El recital de Madrid (1976), de Raimon

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OPERACIÓN RESCATE

«Una de las grabaciones de canción de autor en directo más originales y de mayor riqueza histórica que se atesoran en el mercado hispanoparlante»

 

Javier Márquez Sánchez recupera hoy un disco legendario de la Transición: el directo El recital de Madrid del cantautor valenciano Raimon. Una rareza histórica, editada en bruto, que presentó ante la multitud en el antiguo Pabellón de Deportes de la capital.

 

Raimon
El recital de Madrid
MOVIEPLAY, 1976

 

Texto: Javier Márquez Sánchez.

 

Por empezar generando un poco de polémica, diremos que para muchos melómanos y eruditos, la música recorre un camino emocional inverso al del cine. Si bien la experiencia más pura del séptimo arte es comunitaria, y radica en disfrutar de una película en la intimidad compartida que supone la sala en semioscuridad ocupada —en una buena tarde— por doscientas personas, la experiencia musical ideal, sin embargo, muchos defienden que está en la pureza impecable de la grabación de estudio, donde ningún grito, coro o palma enturbia o interrumpe la comunión musical. Para estos aficionados, las grabaciones en directo suelen resultar desdeñables en casi todos los casos, y creo que pocos trabajos justificarían más esa postura que El recital de Madrid, doble álbum grabado en directo por Raimon en febrero de 1976.

A lo largo de los 22 cortes de este trabajo, bien podemos decir que la música no ocupa más de dos tercios del minutaje total. El resto son aplausos y sobre todo proclamas, gritos, vivas y una larga serie de voces reivindicativas que suponen el mejor pasaje para viajar en el tiempo con los cascos puestos. Porque yo no recomendaría nunca este disco a nadie que quiera adentrarse en la amplia y exquisita obra del cantautor valenciano, pero sí lo pondría como material didáctico para los alumnos que estudien —si es que aún alguien los estudia— los años de lucha social y política contra la dictadura. Y también para comprobar cómo la música, como sostenía Pete Seeger, puede ser la mejor argamasa para unir almas.

Porque aquel concierto, al que debían seguir otros tres que acabaron siendo prohibidos, tenía una motivación más política que musical. Tras la muerte del dictador, apenas tres meses atrás, aquel recital fue el primer acto en el que se dejaron ver juntos en público la flor y nata de la oposición clandestina. Hasta el momento, las plataformas unitarias actuaban por separado, la Junta Democrática (que movilizaban el PCE y CC OO) y la Plataforma de Convergencia (en torno a PSOE y UGT), pero aquello de que la unión hace la fuerza acabó imponiéndose, y terminaron ganándose el nombre de la ‘Platajunta’. La ‘fila cero’ del recital de Raimon en Madrid, el 5 de febrero del 76, incluía a Felipe González, Marcelino Camacho, Simón Sánchez Montero, Nicolás Redondo, Nicolás Sartorius… y también a Gabriel Celaya, José Hierro, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem y un largo y controvertido etcétera. Irónicamente, algunos de aquellos líderes políticos no vieron con tan buenos ojos a Raimon cuando, ya asentados en el poder años después, el de Xátiva siguió cantando y hablando fiel a sus principios.

 

 

El recital se organizó en las instalaciones deportivas del Real Madrid (Pabellón de Deportes), y una de las riquezas de este registro sonoro es que al margen de las canciones, cuenta con los comentarios del artista, además de las citadas proclamas del público, como las tres grandes bazas para convertirlo en una de las grabaciones de canción de autor en directo más originales y de mayor riqueza histórica que se atesoran en el mercado hispanoparlante (y hasta donde conoce el autor de estas líneas, también del anglosajón). Para empezar, Raimon empieza ligando el recital con el que ofreció en la facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid en mayo del 68, y que acabó con cargas policiales y decenas de detenciones por media capital. Raimon comenta que, ocho años después, espera poder compartir canciones que ya entonces le censuraron en su repertorio.

El directo se abre con uno de los protagonistas del evento, el público, al grito unánime y atronador de «¡Amnistía!», para pasar a los pocos segundos al de «¡Libertad! ». Lo que no trascendió hasta mucho tiempo después es que durante estos primeros minutos, con el artista aún en camerinos, el responsable de la Policía Armada, que rodeaba el recinto, amenazó con gasear el local porque se estaban lanzando injurias al rey y vivas a la República (cuarenta años antes de que un cómico fuese denunciado por bromear con la bandera). En aquella ocasión, la sangre fría de Annalisa Corti, esposa de Raimon, evitó que aquel encuentro acabase en un enfrentamiento al aconsejar al mando policial que consultara a sus superiores antes de adoptar aquella drástica decisión.

Mientras tanto, el concierto daba comienzo. Raimon sale a un escenario desnudo, solo una silla de tijera y un micrófono doble para voz e instrumento. Empuña su guitarra española y viste de oscuro, con los pantalones acampanados de rigor. Arranca con la explícita y rotunda “La nit”: «La noche, es larga la noche… qué larga es nuestra noche». Uno de los aspectos más interesantes de aquella cita es que Raimon ofrece un recital íntegro en catalán, y los miles de hispanoparlantes que llenan el local corean las canciones sin barreras lingüísticas ni prejuicios territoriales. No solo se han repartido libretos con los originales y traducciones a la entrada, sino que el propio artista se encarga de comentar cada canción para que nadie pierda su esencia. El mensaje y la intención importan demasiado.

Así van sucediéndose “T’he conegut sempre igual”, dedicada al político perseguido Gregori López i Raimundo; el hermoso canto al pueblo vasco “El País Basc”, “Sobre la pau”, dedicada al Che Guevara, “T’adones amic”, con su advertencia —tan viva hoy— «Te das cuenta, amigo / que hemos de salir a la calle / juntos, muchos, cuantos más mejor / si no queremos perderlo todo»; y una de sus piezas clave, la básica y épica: “Al vent”, que antes de cantar explica que escribió a los 18 años «con toda la inocencia, pero también con toda la fuerza de la juventud».

 

 

Ya en el segundo disco, “18 de Maig a La Villa” es un emocionante recuerdo de aquel recital en el mayo del 68 madrileño, que viene precedido por dos temas nuevos que se hacen eco de esos tiempos que parecen estar cambiando. “Jo vinc d’un silenci” y “Es veu”, ambos cantos más o menos evidentes sobre una realidad imparable, la del cambio, y especialmente irónico en el segundo caso, con una especie de advertencia bíblica tipo «aquel que tenga oídos, que oiga»: «Afirmamos una vida posible que se ve / donde mires, se ve / por todas partes, se ve». En el disco también hay espacio para uno de los poetas de cabecera de Raimon, el fundamental Salvador Espriu, con “Inici de càntic en el temple” e “Indesinenter”.

El carácter “íntegro” de esta grabación incluye un lapsus del artista cuando pretende cantar, en la primera parte del recital, “Sobre la pau”, justo después de la citada “Sobre la por”, y no consigue encontrar el tono de la composición. Tras un par de intentos fallidos, desiste, y vuelve a retomarla en los bises. Estos llegan en una traca final en la que el público ya estaba tan encendido que comenzaron a ondear banderas rojas al aire sin ningún pudor mientras que, entre bambalinas, la organización se esmeraba por apaciguar a la Policía Armada para que no interrumpiera el espectáculo.

Precedida de la divertida y nada sutil “La muntanya es fa vella” («Algo está pasando hoy / ustedes lo saben / pero no saben qué es / y yo no se lo puedo decir / ¡La montaña está vieja!») y la reconciliadora “Quan jo vaig naixer” («En el año 40, cuando yo nací / creo que todos, todos habíamos perdido / en el año 40»), llegan las dos canciones que cierran el recital, dos de los himnos imprescindibles de Raimon: “D’un temps, d’un país” («De un tiempo que ya es un poco nuestro / de un país que estamos ya haciendo / canto las esperanzas y lloro la poca fe»), y “Diguem no”, ese canto atemporal sobre la esperanza en un mundo mejor que incluye el grito exhortador «¡No creamos en las pistolas! Para la vida se ha hecho el hombre, no se ha hecho para la muerte». Tras estas dos canciones, ante la euforia del respetable, el cantante vuelve al escenario para interpretar la pieza fallida, “Sobre la por” (Sobre el miedo), y terminar con un nuevo “Diguem no” del que se apropian, invitadas y en derecho, las miles de voces que llenan el estadio.

 

 

Al día siguiente, el ministro de la Gobernación, Manuel Fraga Iribarne, emitía la siguiente nota para anunciar que quedaban suspendidos los tres recitales previstos para los siguientes:

 

«A las 22.30 horas del día 5 de los corrientes, y en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, dio comienzo el ‘Festival Raimon’ con asistencia de unas seis mil personas, que ocupaban los asientos del aforo y de la pista, además de los pasillos y accesos, entorpeciendo el desplazamiento del público hacia sus respectivas localidades.

»Desde el principio, el acto se convirtió en una auténtica manifestación política, con exhibición de puños cerrados y gritos tales como «Dolores Ibárruri a Madrid», «Carrillo», «Amnistía», «Libertad» y otros. Al mismo tiempo, se desplegaron banderas rojas, tanto entre el público como en el propio escenario, siendo acogida su aparición con gritos y ademanes de adhesión.

»Posteriormente, en el escenario se expuso una pancarta con los colores anarquistas, y se profirieron frases injuriosas contra Su Majestad el Rey don Juan Carlos I, y ataques verbales contra la policía.

A las 00.15 horas terminó el mitin —“el mitin”, ojo—, abandonando los asistentes el local, no produciéndose incidentes ni manifestaciones.

»Atendidas estas lamentables circunstancias, ha sido suspendido el recital anunciado para el día de hoy y denegada la prórroga para los días ocho y nueve próximos».

 

Este hecho motivó que en la portada del disco aparezca una serie de cuatro números racionales tachados salvo el primero de ellos, el primero de cuatro. Curiosamente, Raimon nunca ha estado contento con esta grabación. Amigo de los directos pero siempre en busca del sonido más puro y exquisito en ellos, dice molestarle en este tipo de grabaciones las ediciones que no controlan el excesivo entusiasmo del público, traducido en largos aplausos, comentarios, vivas, etc.

En ese sentido, este directo salió al mercado sin la revisión ni el visto bueno del artista. Y debemos alegrarnos por una vez, porque esa falta de cuidado, tosca más que torpe, nos regala en este caso un Delorian impagable que nos conduce, en un viaje emocional y sensorial, hasta la fila 1, quizás la 2, de aquel recital de indiscutible significado histórico.

 

Anterior entrega de Operación rescate: Suerte (2008), de Chicktones.

 

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