Todo forma parte del plan, de Marisa Adal

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LIBROS

«La plasticidad es uno de los puntos más interesantes, ya que Marisa Adal parece haber escrito una película»

 

 

Marisa Adal
Todo forma parte del plan
CAZADOR DE RATAS, 2020

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.

 

La primera novela de Marisa Adal respira alrededor una canción que va desarrollándose a lo largo de la historia de su protagonista, un compositor de cuarenta y un años que anda persiguiendo una letra después de haberse despertado con una melodía en la cabeza, parecido a Bad Blake en Corazón salvaje.

Todo forma parte del plan es un libro honesto de una autora que ha volcado en el papel su patrimonio: música, cine clásico y el retiro en una casa del norte. Las referencias musicales y literarias, aunque notables, son sutiles aquí. Incluso puede reconocerse a Quique González en algunos momentos: mención al Wildflowers de Tom Petty, uno de los discos favoritos del cantautor madrileño; el par de paquetes de Chester, recordando a “7/11”; una canción inspirada en Habitaciones separadas, de Luis García Montero; el Ford Capri; la Gibson J-45; el motel Los Ángeles; la relación con su padre, subtrama clave en Todo forma parte del plan

En lo literario, Miguel Hernández, Anne Carson, Lorca, Walt Whitman… Y Louis Malle, John Wayne, Gregory Peck, John Ford, Sam Peckinpah, Howard Hawks, Nicholas Ray, Timothy Hutton o John Houston en lo tratante al séptimo arte. Figuras del imaginario de Marisa Adal que nutren la lectura de lugares comunes por donde transcurren personajes con un importante peso emocional sobre el protagonista, un tipo que ha estado enfadado con el mundo y ahora busca la redención.

No falta tampoco la relación chico-chica, puntos cardinales para este músico: el pasado, el futuro, el sexo y la muerte, porque la pérdida es un elemento de trasfondo en Todo forma parte del plan, tal vez por lo que significa, pero sobre todo por lo que provoca.

Como ser introvertido, este Ulises de vuelta de casi todo vive en una soledad solo interrumpida por su mejor amigo, los «chicos» y las ocasionales visitas femeninas. Sin embargo, tiene dos refugios más: su furgoneta, una Volkswagen T2 del 73, y el Bluebird, el club al que acude para ungirse las heridas con bourbon y donde el propietario trata a sus borrachos como viejas estrellas de rock and roll. Y para las resacas, el rompeolas de Santa Clara, pueblecito ubicado en el norte de la península que hacía varias décadas era «un erial que parecía sacado de una película del Far West» hasta que una comuna hippie lo rescató del olvido.

Con todos estos colores la autora dibuja escenarios detallados y momentos físicos, también sexuales, sin abusar de los adjetivos. Una gota de limón resbalando por el ombligo, la niebla de madrugada, el humo del tabaco, el revuelo de un hospital… La plasticidad es uno de los puntos más interesantes en Todo forma parte del plan, ya que Marisa Adal parece haber escrito una película. De hecho, esta obra tiene hasta su propia banda sonora: Bob Dylan, Lucinda Williams, Johnny Cash, Damien Rice, Robe, Joe Henry, Joan Baez, Leonard Cohen, María Dolores Pradera…

Por poner alguna pega, apenas 144 páginas asfaltan Todo forma parte del plan, cosa que tampoco es negativa, porque es preferible condensar bien una historia que estirarla. Y es un debut, las influencias son más palpables, pero es una condición que tampoco resta cuando el trabajo está bien ejecutado.

 

Anterior crítica de libros: Baricentro, de Hernán Migoya.

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