Woodstock live, de Julien Bitoun

Autor:

LIBROS

«No hemos de buscar referentes en la literatura del rock, sino en la poesía épica»

 

Julien Bitoun
Woodstock live
LIBROS CÚPULA, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Parece ser que, al cumplirse cincuenta años de un acontecimiento, este pasa a ser por naturaleza el fenómeno más grande que ha ocurrido en el siglo XX. En este caso le toca el turno a Woodstock, considerado el punto álgido del mundo del rock, el mejor festival que se ha organizado, casi desde la improvisación, y —según algunos críticos— dentro del año más importante que ha vivido el rock. No entramos en valoraciones, pero el hecho objetivo es que el elenco musical que funcionó en él entraba en la órbita de lo sublime y el medio millón de personas que asistieron no se ha vuelto a repetir.

El aniversario ha hecho que se conmemore, se publiquen cajas de discos, se repongan películas y se edite este libro, Woodstock live, en el que aparece absolutamente todo. Y, en el principio, su contexto. 1969 fue el año de la llegada a la luna, de la guerra de Vietnam —y las consiguientes protestas— que aún durará unos años o del asesinato de Sharon Tate. Vistas las cosas, parece casi milagroso que un granjero cediese terrenos de su familia para que se aposentaran allí cientos de miles de hippies. Tantos, que Richie Havens, que abrió el festival, tuvo que tocar seis o siete bises simplemente porque estaba allí y el resto de grupos no podían llegar debido a los atascos de tráfico.

El volumen —plagado de impagables fotos a gran tamaño— continúa con reseñas de cada uno de los conciertos: breves notas informativas, el playlist de cada grupo, sus componentes y el horario preciso de su actuación. Se detiene, eso sí, en los conciertos que desbordaron más energía y que más recordados son hoy en día: Janis Joplin y Jimi Hendrix, básicamente.

No falta material complementario, con repaso a las guitarras, la película, los discos y las anécdotas. Las vicisitudes a la hora de organizar la logística de la manutención son impagables. Capítulo aparte merecen aquellos que declinaron participar: Dylan —el más esperado—, Led Zeppelin o los Beatles. Casi organizado todo un segundo antes de que sucediese, Woodstock no fue un modelo de previsión; algunas actuaciones fueron irregulares incluso. Pero no hemos de buscar referentes en la literatura del rock sino en la poesía épica: el campo embarrado, la lluvia que se desata, todo un país —así se consideraban los asistentes— con el guerrero que los guía en el escenario. Algo muy goloso en estos tiempos sin referentes heroicos.

Anterior crítica de libros: El hechizo del groove, de Jaime Bajo González.

 

 

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