Punto de partida: Kike Cardiaco y The Rolling Stones

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«Nunca más consiguieron los Stones esa vibración en ninguna sesión de estudio ni en sus directos, donde se escucha siempre una obscena y sucia reproducción»

 

Enrolado en proyectos como El Cometa Errante, Los Cardiacos o No More Beers, Kike Cardiaco lleva cuatro décadas entre canciones y escenarios. Coincidiendo con el 25 aniversario de El Cometa Errante, en 2023 ha visto la luz Espacio profundo, una recopilación de once canciones en vinilo que antologa los tres larga duración que ha publicado el combo desde 1998. Además, tendremos noticias de Kike Cardiaco en septiembre, cuando publicará un epé con tres canciones nuevas y Universal reeditará digitalmente los dos primeros singles que publicaron Los Cardiacos, “Salid de noche” y “Noches de Toisón”, en 1981 y 1982. Dos piezas de coleccionista que, cuatro décadas después, estarán por fin disponibles. Una vuelta al origen que es, precisamente, lo que le hemos propuesto a Kike en esta sección: que escoja un disco que le marcase profundamente en sus inicios. Y se decanta por el que le cambió la percepción musical, sobre todo sónica: fue el zumbido magnético del “Satisfaction” de los Rolling Stones. Elige, pues, es la versión española del epé que lanzó la banda, a través del sello Decca, en 1965. Y nos cuenta lo que supuso su descubrimiento.

 

The Rolling Stones
Satisfaction
DECCA, 1965

 

Texto: KIKE CARDIACO / EFE EME.

 

Diciembre de 1965, Navidad. Mi madre me da cien pesetas para ir a comprar el vinilo recién publicado de Raphael, “El pequeño tamborilero”. Voy a Óptica San José en la calle principal de León, lugar habitual para comprar discos en esos años, y allí estaba sonando “Satisfaction”, magnífico por sus cuatro esquinas en su edición española, que completaban “Off the hook”, “The under assistant west coast promotion man” y “Little red rooster”. Compré Satisfaction hipnotizado por aquel sonido que abría la canción, que para mí merece el calificativo de hallazgo, y déjenme que me explique: yo tenía trece años y el fuzz había comenzado a sonar en algunos discos anteriores que yo no conocía, P.J. Proby entre ellos, y otros variados números de garage… pero mantengo que el resultado que obtuvo el ingeniero de sonido aquel día en el estudio americano de Los Ángeles fue mágico, le pulió el perfil árido y más rudo consiguiendo un especial terciopelo sideral, el zumbido armónico de una legión de abejas felices, que a mí me magnetizó adhiriéndome a un nuevo universo. He de decir que eso fue lo que me pegó al invento, no tanto Jagger ni por supuesto el texto, que no entendía; esto y todo lo demás estaba alrededor de ese sonido para hacer más efectiva su praxis: ese zumbido me anunciaba un nuevo tiempo.

Nunca más consiguieron los Stones esa vibración en ninguna sesión de estudio ni en sus directos, donde se escucha siempre una obscena y sucia reproducción. En ningún otro disco lo he oído. Debió ser por tanto un azar aleatorio de los que se producían en los magnetos analógicos, las cintas de emulsión se comportaban como seres vivos y respondían con nuevos colores, con otras sugerencias, con algo inesperado que no habíamos creído meter allí.

Esas respuestas aleatorias son circunstanciales e inesperadas y no se destacan en las grabaciones, pues los autores las consideran suyas, pero no, son auténticas psicofonías. Los Stones nunca dieron mucha importancia a ese hallazgo, y no lo intentaron reproducir ni siquiera cuando ya era posible por medio de samplers como hicieron con el mellotron de “2000 años luz del hogar”. Los directos obligados de la canción son distorsiones groseras que se aceleran para encubrir carencias. Yo les habría agradecido infinito escuchar en un directo algo más cercano a la grabación original de la canción.

Me adentré posteriormente obsesivamente en algunos matices o avatares de este señalado fuzz, observables con la escucha detenida del disco, y así, durante su interpretación se percibe con claridad el sonido de la pulsación del pedal en el momento 00’36”, en el 1’35” se retrasa la entrada, y en el 2’33” Keith no recuerda si está pulsado o no y para cerciorarse da una nota antes de tiempo. Todo esto manifiesta que se estaba realizando una toma de directo de varios instrumentos y esos sonidos los recogían los micros de ambiente, por tanto no era una toma aislada, pues habría permitido al ingeniero limpiar esa pista.

Oyéndolo hoy, aún no sé cómo consiguieron ese sonido. Es un accidente, una psicofonía, una legión de abejas felices zumbando en su colmena.

P.D.: El precio del disco eran 95 pesetas.

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