The infotainment scan (1993), de The Fall: reconocimiento fugaz para una banda eterna

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TREINTA ANIVERSARIO

«Mark Smith ser capaz de seguir marcando la pauta con lo suyo e incorporando nuevos sabores para enriquecer su mensaje cargado de sarcasmo y mala uva»

 

En pleno estado de gracia, Mark E. Smith volvió a bordarlo en este decimoquinto álbum con su banda The Fall. Un trabajo al que hoy vuelve Fernando Ballesteros, para recordarnos por qué es considerado el más accesible de la carrera de los ingleses.

 

The Fall
The infotainment scan
PERMANENT/ MATADOR, 1993

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Escribir sobre The Fall no es nada fácil y empiezo a pensar que arranco todos los artículos quejándome, pero bueno, a lo que vamos. El caso es que se trata de uno de esos grupos cuyo sonido te ha marcado y el vehículo a través del cual se ha expresado, Mark E. Smith,  uno de los personajes más increíbles que ha dado el mundo de la música. Uno de esos autores inclasificables, inteligentes, difíciles  y con muchas caras. A la vez, es una banda con la que siempre he tenido la sensación de desconocimiento. Uno llega a sus canciones y las disfruta si trata de no quedarse en la superficie, porque ahí no radica ni de lejos su grandeza. Aún así siempre tiene el temor de no haberlo comprendido todo.

En 1993, The Fall ya eran unos veteranos que llevaban más de quince años en la carretera,  pero el hecho es que, por esos caprichos que tiene la industria, el punto en el que se encontraban era un momento cercano al éxito y la popularidad. No hablamos de un reconocimiento masivo, vaya por delante, pero la crítica se deshacía en alabanzas hacia ellos. Ese es el panorama en el que aparecía The infotainment scan y  que hizo que el disco escalara hasta los diez primeros puestos de las listas en el Reino Unido.

En el lanzamiento de este álbum coincidieron dos circunstancias: de una parte, ya lo hemos dicho, The Fall, estaban siendo reconocidos en los medios como no les había ocurrido con sus obras anteriores, y ya tenían catorce a estas alturas de la película, pero es que, además, Mark respondió con su colección de canciones más accesible; y le pueden poner a ese adjetivo todas las comillas que quieran, porque hasta yo me he sentido algo raro escribiéndola.

Tal vez sería más adecuado decir que estamos ante la obra más completa de The Fall, un conjunto con mejor acabado y con esa sensación de redondez, de estar ante un trabajo con el que el mismísimo Mark se debió sentir tremendamente satisfecho. Y lo hace con un sonido hijo de su tiempo. Smith absorbe todo lo que está ocurriendo y lo que había sucedido en años anteriores en el Reino Unido, y dota a su sonido de una colección de ritmos que por unos momentos miran al house, al techno o le guiñan un ojo —porque el pasado siempre vuelve— a la pista de baile setentera.

Y todo esto lo hace en muy buena compañía. Partamos de la base de que el desfile de músicos que han puesto sus instrumentos al servicio de la obra de Mark E. Smith es interminable y sirve para realizar comparaciones disparatadas. Recuerdo que para hablar de los cambios que se sucedían en el ejecutivo de Boris Johnson, alguien lo comparó con los miembros que habían pasado por The Fall. Vamos, que cuando en un equipo deportivo, una institución, un Gobierno, lo que sea, hay muchos cambios, ahí surge The Fall como unidad de medida.

Podríamos dedicar una parte importante del artículo solamente a nombrar músicos que pasaron por la banda. Pero, al final, es mejor quedarse con la visión de las cosas del propio Mark. «Puede ser tu abuelita en los bongos y yo cantando, y va a ser The Fall». De todas formas, conviene dejar claro que en 1993 nuestro hombre no contaba con mi abuelita sino, probablemente, con la mejor alineación de la que disfrutó en su carrera.

 

La puesta al día del sonido The Fall

Solo hay que escuchar unos segundos de “Ladybird (green grass)” para ser capturado por los sonidos nerviosos, los arranques frenados en seco, el sonido seco de la batería. Cuando la canción echa a andar de forma definitiva, disfrutamos de cuatro minutos excepcionales. The Fall estaban aquí para escribir maravillas como estas y dejarle claro a sus alumnos quién llevaba la bandera de esa atípica forma de componer. La versión del “Lost in music”, de Sister Sledge, es otro acierto pleno, la relectura está llena de fuerza.

La producción, algo más pulida que en trabajos anteriores, es otro de los aspectos que pudo acercarles a un público más amplio. La superficie rascaba algo menos, pero lo importante, lo que marcaba la diferencia, estaba en el tuétano de estas canciones y ahí todo seguía en orden. “Glam racket” lleva buena parte de su ADN en el título y dispara sus dardos como sabía hacerlo Mark, dicen que en dirección a Brett Anderson, que lo estaba rompiendo en aquellos momentos; ya me comprenderán, si alguien critica  el gusto excesivo por las poses en 1993, el bueno de Brett había comprado unas cuantas papeletas. “I´m going to Spain” es divertida. Había que tener muchas narices para acercarse a una canción escrita por un actor de telenovelas y salir airoso del trance. Y aún habrá otra ocasión, en la recta final del disco, para comprobar que Mark elegía bien las versiones. Su visión del “Why are people grudgeful?”, de Lee Perry, juega con los efectos de sonido y con esa guitarra entrecortada tan característica, y encaja a la perfección en el contexto de esa parte ya más experimental de la obra.

“It’s a curse” es una demostración de ese fraseo de Mark que luego le hemos escuchado a otros, a muchos, y se mueve a mitad de camino entre su humor más ácido y el surrealismo. “Paranoid man in cheap shit room” va desviando la senda hacia la pista de baile y cuando la canción lleva tres minutos descubres que ya no puedes estar sentado. Tremendo huracán. “Service” es un colchón de piano y sintetizadores sobre los que emerge el Mark narrador. Son nuevas maneras de transmitir un mensaje que, dejando a un lado lo formal, es puro The Fall.

Y es cierto que la última parte del disco es más dura de digerir, que el experimento “Light/fireworks” se te puede llegar a atragantar pero, por intención y resultados, el elepé es una maravilla en la que Mark Smith demostraba estar muy en forma y ser capaz de seguir marcando la pauta con lo suyo e incorporando también nuevos sabores para enriquecer su mensaje cargado de sarcasmo y, sí, mala uva. También es verdad  que costó hacerse a lo absolutamente discotequera que sonaba “Past gone mad”, pero es imposible resistirse a una canción que le dedica en su texto una línea como lo que escribe Mark sobre Bono.

 

El estado de gracia de Mark (también) en los noventa

La segunda edad de oro de The Fall, inaugurada con este disco, tuvo continuidad. Middle class revolt (1994) o The light user syndrome (1996) están, a mi juicio, solo un escalón por debajo de este elepé; y eso es mucho decir porque, con todas sus idas y venidas, algunas obras irregulares, crisis, contratos discográficos nada ventajosos y una querencia irrefrenable por lo errático, la obra de Mark termina siendo monumental.

El romance con la crítica fue más breve. Nunca ha destacado la inglesa por su fidelidad. Al año siguiente, a pesar de tener otro buen disco bajo el brazo, volvían a ser raros. Las publicaciones musicales estaban a otra cosa y ellos volvían a ser unos tíos extraños que harían el resto de su carrera bastante alejados de los focos principales. Mark siempre jugó con sus reglas, y con estas, señores, no se asciende. Un tocayo del líder de The Fall, Mark Fisher, escritor, filósofo, profesor y crítico de la cultura pop, ha escrito las mejores líneas sobre Smith que yo haya tenido ocasión de leer. Solo puedo recomendar su lectura y traer aquí una cita que explica muchas cosas: «Su escritura fue, desde el comienzo, un intento por encontrar una salida a la paradoja a la que se enfrentaban los aspirantes de la clase trabajadora: la imposibilidad de obtener logros dentro de su clase. Quédate donde estás, habla el lenguaje de tus padres y continuarás siendo nada; muévete hacia arriba, aprende a utilizar el lenguaje de los amos y te transformarás en algo, pero solo lo conseguirás si borras tus orígenes».  Creo que está claro que Smith no lo hizo.

Mark murió en 2018. A pesar del deterioro evidente por culpa de su salud ya muy dañada, el tío fue capaz de editar un más que digno New facts emerge en 2017. Así era de imprevisible. Su obra fue un fiel reflejo de su vida. Prolífica, desordenada, casi imposible de seguir, inspirada, excesiva. Es recomendable acercarse a ella. Tirar por la calle del medio de una recopilación o, mucho mejor,  darle una oportunidad a discos como Hex enduction hour (1982), The wonderful and frightening world of…(1984) o este The infotainment scan. Una vez leí en una revista musical que a The Fall los amas o los odias. Bien, no sé si hay para tanto, pero sí estoy convencido de que si los conoces, y logras meterte en el mundo de Mark E. Smith, los vas a amar para siempre.

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