Love and squalor, de J’Aime

Autor:

DISCOS

«Condensa en cuarenta minutos toda la historia del pop, cálida y consoladora»

 

J’aime
Love and squalor
JABALINA, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si no existieran músicos como Jaime Cristóbal en España habría que inventarlos. Cambio la premisa, hay un escaso puñadito de músicos como él. Hay que inventar más. Su amplia, desbordante cultura sobre todos los estilos habidos y por haber —escuchen su popcasting y aprenderán, ya lo creo— se ve traspasada a una delicadeza, un cuidado en alcanzar el sonido perfecto, el maridaje compacto entre todos los elementos que hacen emerger la canción, como pocas veces se han visto en nuestro país. Él y un grupo de científicos de la emoción en la música sostienen esa pequeña escena de aire sesentero, pero sonido y espíritu modernísimo.

Cualquier artista lo sabe muy bien. Si quieres innovar, pégale un vistazo a la tradición de vez en cuando. Aquí la tradición se llama Burt Bacharah y Beach Boys, se llama sunshine pop y se llama folk-rock. Y se llama cientos de canciones bonitas, en singles perdidos, que van creando poso y solera en el creador. Más allá de lo obvio hay océanos. Así actúan maravillosos desconocidos como Wild Honey, Os Peregrinos, Roger Sincero o Javier de Torres, cada uno en su barco, cada uno a su manera, pero todos intentando imprimir pasado y personalidad a su música.

Así que si coges cualquiera de los discos de estos navegantes, te encontrarás con montones de estrellas que los sitúan. En el de J’aime, la apertura con “Lonewolf” bascula entre el folk delicado, Honeybus, las playas de California y James Taylor; por poner cuatro entre cientos de estilos preciosistas y elegantes.

Si decimos que su cultura musical es amplia, es evidente que el disco ha de abordar diferentes paisajes. En “Tell me not to weep” la ambientación es un tanto más oscura, y una voz grave, a lo Johnny Cash o Roy Orbison, despliega uno de esos estribillos que suben, unas cuerdas y la serenidad de una guitarra. Pone los pelos de punta. En la otra orilla, “700.000 Records”, el single, cantada junto a Françoiz Breut, fría y electrónica, más cercana a Souvenir, su otro proyecto.

Recorre otros caminos. “Second best” es un trallazo nuevaolero, llena de poderío pop, que no desmerecería en el repertorio de Paul Collins o Elvis Costello, y “Put your lips” es una pura delicia años 50, high school para encandilar corazones. Jaime Cristobal debería trabajar en el Brill Building.

Es un disco también que pinta determinadas canciones de melancolía. Eso lo sabe hacer muy bien. “Toutes les femmes et aucune” tiene esa base country de ciertas canciones de Françoise Hardy y la pulcritud serena de los Magnetic Fields de 69 Love songs, y unos arreglos que son pura magia. Porque también es un disco con montones de detalles: la guitarra que le hace un cómodo colchón a la voz en “Summery pop feeling” o el riff magnético de “Sydney creeps” son buenos ejemplos.

Queda una impresión gozosa tras escuchar el disco. La impresión de que J’aime no solamente ha grabado un disco plenamente disfrutable, sino que ha condensado en cuarenta minutos toda la historia del pop, cálida y consoladora. La impresión de que es un ensueño.

Anterior crítica de discos: María Lionza, de Pantanito.

Artículos relacionados