Los 100 mejores discos de rock en directo, de Tito Lesende

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LIBROS

«Un impecable equilibrio entre forma y fondo, entre lo didáctico y el juicio estilizado»

 

Tito Lesende
Los 100 mejores discos de rock en directo
EFE EME, 2020

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Parece casi un acto de arqueología, o de suma temeridad, dedicar un libro entero a los discos en directo: esos artefactos sonoros que, en plena era YouTube, con la inmediatez como máxima divisa reinante al servicio de esa masa informe de información que todo lo cubre —al alcance de un clic— y el formato físico reducido a la categoría de memorabilia para nostálgicos, parecen más abocados que nunca a habitar en la categoría de objetos escasamente útiles. La sensación se acrecienta ya no solo por el declive irremediable del formato, sino porque muchos de esos históricos álbumes en directo se solventaron como trámites contractuales, como tentempiés en espera de una inspiración esquiva o como una simple forma de ir ganando tiempo (y haciendo caja) recurriendo a la ley del mínimo esfuerzo, exprimiendo la fe del fan completista o incluso la curiosidad del advenedizo que podía tener a su alcance una suerte de greatest hits embravecido por el hervor ambiental del estadio de fútbol o del pabellón deportivo.

Son elementos que podrían jugar en contra, pero una de las tesis que subyace a lo largo de estas más de 200 páginas es que muchos de estos discos tuvieron la virtud (o el sentido de la oportunidad) de plasmar para siempre, de congelar en el tiempo, esa foto fija tan aparentemente inaprensible que es el momento de máximo fulgor de un puñado de músicos en el pico de sus capacidades, exponiendo de forma inmejorable sus argumentos ante miles de personas en instantes, de por sí, irrepetibles, como lo es cualquier actuación en directo.

El periodista gallego Tito Lesende se aplica con determinación al empeño, e invita a la recuperación de un puñado de discos poniendo en duda su carácter accesorio. Convencernos de la necesidad de rescate de todas estas obras requiere una labor modélica, y él la aborda: no solo desmenuzando al detalle las circunstancias en las que fueron gestados, sino también analizando lo que representaron en el contexto de sus obras, resaltando el papel esencial de su plantel de instrumentistas (esos secundarios de lujo a quienes tan poco foco se concede), los retoques que se hicieron a posteriori en el estudio (inapreciables para el oyente, a menos que se especificaran en los créditos, algo poco probable) y, lo que aún se agradece más, especificando cuál fue su impacto comercial y de crítica en nuestro país, uno de sus principales valores añadidos.

Porque los cien discos aquí abordados son foráneos, no hay presencia española (¿quizá para un próximo volumen?), y prácticamente todos fueron facturados cuando el rock aún cifraba gran parte de su liturgia en el fragor del escenario, entonces —años 70 y 80, fundamentalmente— un catalizador de primera magnitud para los músicos punteros, un dinamizador de alardes de virtuosismo rayante muchas veces con lo testosterónico, de ahí la escasa presencia de mujeres (están Rickie Lee Jones, Kate Bush, Marianne Faithfull o Sleater-Kinney) y la abundancia de adalides del macho rock en un listado que va de Led Zeppelin, Ted Nugent, Bob Seger o Lynyrd Skynyrd a Beatles, Springsteen, Ramones, Dylan, The Cramps, The White Stripes, Nick Cave, Jeff Buckley o Nirvana.

El tono que emplea Lesende mantiene un impecable equilibrio entre forma y fondo, entre lo didáctico y el juicio estilizado, con valoraciones tan impagables como describir la escucha del Metallic KO (1976) de Iggy & The Stooges «como introducirte en un saco con un gato, una pistola y Eduardo Inda».

Anterior crítica de libros: Todo forma parte del plan, de Marisa Adal.

 

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