La otra vida: Igor Paskual, el silencio y los «guajes»

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«Combatir, combatir, la verdad es que no me siento combatiendo nada. Esa categoría la reservo a quienes están en los hospitales o en los supermercados»

 

A Igor Paskual solo se le puede encerrar en casa por temporadas, porque está hecho de asfalto y escenario. Ahora pasa las horas con sus hijos, piensa en los clásicos y tiene unos cuantos planes para cuando acabe el aislamiento. Por Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Igor «Provocador» Paskual (así le he bautizado tras verle en acción en su última gira) es hombre de carretera y escenario, pero también analista deportivo y escritor a tiempo parcial. Ahora ha cambiado casi todo eso por cuidar de sus «guajes», y el segundo de ellos —Mario— es quien dispara la cámara para cazarle con ojos desafiantes y hambrientos. Un tipo atrapado entre la energía del rock and roll y el glam descamisado y la reflexión de un tipo ilustrado, licenciado en Historia del Arte y padre de familia.

Estos días pasa el aislamiento a las afueras de Gijón, esperando para poder empezar los ensayos de su próxima gira con Loquillo y sus bolos solistas. Cuando pueda retomar su actividad piensa trabajar a destajo para «ganar todo el dinero que pueda, por medios legales, a ser posible». Pero el trabajo no es lo único a lo que le da vueltas: «Espero ser mejor persona y me replantearé algunas cosas sobre lo que hago y cómo. Después de esto, nada volverá a ser lo mismo. Y nos acordaremos de lo mucho que nos quejábamos».

 

¿En qué momento profesional estabas cuando se decretó el estado de alarma?
Estaba terminando mi gira de La Pasión según IPk y a punto de comenzar los ensayos para la gira El último clásico. Ha sido un rollo cortar los conciertos porque estaba en un momento muy dulce, con una conexión preciosa con la gente y, además, me había costado muchísimo levantar esta gira. Bueno, esta gira y todo. También acababa de empezar a colaborar diariamente en “De buenas a primeras” de la SER, en la sección de música, pero el programa pese a las dificultades, continúa.

 

¿Cómo te ha afectado esta situación, a nivel profesional?
En lo económico es un absoluto desastre. No solo por los conciertos, también se ha suspendido la Liga de fútbol y mi faceta de cronista deportivo queda en suspenso. Hay cosas que he tenido que aplazar, igual que un par de producciones, pero también hay bastantes cosas que se pueden hacer desde casa.

 

¿En qué ciudad estás, y cómo estás combatiendo esta situación de encierro?
Estoy en Asturias, pero no vivo en la ciudad, sino fuera de Gijón así que para mí es mucho más fácil. Combatir, combatir, la verdad es que no me siento combatiendo nada. Esa categoría la reservo a quienes están en los hospitales o en las cajas de los supermercados. La verdad es que a lo largo de mi vida he salido mucho, demasiado diría yo, así que no me viene nada mal estar en casa.

 

Creativamente, ¿te inspira o te paraliza esta situación?
Lo único que se paraliza es la cuenta corriente, la mía y la de medio mundo, pero en el plano logístico mi vida es muchísimo más fácil.  No hay que llevar a nadie al colegio, ni a extraescolares, ni acompañarlos a jugar sus competiciones, ni viajar para tocar. Encima yo no conduzco. No hay esas interrupciones constantes, así que avanzo con más cosas. De todas maneras, conviene recordar que el primer paso para ser verdaderamente creativo es aburrirse un poco.

 

¿Qué libro, qué disco y qué película y/o serie te han hecho —o te están haciendo— más llevadero el confinamiento?
Bueno, mi confinamiento con tres hijos es muy distinto a si estuviera yo solo y con todo el tiempo del mundo para mí. Con guajes hay mucho que hacer, y además, a mí me flipa estar con ellos. De hecho, creo que los críos son los grandes olvidados de esta cuarentena. Como decía César Rendueles, hasta el presidente Sánchez o los propios informativos se acuerdan, por ejemplo, de los animales domésticos, pero ni Dios piensa en los guajes. ¡No me extraña que nadie quiera tenerlos! De momento, entre encargos, artículos y mi intensa vida infantil, no he necesitado esa ayuda extra para soportar el confinamiento. ¡Ojalá! A ver, noto que estoy más tiempo en casa porque me he puesto a aprender los rudimentos de una caja de ritmos Akai, y eso ya es mucho. No sé si recomendar algo más, ¡la gente está ya recomendadísima! Si hacemos caso a la intensa agenda cultural que nos proponen, ¡seremos el país más culto del planeta! Aunque externamente vamos de minimalistas, por dentro somos barrocos, puro horror vacui emocional. Yo quizá recomiende silencio, un poco de contención, menos y mejor. Con leer o releer a García Márquez y a Valle-Inclán ya tienes garantizado el éxtasis durante meses.

 

¿Has hecho algún otro descubrimiento, sobre algo ajeno o sobre ti mismo?
Sí, claro, es que estamos en un momento muy bueno para observar: todo se ha parado excepto las redes sociales y es como cuando el mar está sin olas y puedes ver los peces. Así, de pronto, te diría que la función de los músicos ha cambiado, porque el público se ha convertido definitivamente en el artista. De hecho, produce muchísimos más contenidos de los que consume y reclama más atención de la que presta. Las bandas somos una excusa, pero ya no el motivo central. Esto es muy bueno para los grupos grandes porque, al estar en contacto con sus fans de una manera tan directa, es imposible darle a su público algo que no les vaya a gustar. Por eso los grupos grandes cada vez son y será más grandes, igual que los ricos más ricos. También ha sido muy bonito ver lo importantes que son las canciones para la gente y cómo lo estético va unido siempre a lo ético. Miles y miles de personas se han grabado a sí misma cantando canciones. ¿Sabes por qué? Para ayudar, para hacer que los demás se sientan mejor. Esto es muy debatible, pero la gente siente que, con las canciones que graba, estos días se hacen más soportables. ¿No es increíble?

Anterior entrega de La otra vida: Soleá Morente y la biblioteca de Enrique.

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