Como que nada ocurrió, de Petit Mal

Autor:

DISCOS

«Un disco excelente, lleno de imaginación y no lastrado por mimetismos»

 

Petit Mal
Como que nada ocurrió
DISCOS ESFÉRICOS, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El nombre les viene de la terminología médica. Petit mal es el tecnicismo que se les da a las crisis de ausencia, esas convulsiones breves de los niños que los padres no olvidan en toda su vida. Suso Giménez, su líder, es neumólogo y, por su oficio, está bien encajado el nombre. La música que crean, sin embargo, no presenta ningún tipo de ausencia, sino que está bien centrada en crear canciones bien pulidas, perfectas en su ensamblaje y su barnizado. El muestrario no sigue un patrón definido, sino que cada canción es un universo aparte pulcro y lustroso.

Se ve, especialmente, en los dos cortes en inglés. “Water or snow”, regrabada con Carolina Otero, es un precioso tema de serenidad reconfortante, como si te la estuvieran cantando a ti solo en un mal día. “Plan steel”, la que cierra las doce canciones del disco, es también embelesadora, levemente psicodélica, pero se desarrolla con cambios de ritmo y crescendos que, al cabo, se resuelven en placidez.

También son íntimas y sencillas “Desaparecerá”, con esa encantadora naturalidad de quien hace una canción como habla con un amigo, y “Como si fuera normal”, con una melodía que se enreda en una interpretación serena y magistral, a la manera de CRAG. Pop sencillo, pero efectivo, como se recrea en las bases asentadas y ligeras a la vez de “Para no desesperar”, con su soberbia melodía, de esas que se te engancha y no sabes por qué. Un paso en la misma dirección lo da “Desde el pedestal”, con un aire country rock que lo acerca a La Guardia, ecos que también poseen “Me conoces bien” —con un banjo campestre— y “Mala elección”, canciones de carretera ambas. De otro grupo, El Último de la Fila, deriva “Quizá sea mucho pedir”, con un inicio similar a “Insurrección” y que con dejes más aflamencados podría entrar en el repertorio de Manolo García.

Pero en otros temas se cambian las tornas. En el que abre el disco, mismamente. “Haré como que nada ocurrió” posee guitarras densas, sin que sean omnipresentes, a veces aligeran con unos punteos, el carácter de blues rock potente y bien conjuntado. “El ojo del huracán” tiene algo de rock argentino —o de boogiedylaniano—, con su steel guitar, una letra que empuja el ánimo, un saxo que se abre en el puente y una modulación al cantar que te hace engancharte con ella.

“Partimos de un error” bebe de otras coordenadas, del power pop y toda la estirpe que va de Big Star a Gigolo Aunts, con una guitarra de fondo que crea paisajes emocionantes, como hacían Los Hermanos Dalton o La Granja, llenando las canciones de nostalgia y efervescencia juvenil.

Hace veinte años que se fundaron y han forjado un camino y una obra que trata el pop más íntimo, la americana y sonidos más enérgicos con la misma maestría. Son canciones que hablan de seguir adelante, de conjugar ánimo e ilusión, de no perder nunca, ni cuando se pierde. En este sentido, es un disco excelente, lleno de imaginación y no lastrado por mimetismos. Nos quiere contar muchas cosas, y las cuenta desde sus propias palabras.

Anterior crítica de discos: Phasor, de Helado Negro.

 

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