Un gusano en la Gran Manzana: Más envoltorios, menos tiendas

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“Canallas, corsarios, sinvergüenzas que cobraban a cambio de música, mientras que, aleluya, sus infectos antros, ejemplo del capitalismo rapaz y el saqueo del acervo cultural de las clases populares y la codicia de las disqueras y blablabá desaparecen en favor de vibrantes tiendas de ropa y yogurt helado y demás victoriosos ejemplos propios de un paradigma cultural tan arrebatador que provocan ganas de exiliarse al Ártico”

 

Julio Valdeón lamenta el cierre de Sounds, la última superviviente de la decena de tiendas de discos que había en el East Village neoyorquino, y se plantea el sentido último de las grandes ediciones discográficas.

 

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

 

–22 de septiembre
Cierra Sounds, última tienda de discos en St. Marks, arteria del East Village, en la que un día hubo hasta una decena de establecimientos similares. Otro motivo de celebración para los amantes de la cultura, felices al constatar la extinción de aquellos espantosos locales comerciales especializados en vender obras de B.B. King, los Beatles o Roxy Music. Canallas, corsarios, sinvergüenzas que cobraban a cambio de música, mientras que, aleluya, sus infectos antros, ejemplo del capitalismo rapaz y el saqueo del acervo cultural de las clases populares y la codicia de las disqueras y blablabá desaparecen en favor de vibrantes tiendas de ropa y yogurt helado y demás victoriosos ejemplos propios de un paradigma cultural tan arrebatador que provocan ganas de exiliarse al Ártico. Aunque solo sea porque, libre de internet, no estaré todo el santo día borrachito de bilis cada vez que doy de bruces con el comentario de guardia en favor de la piratería y sus benéficos efectos en el cuerpo social. Esos abogados, bien untados por las telecos. O ni siquiera, apenas tontos útiles. Y políticos cobardes. Y los listos de Apple y cía. Más los opinadores profesionales, el buen pueblo, que armado con nick que tape la vergüenza de su indigencia intelectual jalea el primer y único signo del hundimiento del capitalismo, vivito y coleando en todo (¡y afortunadamente!), excepto en el triste caso de la cultura. Yo, lo juro, quería escribirles sobre algún delicuescente y dulce y delicado disco y sus canciones como gotas de plata y lluvia en los charcos del cielo y sus arreglos orquestales y el viento que sabe a canela y sopla entre sus versos. Qué le vamos a hacer. Noticias así te recuerdan que los autores de ese hipotético y ardiente disco no cobrarán un céntimo de quienes lo escuchen, y así no hay forma de activar mi muy legendaria y mercurial veta poética.

 

–24 de septiembre
Sony y Bob Dylan publican el volumen 12 de las «Bootleg series». En tres formatos, del doble a la mastodóntica caja con dieciocho discos. Yo no quiero criticar esta empresa. Soy el primer interesado en que las reediciones sean enciclopédicas y que la música reciba un tratamiento equivalente en rigor y seriedad a la gran literatura, etc. Pero los mejores cortes, los inéditos que Bob registra en hoteles durante la brutal gira del 66, solo serán accesibles en la caja de dieciocho rodajas. Con una tirada de 5.000 ejemplares. A un precio de 600 dólares. Un poco excesivo si el trocito de celuloide de «Don’t look back» y la reproducción de los nueve singles en mono de la época te interesan, claro, pero no tanto como las canciones inéditas. Si estas las venden por separado como descarga, cierro el ordenata y me callo. Pero todo tiene un tufo multiplicado a las «Bootleg series Vol. 8». A la operación comercial de «Tell tale signs» y su codiciado tercer disco, en la edición especial, por 130 dólares (el doble, diecinueve). Comprendo y asumo la necesidad de prolongar el copyright. Me parece muy bien que el arte de ese señor genial llamado Dylan le reporte dinero a él y no a cualquier otro. Ni por asomo enmiendo lo escrito en la anterior entrada. Si acaso lamento no ser rico. Me parece muy bien que cada cual gane pasta, dentro de la legalidad, como pueda y quiera. Otra cosa es si no podrían editar una cajita menos opulenta. Una que incluyera las citadas canciones. Pero claro. Más allá de los objetos para coleccionistas, las fotografías, los libros ilustrados de trescientos páginas, etc., lo que realmente importa al comprador es la música.

Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Contra Mississippi.

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