“Todos los chicos y chicas”, de Fernando Márquez

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LIBROS

 

 

fernando-marquez-Todos-los-chicos-y-chicas-24-08-17

«Todo resulta un fallido delirio, lo que antes era frescura casi vanguardista se convierte en un locura envuelta en un tono ‘arty’ que mata al texto»

 

Fernando Márquez
“Todos los chicos y chicas”
LIBROS WALDEN

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si quisiéramos mostrar a alguien manifestaciones de aquella explosión creativa que alrededor del año 80 detonó en nuestro país, nos faltaría literatura. Podríamos hacer un paquete ingente con música, una buena exposición de pintura y un ciclo de cine; pero la palabra escrita ocuparía un rinconcito medio vacío. Quizás el carácter callejero y nervioso de estas manifestaciones no diera margen a la reflexión que exige la palabra, más lo cierto es que el reflejo en la narrativa de aquellos años aparece en textos escritos muy a posteriori. Podríamos salvar algo de Almodóvar escrito por encargo, sobre todo relatos en revistas y alguna obra –escasas y breves– de El Zurdo, como este encaje de cuentos de nombre prestado por Françoise Hardy.

Curiosidad, sin ser una novela de tono erótico accedió a las últimas rondas en la primera convocatoria de “La Sonrisa Vertical”. Carlos Berlanga indicó al autor que su papá iba a ser miembro del jurado, y de hecho si no ganó fue por el rechazo tajante de Juan Marsé a la prosa nuevaolera, porque si algo representa “Todos los chicos y chicas” es la música moderna, la del año 80. Y no solo porque salga un grupo musical más cercano a Radio Futura que a Kaka de Luxe por sus jueguecitos electrónicos, sino porque todos los personajes parecen salir de canciones de la época. Hay antropofagia, adolescentes fatales, hipermercados, actrices en decadencia, pandillas y grupos…

Sin embargo, la ambientación está bastante lejos de las canciones que componía el autor de aquellas en Paraíso. El estilo es mucho más ligero y no existe ese toque de elitista decadencia con el que jugaría en sus letras; por el contrario, en ocasiones, se nos desvela su especial mundo cultural en literatura o cine. Digamos que son caminos paralelos y que la novela se ve obligada a reflejar unas calles y unos personajes escondidos bajo seudónimos –da las claves en el prólogo y son todos conocidos–  que interactúan de manera bastante similar –aunque hiperbólica y deformada– a la que ha pasado a la leyenda.

Situémonos quince años después. El Zurdo vuelve a tener uno de esos impulsos creativos con los que funciona, siempre a rachas, e integrado en el fanzine “Mondo Brutto” decide reconstruir el texto desde esa nueva etapa de terrorismo e iconoclasia cultural. Así que la historia tiene dos versiones, esta segunda atenta a nuevos condicionantes. Por ejemplo, ya no hay música, sino locura fanzinera bajo la misma trama. Y todo resulta un fallido delirio, lo que antes era frescura casi vanguardista, en esta segunda versión se convierte en un locura envuelta en un tono ‘arty’ que mata al texto. Los personajes ya no son conocidos, así que ese regusto familiar también se pierde. Lástima, con la versión original hubiera sido una buena y aislada muestra de cómo fueron los años ochenta, de la calle de los noventa ya se encargarían los Loriga y Mañas. Pero nuestro autor, como siempre, ha sido capaz de lo mejor y de lo peor.

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Anterior crítica de libros: “El misterio del amor”, de Joan Miquel Oliver.

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