean-LucGodard, con una preciosa Anna Karina y con bastante que ver con la temática del disco. Como aquellos años que dejaron una estirpe de grupos que con la electrónica tocaron el corazón, que usaron nuevos instrumentos para definir de nuevo la ternura, el humor en algunos casos, el dramatismo. Los barceloneses siguen un camino que a veces se borra, pero que es sano y conveniente que se recupere de vez en cuando.

Anterior crítica de discos: Chaos magic, de Jaakko Eino Kalevi.

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