Alma (1980), de Luis Eduardo Aute

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OPERACIÓN RESCATE

«Apela al amor y al deseo, y musicalmente es un disco de encomiable sencillez»

 

Días antes de que muriese Luis Eduardo Aute, nuestro compañero Luis García Gil escribió sobre su célebre Alma, que este año cumple cuatro décadas. Ni su autor ni nosotros sabíamos que leeríamos este artículo echando de menos al legendario músico, del que García Gil publicó la biografía Aute, lienzo de canciones.

Este artículo, originariamente, fue firmado así: «Luis García Gil para EFE EME, en el confinamiento, agonizando el mes de marzo de 2020».

 

Luis Eduardo Aute
Alma
FONOMUSIC, 1980

 

Texto: LUIS GARCÍA GIL.

 

Luis Eduardo Aute estrenó discográficamente la década de los ochenta con Alma. La portada nos muestra un primer plano del cantante, sin su inconfundible barba y un semblante serio. Álvaro Feito, en las páginas de Triunfo, le veía en la víspera de la primavera de 1980 como un personaje misterioso y polifacético. Se anunciaba su regreso a los escenarios, con todas las consecuencias, superadas sus reticencias con la industria. De la mano de Luis Mendo, Aute renacía como cantautor pop. Había dejado huellas imborrables de su talento en los setenta, pero los ochenta serán años en los que su repertorio encontrará la respuesta de una audiencia amplia, fruto de esa química indudable que surgió entre el espíritu más introvertido de Aute y la extroversión musical de Luis Mendo. Dos mundos que lejos de colisionar se armonizaron admirablemente.

Mucho de ello está en la frescura inagotable de Alma, en la sonoridad de las canciones que lo habitan. Alma era el disco décimo de Aute, quien ya se atrevía a mostrarse en directo. Así lo hizo a principios de 1980 en el teatro Alcalá Palace de Madrid y ya José Manuel Costa se sorprendía en las páginas de El País del revuelo que un artista aparentemente minoritario causaba entre el público asistente. Un público que además destacaba por su juventud, como si Aute estuviera logrando en los albores de su década triunfal ese necesario relevo generacional que tanto le iba a costar a otros cantautores que naufragan en esa misma década.

Además de Luis Mendo, fundador de Suburbano junto a Bernardo Fuster, la figura del productor musical Gonzalo García Pelayo es también clave en la resurrección de Aute como artista. Ambos aúnan fuerzas en Alma, grabado en el sello Movieplay con la referencia en portada del inconfundible sello Gong. En este disco Mendo y Aute comienzan una relación musical llena de riqueza, de intercambios creativos. Al compositor le gustaba titular sus discos con una sola palabra. En este caso, la apelación a la palabra alma conecta con lo filosófico, pero en Aute importa tanto lo corpóreo, lo carnal como lo etéreo y espiritual. Por eso un disco puede titularse Alma y otro Cuerpo a cuerpo.

 

Las canciones

Las canciones de Aute trazan un discurso epicúreo, pero sustentado en la tradición religiosa que desembocaría años más tarde en un disco como Templo. Alma cobija un mundo interior que se despliega en un contexto de incertidumbre como el que atañe a la España de 1980. Apela al amor y al deseo, y musicalmente es un disco de encomiable sencillez con instrumentaciones de guitarras (entre ellas la de Gaspar Payá), percusiones, bajo, saxo y flauta. Se prescinde del uso de baterías.

En Alma está “No te desnudes todavía”, que encierra ese pop melódico de Aute en una canción de espera amorosa, de dilatar el momento de la pasión, de encomendarse líricamente a los preámbulos. El compositor abraza el romanticismo mesurado en tiempos de vertiginosa movida. «La eternidad es un latido, un solo corazón…». Antes que el deseo estalle, el autor pide dejar reposar los relojes y los apresuramientos.

El Aute del carpe diem amoroso tiene también en este disco reversos más melancólicos, como el de la exquisita “Tarde, muy tarde”, con una sutilísima introducción musical. A quienes una vez se amaron solo les guía el cansancio. Él canta ese derrumbe con infinita ternura, sin desgarros melodramáticos, y con un estribillo evocador de los tiempos en los que el amor se proclamaba sin vergüenza alguna.

Este es un disco redondo, sin altibajos apreciables. “Deseo” juega con la anáfora y la fluidez del verso de arte menor. Deseo es el uno, la idea, el surco que deja una estrella, el espejo, enigma o el verbo que engendra la vida. Y es, a la manera cernudiana, la pregunta que no tiene respuesta.

Aute grabó su décimo disco con la compañía de la canícula del agosto madrileño. Corría el verano de 1980. Eran tiempos inciertos para la joven democracia española, de golpistas en la sombra. De ahí que otra de las canciones, “Libertad”, esté llena de significados palpitantes para aquel momento: «Vivir es más que un derecho, / es el deber de no claudicar / el mandato de reflexionar / que es nacer, que es morir, que es amar, / el hombre, por qué está hecho / y qué eres tú, libertad, / libertad, libertad, libertad». Y más adelante: «El siglo está agonizando / y el testamento que va a dejar / es un orden que quiere ocultar / el preciso compás del azar; / a qué seguir respirando / si no estás tú, libertad. / Libertad, libertad, libertad».

En Alma se canta al deseo, a la libertad y en “Sin ti”, prodigio de canción mínima, al amor de todas las ausencias. Luis Mendo realiza aquí un hermoso arreglo en el que se entremezclan los sonidos de una flauta, de una guitarra o de un violín. Póngase atención en estas joyas más ocultas del cancionero de Aute, que no conocerán revisiones ni recuperaciones, pero que están a la altura de sus grandes creaciones. Canta Aute, desesperadamente: «Dame un motivo para fingir/ que aún quedan motivos para seguir/ viviendo esta muerte que es existir/ sin ti…».

El Aute de los ochenta va asomándose a un lenguaje más coloquial y urbano, progresivamente. Reflejo de ello es la estupenda “Pasaba por aquí” que se convertirá en una de sus canciones de los ochenta más celebradas, bañada en una luminosa nostalgia. “Pasaba por aquí” no están tan alejada en espíritu de “Las cuatro y diez”, una de las grandes canciones de Aute.

El amor tiene en Alma todos los pronunciamientos posibles. “Quiero vivir contigo” es una llamada expectante a la convivencia amorosa. Todo aquí vuelve a fluir de manera extraordinaria. Aute, como hará con otras canciones, volverá a grabar “Quiero vivir contigo” en una de las entregas de ese compendio de su universo que fueron sus Auterretratos, alejándose del arreglo original.

La canción que daba título al disco expone perfectamente su filosofía amorosa: el milagro de dos cuerpos que al encontrarse serán uno, mitad ángel, mitad diablo. Lo pagano, lo místico, lo concreto, la enunciación del silencio como el más bello lenguaje. Para articular su mensaje cita en el disco a Heráclito, a Agustín García Calvo y a Lope de Vega cuando afirma que el alma no es el gobierno del cuerpo.

Aute canta lo concreto del amor habitado, pero también reitera esa mirada al amor moribundo como sucede en “Mirándonos los dos”. Los espejos de la vida muestran el cansancio amoroso de los cuerpos que ya no son febriles en su manera de buscarse y desearse. Aute habla de una prisión que envejece el corazón. Cercano a los cuarenta, el amor se entrevé como luz, pero también como sombra agazapada.

 

Disco de contrastes

Pero Alma no carga las tintas y encuentra momentos en los que se vislumbra ese Aute de los ochenta capaz de firmar canciones de una encomiable ligereza como “Ay de ti, ay de mí”, que incorporan estribillo y recursos en una onda indudablemente pop. La interjección «ay» marca ese aparente lamento del estribillo que es más bien irónico. «Ay de ti, ay de mí, / ni tú ni yo somos culpables / infelices locos que caímos en este amor / que es un error / imperdonable, / ay de ti, ay de mí».

El juego de contrastes que es Alma tiene otro exponente en “De tu ruido”. Asoma una lluvia homicida, una tempestad que marca la otra cara del amor reforzada por el sonido de un piano al principio. Luego la canción cambia, pero la sensación es que Aute plasma otra autobiografía de un fracaso: «Te has ido / y el vacío que me dejas / llena todo lo que ha sido, / como cabe en un segundo / todo la que fuera un mundo compartido / de día y de noche / en aquel derroche / de ansiedad, / bajo la lluvia homicida / con la que regaste mi vida, / bajo esa tempestad / de tu ruido, de tu ruido…».

El disco termina de este modo, dejándonos esa última página de latente desamor. Aute compuso en las delicadas estampas de Alma uno de sus discos más hermosamente reveladores, paradigma de su fructífera relación musical con Luis Mendo que recorrerá, prácticamente, toda la década de los años ochenta.

Anterior entrega de Operación rescate: Heartbreak Station (1990), de Cinderella.

 

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