San Francisco days (1993): El disco tras el éxito de Chris Isaak.

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TREINTA ANIVERSARIO

«Hay algo en este disco, desde la sonrisa de la portada, que abre al artista a nuevos campos, que le sitúa como un creador atemporal más allá de las referencias»

 

Con sus tres álbumes anteriores, el músico estadounidense ya había conseguido encontrar su sitio en el mundo, incluso llegó a conquistarlo a través de Wicked game”. Pero, hoy, Fernando Ballesteros se detiene en su cuarto trabajo, el que llegó tras el gran reconocimiento y con el que demostró, todavía más, de lo que era capaz.

 

Chris Isaak
San Francisco days
REPRISE, 1993

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Es difícil contar con unas cuantas palabras todo lo que puede transmitir una voz como la de Chris Isaak. Lo mejor es escuchar, pero, ya que estamos, intentaremos acercarnos a la figura de alguien sencillamente único. Y es cierto que las referencias están ahí y que si es complicado salir airoso cuando sitúan tu nombre al lado del Rey, tampoco es sencillo que, para muchos, y aquí me incluyo, tu capacidad de emocionar remita directamente a alguien como Roy Orbison. Pero el caso es que esos dos nombres sagrados de la historia del rock and roll están presentes, en mayor o menor medida,  cuando hablamos de Chris, y no se puede huir de ello.

Cuentan que, allá a mediados de la década de los ochenta, cuando daba sus primeros pasos, esas referencias al pasado glorioso supusieron un obstáculo para el despegue de su carrera. Esto funciona así: te apuntan al revival, te restan credibilidad y al final te empaquetan y dicen: «suena un poquito a esto y otro tanto a aquello»; pero no, en realidad no se trataba de eso. En el sonido, en la voz de Isaak, en su estilo, su imagen, en definitiva, en él, había mucho del pasado. Igual no era tan fácil verlo cuando empezaba y, quien más y quien menos, recibe a un nuevo artista con el boli afilado; pero unos años más tarde ya no había dudas. Estábamos ante un artista con mayúsculas.

Y a ese punto es al que vamos a llegar en este artículo. Ya en 1989, Heart shaped world le había colocado ante los ojos del mundo. El reconocimiento obtenido por el single “Wicked game” marca un antes y un después si hablamos de éxito comercial. De hecho, cuando hablamos de la gestación de San Francisco days, su disco de 1993, vemos cómo el interés que había despertado Chris Isaak por esa canción marcó la grabación. Las sesiones se iniciaron en los Fantasy studios de Berkeley, en 1990, pero la popularidad adquirida tras la inclusión del tema en la película de David Lynch Corazón salvaje hizo que los planes cambiaran. La compañía Reprise decidió lanzar un sencillo y Chris se echó a la carretera para promocionarlo dejando aparcada la nueva grabación. Finalmente, aquel trabajo se completaría en enero de 1993.

San Francisco days marca, entre otras cosas, un punto de inflexión en el camino de Chris Isaak. Por primera vez edita algo que va bastante más allá de una colección de buenas canciones. Hay una línea que conecta todos los títulos aquí contenidos y que les dota de un sentido de unidad, de obra completa, del que carecían sus primeros discos. Es posible que el tiempo extra que le tuvo que dar a aquellas canciones tuviese algo que ver con ese plus en el resultado final, también que el éxito le diera una buena dosis de confianza para ir un poquito más allá; el caso es que el resultado supera su producción anterior, siendo aquella ya más que reseñable.

 

Un disco para dar un gran paso hacia adelante

Él mismo reconocía cuando promocionaba el álbum, hace ya treinta años, que se propuso hacer algo diferente. Era su respuesta a las voces que le echaban en cara que, hasta entonces, apenas se había movido de sus presupuestos iniciales. Chris estaba convencido de la validez de su propuesta y no iba a hacer demasiado caso a las críticas, pero en su interior latía la necesidad de aprender nuevos trucos que le permitieran enriquecer una forma de componer que estaba bien marcada desde sus primeros pasos y cuyo clasicismo tampoco invitaba a grandes revoluciones sónicas.

San Francisco days se abre con la canción titular. Con ese aire folk preciosista que se convierte en un marco ideal para que su voz comience a conquistar cantándole a su ciudad natal y subiendo poco a poco la intensidad. Todo muy controlado. Menos la elegancia, que en estos primeros tres minutos es absolutamente desbordante. El pulso rockabilly se asoma en “Beautiful homes” y “Round and round” le resta algo de gravedad al disco y deja que aparezca el Isaak más juguetón, con algún que otro gruñido con denominación de origen.

Como si se hubiese soltado demasiado el pelo, “Two hearts” llega con toda su calma para volver a conducir las cosas por el cauce de la tranquilidad. Una guitarra acústica nos da la bienvenida en una balada en la que Isaak nos deleita con uno de esos falsetes capaces de poner los pelos de punta. “Can´t do a thing (to stop me)” fue elegida como primer single del disco y hubo quien vio en esa decisión un intento de reeditar el éxito de “Wicked game”. Y a primera escucha es cierto que hay rasgos formales compartidos pero, más allá de ellos, cuando rascas y llegas al fondo, aquí lo que hay es una canción con entidad propia, que no alcanzó tanto éxito pero que se encuentra entre lo mejor del disco.

Los coros femeninos de “Move along”, el ritmo pausado de “Waiting”… Hay mucha magia en estos surcos. De acuerdo, partimos de la palabra clasicismo, pero, dentro de ella Isaak se mueve con libertad y en unos márgenes bastante más anchos. Juega, experimenta, crece y gana.

El sonido del Hammond de Jimmy Pugh invade “I want your love” y acelera las pulsaciones de una canción llena de ritmo. En “5:15” los detalles van apareciendo y llenando un tema en el que, por momentos, se disfruta del Chris más versátil, el que pasa del susurro al aullido como si no costase. “Lonely with a broken heart”  es una maravilla que brilla, de nuevo, con el Hammond tomando un protagonismo inédito en su carrera y el disco se cierra con una versión convincente y bastante fiel del “Solitary man” de Neil Diamond.

 

El final de su relación profesional con James Calvin Wilsey

San Francisco days fue el último trabajo de Chris con James Calvin Wilsey, que le había acompañado desde el minuto uno. Los conflictos personales y los problemas con la heroína del guitarrista separaron sus caminos. De hecho, ya en este disco, su participación fue muy limitada. Danny Gatton, Jeff Watson y Tom Brumley, con su pedal steel, fueron, junto a Isaak,  los encargados de darle a la obra todo su poderío guitarrero. Todo dirigido por Erik Jacobsen y su impecable trabajo en la producción.

Hay algo en este disco, desde la sonrisa de la portada, que abre al artista a nuevos campos, que le sitúa como un creador atemporal más allá de las referencias. Se abren las ventanas, entra la luz y todo brilla con más intensidad que en sus obras anteriores. Y ahí, la mano de Jacobsen también es importante. Estamos en 1993. Entre el éxito inesperado y este lanzamiento habían pasado muchas cosas en el mundo de la música y Chris tenía que encontrar su lugar. Y vaya si lo hizo.

El juego de Chris Isaak, ese crecimiento del que hablábamos, marcará su carrera en el futuro. Si San Francisco days era lo mejor que había grabado, ¿qué podemos decir de su siguiente disco? Forever blue, editado en 1995, es lo más brillante que ha firmado en todas su carrera. Allí sí que hay un hilo conductor que atraviesa el corazón de todas las canciones y el suyo. Estamos, probablemente, ante uno de los mejores discos de ruptura jamás escritos. Un álbum en el que es capaz de meternos de lleno y volver a demostrar que hay pocos artistas capaces de transmitir tanto y de generar emociones en el oyente. Se abre en canal, nos enseña todo su sufrimiento y el receptor comprende que si él está sufriendo por amor, nos va a tocar a todos.

Por lo demás, Chris es un artista total. Actor ocasional, cantante único, boxeador aficionado y rockero, con traje, en vaqueros, interpretando baladas con su corazón de crooner, revisitando grabaciones de Sun Records o deleitando subido encima de un escenario. La suya es una carrera de fondo de casi cuatro décadas, en la que él marca las reglas y los tiempos. Eso también es elegancia y personalidad de un artista que, de eso, va sobrado.

Anterior entrega de 30 Aniversario: In utero (1993), de Nirvana: El primer paso de un nuevo camino que no pudo ser.

 

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