Caldo espírito, de Xoel López

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DISCOS

«Quizá este, su quinto disco como Xoel López, sea el que goza de sonidos más variados. Se reinventa todo, se exploran sonidos diferentes y texturas especiales»

 

Xoel López
Caldo espírito

ESMERARTE, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

He seguido la carrera de Xoel López desde ese reducto cantábrico de Hammond y psicodelia pop que fue la Elephant Band —“Falling leaves” aún me pone la piel de gallina—, la he seguido en el dúo Lovely Luna y en Deluxe, y me maravillaba cómo a cada paso, a cada proyecto, se iba desprendiendo poco a poco de lastre para acercarse a la tierra y al mar. La culminación, los discos que firma ya a su nombre, están llenos de antiguo sabor atlántico, de la poesía de las olas y de los antiguos cancioneros del siglo XIII. Pero su empuje instrumental va también hacia otras tierras, va más allá. Va donde le lleva el título que es una diglosia combinación del italiano “caldo” —cálido, aunque el hablante hispano vea en ello un reconfortante plato— y “espírito”, término gallego que no se hace difícil de entender: una cómoda calidez del espíritu, la tierra y las mareas.

El gusto del océano se puede observar en “Albatros”, que habla —como el poema de Baudelaire del mismo título— de la falta de integración y de conexión con el mundo, aunque en este caso buscada, desde una limpieza azul en los arreglos. Y el ave marina surca el océano hacia donde la vista no puede recogerse, hacia Cuba, porque en “Salitre y humo” se enmarca la figura del cantautor —con letra mucho más desgarrada que las apuntadas en la luminosidad de Atlántico—, cosa que venía siendo habitual en su producción, para engarzar con la nueva trova cubana que, según avanza la canción, va recibiendo un saleroso aliño de salsa y sabor tropical. Tropical también es “Mágica y eterna”, ya asentado en tierras caribeñas con un merengue de manual, por las que también pasa “Esto no es amor”, con aire funky y veraniego y dejes del Aute más ligero en la voz.

Y quizá este, su quinto disco como Xoel López, sea el que goza de sonidos más variados. Se reinventa todo, se exploran sonidos diferentes y texturas especiales. Incluso llega a la electrónica en “Faneca brava”, con un ritmo obsesivo y natural a la vez, con mucho también de lirismo del norte. Su fraseo es galaico, de gaita, y su letra una metáfora que aborda las relaciones tóxicas con una referencia a un pez venenoso que, ocultado en la arena —en la belleza—, te pincha e inyecta veneno con sus espinas cuando lo pisas.

Hay también modelajes pop. “Ocho mil” está construida con perspectiva de alcanzar cimas y trazas del más clásico —con regusto a la new wave y a sintetizadores de los años ochenta—, mientras que “Elevarte caer” lo deja todo en los trancazos guitarreros, guitarras aceleradas y parlanchinas que dan impresión, al final, de eso, de elevarse. “Glaciar” también participa de ese ritmo, y alcanza un final casi soul, que conecta con experiencias anteriores de Xoel López.

La freudiana “Fort da”, una teoría sobre el juego del psicoanálisis, por el contrario, tiene una andadura tribal, que comienza en falsete y se desarrolla en un crescendo desesperado y épico que desgarra el alma, un alma que en “Pena penita” se libera de esos fantasmas que nos atacan por dentro y anima a luchar contra los monstruos y dejarlos ir cuando llega el momento adecuado.

Dejamos para el final la que cierra el disco, “Xiana”, la única en gallego y la más personal, con un inicio de piano, pequeñas alusiones a Peter Gabriel y una belleza desmesurada, que es un anhelo de su juventud y su infancia, y que se va desintegrando poco a poco, como lo hicieron los años pasados.

Anterior crítica de discos: Canciones para una urgencia, de Marwán.

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