Solo quiero brujas en esta noche sin compañía, de El Drogas

Autor:

DISCOS

«Si buscan salir indemnes, no escuchen nunca este disco»

 

El Drogas
Solo quiero brujas en esta noche sin compañía
WARNER

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

En estos días de abreviaturas, atajos de teclado y emoticonos, El Drogas se encomienda a las musas (esto es, a las palabras) para escribir su obra más extensa. El título, extraído de un poema de Panero, es largo: Solo quiero brujas en esta noche sin compañía. En lo que tardo en pronunciarlo, mis hijos han tenido tiempo para escuchar el inicio de cinco canciones en YouTube, saltando de una a otra para no recordarlas jamás. Ellos, todavía niños impacientes, buscan un impacto que consiga llamar su atención durante unos pocos segundos, un brillo que los deslumbre en medio de esta interminable constelación de fogonazos en la que han (¿hemos?) convertido el mundo. Yo, cada vez más talludito (por no decir algo peor), sigo buscando obras que perduren en mis adentros, canciones en las que quedarme a vivir. Y en este disco quíntuple encuentro muchas en las que sé que pasaré largas temporadas.

Resulta absolutamente imposible intentar desbrozar un álbum tan lleno de información. Mejor disfrutarlo que intentar comprenderlo. Mejor sentir que razonar, así deberíamos hacer siempre con la música. Además, quién necesita mapas cuando puede perderse en sus cuarenta y dos canciones. Las siete primeras, reunidas en el disco Timbre acústico, sorprenden por su luminosidad y nivel de detallismo, con contrabajo, piano, guitarras acústicas, escobillas y cuerdas. El mensaje del Timbre oxidado puede resultarnos molesto porque, en mayor o menor medida, todos tenemos parte de culpa de que las puertas de Europa se cierren inmisericordes ante el drama del Mediterráneo. Aquí encontramos la rabia, la electricidad, la reivindicación y la denuncia. También la voz de Nina (de Morgan), que aporta humanidad y belleza entre tanta barbarie.

 

 

Pero hay más, muchísimo más. En Timbre canalla y de bullanga conviven el rhythm and blues y el tango, el saxo y la trompeta, la guitarra eléctrica y el vocabulario lunfardo, los golfillos que llevan mujeres tatuadas en el brazo, las historias del viejo barrio, los recuerdos felices de cuando la vida no pesaba y el humo inundaba los garitos. Pasado el ecuador del trabajo encontramos el Timbre fundido, con sus personajes de circo siniestro y decadente, inspirados en un relato del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro y envueltos en una ambientación musical más industrial. Y justo al final, el Timbre equivocado, en el que se incluyen las composiciones más atípicas de El Drogas; más lentas, más reposadas y más preciosistas.

En total, cuarenta y dos canciones. Mucha música, pero no solo música. También referencias literarias, poesía, ilustraciones… Rock and roll como deporte de riesgo. Transgresión, no como impostura, sino actitud vital. Una forma de pensar volcada en cinco discos. Tres años y medio de trabajo de un artista y su magnífica banda. Una obra total y, quizás, también una obra maestra. El tiempo lo dirá. Mientras tanto, ustedes eligen si prefieren el rasguño superficial o la herida profunda. Si buscan salir indemnes, no escuchen nunca este disco.

 

Anterior crítica de discos: Sinematic, de Robbie Robertson.

 

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