Un amor cualquiera, de Jane Smiley

Autor:

LIBROS

«Una obra triste, triste sin razón especial, como esos días nubosos que, a veces, en parte, reconfortan»

 

Jane Smiley
Un amor cualquiera
Sexto Piso, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Los Kinsella eran una familia feliz. Una casa con jardín, cinco hijos y una posición respetable en su zona. Sin decirlo explícitamente en la novela, la zona es la ciudad de Dubuque, en Iowa, a pocos metros de las fronteras con Wisconsin e Illinois que crea el Mississippi. En el Eagle Point Park de esta ciudad, que domina sobre el río, transcurre uno de los episodios más significativos de esta novela corta; no solamente por sus ciento veinticinco páginas, sino porque es un único suceso el que hace explotar los recuerdos. No hay extensión, como en la novela al uso, más bien una intensidad melancólica que repta, escondida.

Veinte años atrás, Rachel fue abandonada por su marido. Un día, sin ella saber nada, se encontró con que su casa había sido vendida y que los niños habían sido llevados al Reino Unido. Tardó un año en volver a verlos unos instantes. Todo lo que iba sucediendo con ellos era para ella el vacío, el silencio. El silencio en que, aunque tres de los hijos del matrimonio, ya adultos, pasen con su madre un fin de semana, todavía lo imbrica todo. El pasado está cerrado con candado, pero es un candado muy frágil.

Joe y Michel son gemelos. Este último ha vivido una temporada en la India como profesor de matemáticas y es la primera vez que regresa, cadavérico, en dos años. Ellen, que vive a poca distancia y con un marido lleno de ilusiones caprichosas —la última, sacarse el carnet de piloto de avioneta— y dos niñas, los acompaña.

Todo está preparado para que una conversación banal en el jardín lleve a que se levanten los secretos. No esperen intriga, lo que encontrarán es algo terrible contado de modo extremadamente tierno. Es evidente que no puedo desmenuzar, pero poco a poco, se nos devela que nadie resulta inocente, que todo se desvanece, que somos marionetas de los caprichos. Y eso lleva a la imagen de cinco niños que estremecen al lector por cómo se enfrentan a un día especialmente desvalido.

Sí, es una obra triste, triste sin razón especial, como esos días nubosos que, a veces, en parte, reconfortan. Y triste por ver cómo las historias son una réplica sin final del pasado y que cualquier felicidad no es más sólida que una pompa de jabón.

Anterior crítica de libros: Cuando Darevil se llamaba Dan Defensor. Historias de Ediciones Vértice, de Alfons Moliné.

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