Tu sonrisa sin temblar, de Víctor Colden

Autor:

LIBROS

«Una novela de adolescentes, pero no para adolescentes, sino para todos los que tengan la sensibilidad de las emociones»

 

Víctor Colden
Tu sonrisa sin temblar
PRE-TEXTOS, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Lo primero que destaca de la novela de Víctor Colden, cuando uno lleva unas cuántas páginas leídas, es que está muy bien escrita. Con precisión, cada palabra aparece en el momento adecuado, cada escena tiene la justa envergadura, cada secuencia, el pulso secreto de la esperanza adolescente. Porque “Tu sonrisa sin temblar” —el aficionado al pop español lo entenderá perfectamente— es una novela de adolescentes, pero no para adolescentes, sino para todos los que tengan la sensibilidad de las emociones. O simplemente emociones. Las mismas que recuerdan a veces la prosa de Luis Cernuda en Ocnos, o a ese mundo sencillo y nostálgico de La Buena Vida. Y la poesía, una poesía que para esos adolescentes era también una manera de descubrir el mundo. Y lo hacen con lecturas como Huir del invierno, de Luis Antonio de Villena, que da las claves de la educación sentimental de toda una generación.

Fijemos la mirada en esa época insegura, pero en la que parecía forjarse algo, que fueron los primeros ochenta. Es septiembre de 1982, el inicio de un curso en el que los colegios comienzan a ser mixtos. Yo también lo descubrí por esos años. Era fascinante. De repente, dos sexos incomunicados, por lo menos en las aulas, donde se concentra gran parte del aprendizaje, se veían. En esas aulas espera algo Michi Torozán. Y llega Virginia, callada y hermosa, narradora de historias en que la fantasía es verdad en ella, novia de su mejor amigo. Muchos años después, Michi recuerda aquellos años.

Unos años es que la música era muy importante. Y hay una columna vertebral que sostiene las amistades: los discos de The Jam. Su separación, por aquel entonces, resulta traumática. La escucha de “Start!”, esa canción que tenía el inicio del “Taxman” de los Beatles, le resulta glorificante y compacta al grupo de amigos de las aulas, falangistas, filósofos en su torre de marfil vía enfermedad, punkis con inteligencia aguda, ambiguos con alma de veleta. Los personajes masculinos, que al fin y al cabo focalizan todo, están perfectamente trabados.

También hay una presencia importante de la metatextualidad. Michi ya es muy adulto cuando se decide a escribir la historia, pero uno de los temas es la propia historia. ¿Cuándo comienza? ¿Dónde acaba? Nunca se puede de saber. Las descripciones son brillantes, escuetas pero llenas de elegancia, y los datos sobre cómo construir un texto se enlazan con otra de las médulas del libro: la creación de una revista escolar, alternativa a la del instituto, que a la postre se va a convertir en un mecanismo explosivo.

Sociológicamente también es interesante. Habla de conflictos en la calle, de las acciones de ETA, de la relación en las aulas, de pintadas contra profesores, de los grupos musicales establecidos y de los que forman los amigos, de Tres sombreros de copa, del Rastro, de pasear con cien pesetas en el bolsillo como definición de libertad. Todo se alía, Retorno a Brideshead con los Sex Pistols, El lobo estepario con multitud de películas de la época.

No existe un argumento claro más allá de ser crónica de una época, de lo que fuimos, de la amistad. Todo se resuelve en conversaciones y estampas. No importa, lo que queda es la calidez de una adolescencia clara que se empaña a veces, como un cristal. Son jóvenes como éramos entonces y como ya no son ahora, que amaban la soledad, que tenían urgencia de que pasara algo, que eran también extravertidos y pedantes e insolentes, que —entonces— eran devotos de la nueva ola. Adolescentes en que los sentimientos eran un misterio y una iluminación. Cualquiera que lo haya vivido se reconocerá.

Anterior crítica de libros: Los 100 mejores discos del rock español de los 60 y 70, de César Campoy y Juan Puchades.

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