Seremos, de Ismael Serrano

Autor:

DISCOS

«Un palpitante muestrario de un cantautor que cree firmemente en el valor de las palabras»

 

Ismael Serrano
Seremos
WARNER, 2021

 

Texto: LUIS GARCÍA GIL.

 

 

Como una invitación al porvenir, como una canción cargada de futuro, despliega sus alas Seremos, el nuevo disco de Ismael Serrano. A la manera de un crooner sentimental se nos ofrece el cantautor en la portada con el favor de las musas y el recuento nostálgico que deja la cuarentena que se habita, en ese equilibrio lírico entre lo que se recuerda y lo que el porvenir dibuja en este tiempo marcado por el principio de incertidumbre.

«No soy el cantautor / que vino a ordenarte la vida…». He aquí los dos primeros versos para comenzar el libro abierto que es Seremos, palpitante muestrario de un cantautor que cree firmemente en el valor de las palabras. El amor entretejido de cotidianeidad, de suspiros, de golpes de realidad se derrama en “No soy”. Proclamación de la vida y sus instantes.

Con vocación de himno pospandemia llega la esperanzada “Porque fuimos”, a golpe de anáforas y de las colaboraciones de Clara Alvarado y Litus. «Fuimos el grito y el hambre / del niño de barrio / con el puño en alto…», canta Ismael en una pieza que lleva incorporada el título del disco y que asomaba como single potencial del mismo. Queda reforzada por un estribillo que resumen estas estrofas: «Porque fuimos, seremos / a pesar del cansancio / gritaré / para que al fin me encuentres / en mitad del naufragio».

El álbum vuela alto en sus estampas amorosas. Por ejemplo, “Cállate y baila”, compartida con Ede, una joven cantante madrileña. Una canción ensamblada con delicadeza con el juego de los pronombres personales, un poco a la manera de aquella extraordinaria “Desnuda y con sombrilla” de Silvio Rodríguez.

Seremos cuenta con músicos muy competentes. Ahí están Jacob Sureda al piano y a los teclados, Ovidio López a las guitarras, Paco Bastante al bajo o Vicente Climent a la batería. Hay también otras aportaciones de instrumentos de cuerda, como refrenda en “Y mientras tanto”, otro tema con vocación de futuro, mecido en los ecos de la intrahistoria y surcado también por la poesía que confiere la paternidad. «No moría lo viejo / y lo nuevo nacía…». Ismael traza un mapa humano de sentimientos, de luchas, de cines que cierran y desahucios que hieren. Canción con luz, arropada en un arreglo sutil, de esas que sintetizan su búsqueda como cantautor.

“Verte despertar”, con su resonancia folk, cuenta con la aportación musical de Javier Bergia. He aquí otro autorretrato del cantautor debatiéndose frente al espejo de los días. En este caso, la desazón cotidiana del poeta de guardia que se lame las heridas encuentra salvación en quien al despertar convierte las sombras en claridades.

Tras años sin grabar composiciones nuevas, Ismael ha regresado a la inspiración en Seremos. Canciones escritas con las llagas de la confesión como “Silencio”, que comienza con un piano antes de que entre la voz de un cantante que cada vez frasea mejor. “Silencio” maneja todas las metáforas del amor derruido. La mordaza, el alfiler, la mutilación de una relación rota. Hasta que, al final, la palabra que nombra derroca el silencio y el amor agonizante resucita.

Una de las mejores piezas de Seremos es “Derramando nuestros sueños”. Un clásico instantáneo, narrado en primera persona sobre un amor quimérico. La letra es de su padre Rodolfo, poeta consumado. Musicalmente, nos remite a la vertiginosa frescura del primer Ismael, que desde la primera estrofa nos introduce con maestría en este relato de un fugaz encuentro que queda en la memoria: «Era hermosa, lo mismo que una noche / de alcohol en una habitación ajena / Me hablaba de canciones y poemas / de cursis cantautores engreídos / y apretaba contra el pecho un disco mío».

Con “Fahrenheit 451”, no solo nos evoca el clásico distópico de Bradbury que Truffaut filmó en la gran pantalla, sino que trata de palpar la actualidad no precisamente edificante. El cantautor debe también asumir su cuota protestataria y denunciar la ponzoña ideológica de quienes alzan una bandera para lucrarse. Musicalmente, Ismael ensaya otras formas posibles de enunciar su cancionero sin dejar de defender los modos de los cantautores canónicos, con los que no cesa de dialogar.

Seremos entra a partir de “Fahrenheit 451” en un tramo más candente. El guiño a la convulsa realidad argentina llega con “Cuando llegaron ellas”, en la que homenajea la lucha de numerosas mujeres por la despenalización del aborto. El símbolo que usaron fue el de los pañuelos verdes con el que resonaron los nombres de todas las ausentes. En ella se acompaña de la actriz y cantante argentina Jimena Ruiz Echazú, con quien ya ha firmado el guion de la película Luna en Leo y con la que ha escrito Oliverio y la tormenta, obra musical infantil.

“Un último acto de rebeldía” es otro tema importante del disco, por lo que tiene de manifiesto autorreferencial y de fidelidad a unos principios y a unos ideales. En ese sentido, resulta pertinente la referencia al clamoroso adagio machadiano “Hoy es siempre todavía”, que encaja en la filosofía de todo el disco: «Hubo noches que duraron varios días / También esto pasará. / Hoy es siempre todavía / Hubo adioses como sal en las heridas / Ahora toca defender / el futuro y tu alegría».

La escucha termina con tres composiciones más. La número once es “La primera que despierta”, muy emotiva, tiene como destinataria las madres desveladas que, con la primera luz y con la última, mantienen abnegadamente un hogar a flote. Serrano sortea la tentación sensiblera y comparte esta oda a las madres del mundo con Pablo Alborán. Uno se acuerda inevitablemente al escucharla de aquella Mare Lola pintada por Serrat en los albores de los años setenta.

“Adiós” tiene forma de canción última, de clausura festiva, idónea para rematar los conciertos de la gira. Pero el disco no termina con ella, sino con “Soltar”, otra de las grandes gemas del disco, despojada de artificios, con el acompañamiento del piano y del violín. En ella se torna filosófico y existencialista, suelta amarras. Destensa el discurso e invita a volar alto porque todos somos aves de paso. «Elegir nunca fue sencillo / siempre conlleva renunciar». Ya en los primeros versos, Ismael nos dibuja su encrucijada tan unamuniana que algunos que hoy peinamos algunas canas ya leíamos de adolescentes en Del sentimiento trágico de la vida. “Soltar” es ese punto final, esa rúbrica de un cantautor en posesión de todos sus recursos expresivos que ha logrado con Seremos una obra extraordinaria, de las mejores de toda su carrera.

Anterior crítica de discos: Puta, de Zahara.

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