Todo, de Janne Teller

Autor:

LIBROS

«La prosa de Janne Teller pega bocados a lo establecido y destruye prejuicios con la efectividad de una bomba nuclear»

 

Jane Teller
Todo
SEIX BARRAL, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Janne Teller publicó hace doce años una novela que causó polémica, aunque no en España, a la que llegó años más tarde y tampoco se le hizo mucho caso. Teller había trabajado para la ONU, resolviendo conflictos humanitarios en Tanzania, Mozambique o Bangladés, pero en 1995 dejó su trabajo, con el afán de dedicarse plenamente a la literatura, ensayos y relatos principalmente, hasta que llegó Nada. Nada es la historia de un adolescente que expande mensajes nihilistas, subido a un ciruelo en el patio de su casa, y de la respuesta de sus compañeros que, para demostrarle lo equivocado que está, recopilan objetos que demuestran que vale la pena vivir. La novela, que en el fondo es un estudio sobre los valores en la vida y en el arte, va derivando hacia un final tormentoso, cruel, descerebrado, sin salirse nunca del propósito inicial. La crudeza de su trama hizo que fuese censurada, prohibida o apartada de los colegios, por tanto de los adolescentes, en países que parecen capitalizar la exclusiva de la democracia y la libertad.

Hace ahora diez años apareció lo que semejaba ser su contrapartida: Todo, traducida ahora por Seix Barral, que no es su contrapeso, sino un conjunto de ocho relatos que vuelven a plantear preguntas incómodas, cuestiones que parecen descolocarnos, acercarnos a lugares donde nos sentimos incómodos. La prosa de Janne Teller pega bocados a lo establecido y destruye prejuicios con la efectividad de una bomba nuclear. En los relatos hay una irregularidad que se manifiesta según avanza la lectura; no todos son compactos, hirientes, pero los que tienen radio de alcance lo tienen de muchos kilómetros.

“Luz amarilla” es de los más conseguidos. En su inicio se describe una familia tipo, en la que el padre, que trabaja de encargado de una gasolinera, empieza a llegar tarde a casa tras el trabajo. Por otro lado, el hijo, de camino al colegio, descubre una casa que parece abandonada, destartalada, pero en la que siempre hay una luz encendida y los rostros de dos chicas que parecen japonesas pegados al cristal. Descubre después que hay una entrada trasera, y que continuamente están entrando y saliendo hombres. A partir de ahí, la narración se vuelve tensa, progresivamente volcada hacia un final que deja sin aliento.

También bien desarrollado es “Los pájaros, las flores, los árboles”, con refugiados de guerra que se enfrentan al problema de la integración y el choque de culturas. Si a ello le añadimos el factor de la edad, con jóvenes insatisfechos pero sin capacidad de expresar lo que les duele anímicamente, nos encontramos con relatos que son tristes; muy activos argumentalmente, pero que dejan sensaciones amargas.

Especialmente tierno es “Piruletas”, quizás por el protagonismo de un niño deficiente, conectado de manera estrecha con la naturaleza por su gato, y el viejo árbol del jardín, con el que habla y al que abraza. Hasta que, un día, llega una niña que entra en su jardín, sin vallar, y él queda fascinado. Nunca ha interactuado con los otros. Ligado siempre a su madre, nunca ha paseado por la ciudad. Y la niña quiere piruletas. El final es estremecedor, con la felicidad, la realidad y la ignorancia dándose la mano.

Entre los relatos más breves, destaca la intensidad de “Hasta que la muerte nos separe”, un brutal alegato contra la pena de muerte y contra una situación social en la que todo empuja para que los que menos tienen, pierdan incluso lo último que les queda: la dignidad. El resto de narraciones, las causas porque un adolescente agrede a mendigos sin explicación, o los elogios a la diferencia, resultan menos impactantes.

Porque lo que el libro tiene de especial es que impacta. Las espinas emocionales asaltan conforme avanza cada relato, y lo que en un principio es una picadura, se convierte poco a poco en una corona que hinca preguntas, puede que sin respuesta, puede que con ella; pero Janne Teller nunca la da, simplemente construye unos cuentos en que cada una de las palabras está teñida de dolor, pero todas juntas construyen el camino de la esperanza.

Anterior crítica de libros: La glándula de Ícaro, de Anna Starobinets.

 

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