Diez canciones esenciales de Lucinda Williams

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Estandarte del rock, el folk y el country estadounidense desde finales de los años setenta, Lucinda Williams siempre ha preferido mantener su independencia; y en ese volar libre ha facturado catorce discos y tres Grammy. Un ejercicio de honestidad y rebeldía que suena a música de raíz, y del que Carlos Pérez de Ziriza extrae algunas de sus canciones imprescindibles.

 

Selección y texto: CARLOS PEÉREZ DE ZIRIZA.

 

La cantautora de Luisiana es uno de los nombres imprescindibles de la música de raíz norteamericana desde hace décadas, surcando los caminos del folk, el rock, el country y el blues con una brújula muy propia. Tuvo también siempre fama de rebelde, de ser de trato difícil para cualquier sello discográfico, pero ella defiende que lo único que ha hecho es preservar su autonomía en un mundo dominado por hombres sedientos de poder a toda costa, tal y como nos confesó en la entrevista que mantuvimos con ella para el texto de Cuadernos Efe Eme 31.

Creció idolatrando a Bob Dylan, Hank Williams o Townes Van Zandt, sin apenas modelos femeninos a quienes admirar, porque lo suyo siempre fue más punk (de espíritu) que lo de cualquiera de las grandes damas del country de los ochenta y noventa. Tres Grammy y diecisiete nominaciones, con catorce álbumes de estudio en cuarenta y tres años, jalonan la enorme carrera de este talento nómada, autora de trabajos tan rutilantes como Sweet old world (Chameleon, 1992), Car wheels on a gravel road (Mercury, 1998), Essence (Lost Highway, 2001), World without tears (Lost Highway, 2003) o West (Lost Highway, 2007), ensalzados por la crítica y calurosamente acogidos por un público fiel.

Material para paladares de morro muy fino. Canciones de amor y esperanza, pero también de azufre y muerte. Atávicas, pero a veces también oníricas. Enraizadas, pero también levitantes.

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