VS (1993), el difícil segundo disco de Pearl Jam

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TREINTA ANIVERSARIO

«La rabia está presente en los surcos del elepé y sale a relucir con toda su fuerza en canciones crudas que, de entrada, no se lo ponían de todo fácil al oyente»

 

Sobre el segundo disco de la banda de Eddie Vedder regresa hoy Fernando Ballesteros, para recordar cómo se convirtió en un éxito de ventas y masas gracias a unas canciones ásperas pero adictivas e inspiradas. Un trabajo que agudizó esa leyenda sobre la rivalidad, real o ficticia, entre Pearl Jam y Nirvana, que sobrevolaba constantemente el ambiente de aquel tiempo.

 

Pearl Jam
VS
EPIC RECORDS, 1993

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Muchos de los chicos que triunfaron cuando comenzaba la década de los noventa tuvieron un denominador común: el éxito les sorprendió, en muchos casos arrolló y, finalmente, les enfadó muchísimo. En realidad, fueron las servidumbres asociadas a ese reconocimiento masivo las que les hacían  fruncir el ceño. Y ese descontento, esa actitud hostil hacia su nuevo status, se consolidó en el siguiente paso: el disco tras el boom. En el caso de Pearl Jam fue el segundo, ese trance tan complicado en la historia de cualquier banda y más cuando has despachado unos cuantos millones de copias de tu debut.

El 8 de octubre de 1993 se publicaba VS, el disco del que hablamos hoy. Las canciones habían sido gestadas entre giras, inmerso el grupo en el ritmo frenético al que te conduce estar en la cumbre. Y por ahí, por esa insatisfacción, por ese cansancio, se filtraban las nuevas composiciones de Pearl Jam. La crítica y los fans recibieron el álbum con los brazos abiertos. Ellos, a estas alturas de la película, estaban metidos en mil batallas. La principal, la que dio más que hablar, fue la que la que les enfrentó a Ticketmaster. Eddie Vedder y los suyos eran la oveja de la portada que trata de salir de su encierro. Y lo hacían luchando y creando.

La rabia está presente en los surcos del elepé y sale a relucir con toda su fuerza en canciones crudas que, de entrada, no se lo ponían del todo fácil al oyente. Pero Pearl Jam eran capaces de empaquetar temas perfectos, de esos que se cuelan en las listas y que les emparentaban más con el rock clásico, que con cualquier otra etiqueta alternativa con las que se les asociaba aquellos días.

 

Respondiendo al éxito con rabia

Para abrir, “Go” es una buena demostración de lo que va a deparar el disco y “Animal” tres cuartos de lo mismo. Los riffs de estas dos primeras canciones son inmediatamente reconocibles y se convierten en el vehículo perfecto para que Vedder lance poderosos y airados mensajes de denuncia. La suavidad y el infalible gancho melódico llega de la mano de “Daughter”, que se convirtió en un hit instantáneo; lo normal, porque tenía todos los ingredientes para ello.

VS es uno de esos discos que comienzan de una forma tan arrolladora, que cuesta avanzar con la confianza de que vas a continuar encontrando virtudes en las siguientes canciones. Pero, aparte de enfados, líos y alienación, conviene dejar claro —porque aún no lo he hecho— que la banda se encontraba en un momento de total inspiración. En “Glorified G” se reduce algo la tensión y hay algo más de juego, con esos coros distintos y atractivos, y “Dissident” tiene todo lo que se le puede pedir a una buena canción de Pearl Jam, tanto, que por ahí revolotea el espíritu de “Alive”. “W.M.A”, un alegato sobre el racismo de las fuerzas policiales, convence con el bajo de Jeff Ament y la batería de Dave Abbruzzese marcando el camino de las guitarras de Mike y Stone, además de un Vedder que lo vive y lo transmite. El chaval en directo, entre canción y canción, se ponía pesado, se iba algo largo, todo hay que decirlo; pero cuando se trataba de interpretar, estaba sembrado.

Todo el grupo lo estaba. Y si algo les podía faltar para encontrar el camino en el estudio, tuvieron el acierto de recurrir a las manos de Brendan O’Brien para ejercer como productor. Uno escucha el álbum y tiene la sensación de que aquello suena como debe. Así de simple. “Rats” es otra buena demostración, con Eddie dejándose la garganta, igual que hace en la punk “Blood” o en el derroche rítmico de  “Leash”. Pero todas ellas palidecen ante “Rearviewmirror”. Ahora que han pasado treinta años, echamos la vista atrás y rescatamos canciones que ya pueden ser consideradas clásicos. Y esta lo es, por todo: por la intensidad, por la melodía, porque uno recuerda lo que era la música que tanto vendía en 1993 y es difícil encontrar una que represente mejor todo aquello. Un himno.

Los momentos más relajados del disco llegan al final. Primero con la melancolía acústica de “Elderly woman behind the counter in a small town” y, más tarde, con el poderoso cierre de la emotiva “Indifference”, toda una demostración de sensibilidad que, con el paso del tiempo, cobró nuevos significados.

La  grandeza de VS radica en la naturalidad con la que, a pesar de todos los obstáculos, fueron capaces de darle forma a una colección de canciones que continúan la senda de su primer disco y se expande por nuevos territorios. Vedder es capaz de darle más profundidad a sus textos y la música recoge los rasgos de Ten para llevarlos un paso más allá. Quizá, la vorágine en la que se encontraban metidos no fuera el hábitat más adecuado para crecer en lo artístico, pero ellos supieron sobreponerse. Si atendemos a sus declaraciones, no parece que el reconocimiento multitudinario fuese su gran preocupación, pero, el hecho, es que las ventas hablan por sí solas. El disco vendió más de un millón de copias en su primera semana en los Estados Unidos, poco más que añadir.

 

Pearl Jam y Nirvana, una rivalidad que nunca existió

O sí, igual sí podemos añadir algo. Por ejemplo, que le ganaron la supuesta batalla comercial a Nirvana. Porque In utero VS vieron la luz con semanas de diferencia y el disco de Pearl Jam escaló más y con mayor rapidez que la continuación de Nevermind. Entonces… ¿Ganaron la batalla? Yo diría que no, porque no había tal confrontación. Nirvana y Pearl Jam jugaban en ligas distintas y Kurt Cobain siempre se encargó de dejarlo claro. Ya podía meterse Eddie en mil batallas quijotescas, o quejarse del éxito, o de lo incómodo que era ver su careto en las portadas de las revistas, que un simple gesto de Kurt significaba mucho más. El líder de Nirvana despreciaba a Pearl Jam, los calificaba como un grupo de rock corporativo. En realidad, sus reservas iban más dirigidas al resto de miembros de la banda que a Vedder, con quien terminó reconciliándose y bailando en una entrega de premios de la MTV. Siempre me resultó curiosa esta relación de respeto y admiración que solo funcionaba en una dirección, la de Eddie hacia Kurt, pero no a la inversa. Aquello no hizo más que alimentar una escena y un momento que vivimos jóvenes y emocionados. En realidad fue bonito.

Y yo nunca diré nada contra aquellos primeros Pearl Jam, pero para definirlo de una forma respetuosa: estaban mucho más cerca del rock clásico destinado a llenar estadios, que al mundo del que provenía Cobain y a cuya ética siempre se sintió ligado.

Hecho este paréntesis, y volviendo a VS, el brutal éxito comercial del disco hizo más grande el nombre del grupo y su siguiente paso discográfico, Vitalogy, fue otro acierto, una nueva prueba de que la esclavitud de los millones vendidos no les influía a la hora de crear sus nuevas canciones. Aquellos tres primeros álbumes son una maravilla y responden a una evolución, coherente y nada cómoda, para sus creadores. Más bien bastante arriesgada. Pero ahí terminí la trayectoria ascendente. Hoy no me detendré en analizar, siquiera por encima, la carrera de la banda. Solo diré que nunca han estado cerca de igualar sus logros iniciales. Algunos perdimos la esperanza de que eso sucediera hace más de dos décadas.

Anterior entrega de 30º Aniversario: Exile in Guyville (1993), de Liz Phair: la chica que replicaba a los dinosaurios.

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