La glándula de Ícaro, de Anna Starobinets

Autor:

LIBROS

«Bajo una intrigante lectura como fantasía pura, laten y se solapan los problemas más acuciantes de este nuevo siglo»

 

Anna Starobinets
La glándula de Ícaro
IMPEDIMENTA, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Anna Starobinets es moscovita, de 1978. La Unión Soviética todavía existía, dirigida por Brézhnev, inmovilista y con un directorio envejecido y estancado. Pero a sus siete años se hizo con el poder del soviet Mijail Gorvachov, así que en su adolescencia pudo asistir a la apertura que permitió que la cultura occidental fuese calando poco a poco en sus liceos y universidades. Seguramente es la escritora rusa con más influencia de los países que estaban más allá del Telón de Acero, con influencias de Philiph K. Dick o Stephen King, que seguramente nadie sabía quiénes eran en el Moscú de los ochenta. Tras licenciarse, empezó a trabajar en la prensa, trabajo que combinó con su carrera de novelista y de guionista de cine y televisión.

Todo ello confluye en su obra, que combina libros autobiográficos, de terror y distopías, género que más domina en sus cuentos, entre los que Impedimenta ha seleccionado siete que dejan ver bien a las claras el mundo personal de la autora, que ambienta en situaciones reales, pero que, de golpe, tras giros maestros, nos presenta una realidad alternativa.

El que da título al conjunto es representativo de esta técnica, y su inicio no puede ser más tópico: la esposa que leyendo un SMS dirigido a su marido conoce su infidelidad. Deciden, para arreglar las cosas, que se él se opere de la glándula de Ícaro, un órgano fosilizado que segrega una hormona que en los animales potencia su agresividad. Solo lo tienen los varones y se ha demostrado que su extirpación hace a los hombres más dóciles a sus familias. Los resultados, anuncia internet, son espectaculares. Tras la operación, el estado del esposo es de letargo y atonía. Son informaciones a las que la esposa no ha llegado, porque por sus términos de búsqueda intentaba llegar a otras diferentes. Tras este entramado doméstico y distópico, se esconde algo mucho más serio: la dicotomía entre libertad o bienestar, entre malestar e ignorancia.

Los seis relatos restantes juegan con esta tensión entre cotidianeidad y extrañeza. En “Siti” el malestar se encarna en la situación social, y en una aparente sensación de felicidad que exhala la megaurbe y que es obligatoria. La gran ciudad, capital del mundo a la que todo el mundo quiere llegar y solo llegan los escogidos, allí donde las farmacias solo tienen productos para gente sana. Nadie puede criticar a Siti, porque es inmediatamente expulsado.

Van desfilando cuentos: un guionista llamado por un productor asiste a extrañas reuniones, en un magistral cruce entre Lovecraft y Ballard, en los que hay trenes que no viajan en el espacio sino en el tiempo —¿para dónde sacarían billete ustedes, para el Paleolítico o para su juventud?—, en que es posible implantar las conciencias en un cuerpo más joven. Todo resulta tan paradójico como terroríficamente real. Algunos solo pueden implantarla en aves tras hipotecarse durante toda su vida, otros adquieren diez cuerpos: es interesante ser a la vez hombre y mujer y hacer el amor con uno mismo.

El relato más estremecedor es “Spoki”, el nombre de una consola tan educativa, tan beneficiosa para los niños, que causa verdadero pánico. No se permiten que la compren, eso sí, los discapacitados psíquicos, al fin y al cabo, los que resultan más lúcidos. Aquí el tema es la integración, la formación inconsciente de manadas. El más poético, “El parásito”, en el que otro discapacitado es objeto de un experimento mediante el cual puede transformarse en crisálida y cambiar su forma mediante una metamorfosis; una forma, la final, que la naturaleza pretende que sea de insecto, pero la iglesia que sea de ángel.

No hay un relato mejor entre los siete. Todos son el mejor relato, porque en todos, bajo una intrigante lectura como fantasía pura, laten y se solapan, palabra a palabra, página a página, los problemas más acuciantes que nos asaltan en el primer cuarto de este nuevo siglo.

Anterior crítica de libro: De la revolución a Roxy, de Phil Manzanera.

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