Rulo y La Contrabanda: La audacia de los soñadores

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«A pesar de la crisis de la música, de la industria y ahora la de los directos también con lo que han hecho con el IVA; ahora, cuando peor está el momento social es cuando yo creo que más necesarias son las canciones, por lo menos las canciones con poso»

 

Cada vez dejando más claro que su voz musical es propia y personal, Rulo llega a su tercer disco, «Especies en extinción», en el que se atreve con estilos aparentemente alejados de lo suyo. Conversamos con él.

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ Y JULIO HERNÁNDEZ.

 

 

Rulo (Raúl Gutiérrez), dejando cada vez más atrás el pasado junto a La Fuga, presenta su tercer disco bajo el nombre de Rulo y La Contrabanda, «Especies en extinción» (Warner). Conversamos con él en un día de promoción previo al lanzamiento del álbum. Una jornada, por tanto, ajetreada: «Lo que me preocupa un poco es llegar bien de la voz al segundo programa de radio que tengo hoy, uno a las cinco y otro a las once porque la voz se me revienta más hablando que cantando. Podría estar cantando seis u ocho horas, pero hablando es un martirio, y mejor así en persona que si hay phoner o por teléfono, que siempre fuerzas más la voz. Hoy no hablo con amigos ni con casa, solo las entrevistas».

Empieza otra vez la batalla…
Sí. La primera batalla era gordísima, que era la de que nos guste a nosotros el disco, somos tremendamente autocríticos, rozando a veces la paranoia, y nos ha costado año y medio dar con estas once canciones tras hacer veintiocho. Ahora ya somos doblemente egoistas y además de que nos guste a nosotros encima queremos que le guste a la gente, pero por lo menos la primera de las dos barreras la hemos saltado. Somos muy exigentes, estaban grabadas todas las canciones y sabía que había una que no me gustaba del todo y compuse ‘A solas’, que ahora es de las que más me gustan también. He estado componiendo y a los quince días de estar grabando las bases seguía componiendo, rizando el rizo. La banda se preguntaba: «¡cómo vas a quitar esta canción!», una que va a ir a iTunes que se llama ‘Esperando el anticiclón’, yo sabía que tenía que sacar esa canción.

Sacar dentro del álbum digital algún tema más que en el formato físico es una estrategia ya habitual como lo era al principio de la era del cedé.
A mí me han sobrado porque compuse veintiocho, algunas estaban a medias sin llegar a grabarse, y de esas me quedé con catorce que son las que grabamos. No quiero discos largos, me gusta el formato de cuarenta minutos, aunque se me ha ido un par de minutos arriba; más de cuarenta minutos me parece tedioso. Ponerte un disco de cincuenta o sesenta minutos… ¡ya que alguien aguante el mío de cuarenta y dos…!

Ya lo has comentado en alguna ocasión, te gusta un disco no demasiado extenso que la gente lo escuche y le apetezca volver a escucharlo otra vez.
Ese es un reto dificilísimo. Podíamos haberlo hecho de catorce, no es que yo me haya tocado los huevos a la hora de componer, pero el concepto del disco lo quería de once, como el anterior. Van otras dos para iTunes y otra que se llama ‘La cuesta de tu corazón’ que no creo que vea la luz nunca, es una canción que a ciertos fans les puede gustar, pero si a mí no me colma o no me late por dentro al 200% dices «no sale».

¿Vender algo que a ti mismo no te llena es complicado?
Es muy difícil, y no creo que la compañía saque un «Caras b» de esos dentro de ocho años sin mi permiso. No quiero que vea la luz.

En algún acústico la podrás colar…
Esa no, las otras dos de iTunes algún día las queremos tocar en vivo con la banda en eléctrico, pero no en festivales ni en lugares grandes. Quizá en alguna sala tipo la «Joy», que sabes que son novecientos o mil fans que han agotado las entradas mucho tiempo antes y se merecen que se las regales.

El título del disco: ¿por dónde va «Especies en extinción»?
A veces ni lo sé…

¿Por los músicos, los fans…?
No, por los soñadores. Ahí entran los fans, los músicos y mucha gente que no son artistas también. «Especies en extinción» no es desde el derrotismo, sino reivindicando a la gente soñadora, que yo creo que en estos momentos es más necesaria que nunca. A pesar de la crisis de la música, de la industria y ahora la de los directos también con lo que han hecho con el IVA; ahora, cuando peor está el momento social es cuando yo creo que más necesarias son las canciones, por lo menos las canciones con poso. No quiero decir que las mías sean filosofía, pero yo por lo menos creo que ahora, en un momento de incertidumbre y desasosiego de la peña, incluso de crispación, es cuando más necesaria es la música para calentarte por dentro.

¿Es la música una medicina para el dolor del ser humano?
Sí. Aunque ahora a todos nos han quitado derechos y se nos ha mermado el poder adquisitivo, ir a un bolo y durante dos horas olvidarte de toda la puta basura que tenemos encima es una auténtica gozada; y no te digo nada para los que componemos, que tenemos una válvula de escape brutal. Yo siempre digo que si toda España se dedicara a hacer canciones los psiquiatras y los psicólogos irían al paro.

En un rápido repaso del panorama mediático parece que vale con escuchar cualquier cosa con tal de evadirte. ¿Sigue siendo la música con menos cosas que decir la que más se consume?
Yo creo que no, bueno, lo que suena en las radios sí, salvo dos o tres excepciones honrosas; pero, por ejemplo, los grupos de rock ante la crisis en la venta de cedés somos unos privilegiados porque no somos superventas, no vendemos cien o doscientos mil discos, pero la gente compra el disco. Sin embargo, todos esos grupos, que no me meto con ellos, siempre desde el respeto como pido respeto siempre para mí, ese tipo de grupos que de repente los ponen en la radio y pegan un pelotazo de la hostia y vendía doscientos mil discos, ese tipo de canciones banales no venden discos ya.

Hay una línea musical de gente que va hacia arriba como puede ser tu caso, que vienes con muchos años de carrera y una banda de cierto éxito pero volviste a empezar de cero; y otra línea que vienen prácticamente de llenar estadios y están de capa caída.
Claro, esa gente atajó, esa gente tomó unos atajos que no son buenos. En cambio, otra gente quiere tener el disco, quiere leer lo que has puesto en el libreto, los músicos, etc., es lo que yo hago con la gente que me gusta.

La gente del rock y el heavy es mucho más afín, se compran su disco, la camiseta, van al concierto…
El público heavy ni te cuento, ese sí que es el más fiel, lo único que el público heavy, como hagas un disco un poco diferente te pisa, tanta fidelidad también conlleva eso. A Bunbury también le pasa, como haga un disco un poco distinto la gente que es muy fan suya no siempre lo acepta, aunque, bueno, Bunbury, que es más ecléctico, ya tiene acostumbrado a su público a eso.

Hay un público cautivo para los artistas, pero a veces también hay artistas cautivos de su público.
En ese sentido he tenido suerte porque con mi primer disco, aunque nos fue muy bien, tampoco vendí ciento y pico mil discos; si hubiera pasado eso yo hubiese sido presa de mi propio éxito, por eso no he querido copiar «Señales de humo». Yo ‘Paquí pallá’, ‘Por verte sonreir’ y ‘Heridas del rock & roll’ ya las compuse, son canciones que me han dado mucho en mi vida, pero son canciones que no quiero volver a componer aunque sí seguir tocándolas en directo.

«Musicalmente no me cuelgo ninguna bandera, para que no me metan hostias; nunca he dicho que yo haga heavy, rock duro, pop o blues, soy un compositor con la mente más abierta que nunca»

 

Alejándote del otro disco y haciendo algo nuevo, los temas suenan muy variados, desde un blues o un vals hasta un tema a lo Tarantino.
Sí, aunque «rulerizado», como digo yo; hacer un blues era un reto. Canciones como ‘El prota’, que podía haber compuesto incluso con La Fuga y luego el blues, llevaba mucho tiempo queriendo hacer un blues. Nos metimos en el estudio y nos salía un blues muy clásico, muy de club de jazz, y Javi (el productor) dijo: «¡Dadle con huevos, joder!», entonces salió un blues rockerizado o «rulerizado», por eso lo he subtitulado ‘mi torpe blues’.

¿Qué significa para un músico que viene del rock sintonizar con un vals e introducirlo en su disco?
Es una canción que tiene toques de vals, de ranchera y de canción fronteriza. Musicalmente no me cuelgo ninguna bandera, para que no me metan hostias; nunca he dicho que yo haga heavy, rock duro, pop o blues, soy un compositor con la mente más abierta que nunca. La única pega de estas once canciones, que son diferentes, es que con una sola que oigas no te vas a hacer una idea del disco; ‘Divididos’, el single, no se parece a ninguna otra y con el vals la gente dirá: «A este se le ha ido la olla». El vals es la primera canción que compuse para este disco. En la gira la utilizábamos de intro y nos atrevimos a hacerla en la gira de teatros.

Bunbury ha colaborado en ‘El vals del adiós’, y es la primera vez que oigo a Bunbury colaborar con alguien y que ese alguien cale más que el propio Bunbury.
Bunbury lo ha bordado, lo ha hecho con muchísimo gusto, esta canción era un traje a su medida. Yo le decía que le veía muy bien en esta canción y él respondía que se veía bien en cualquiera de las canciones de «Señales de humo». Desde que compuse este vals mi sueño era que lo cantara él.

¿Cuándo y cómo surgió esta idea?
Yo todo lo intento hacer sin avasallar, dejando que fluyan las cosas, cuando a mí alguien me presiona con algo lo que consigue automáticamente es lo contrario. Tres meses después de publicar «Señales de humo» ya empecé a componer esta canción, allá por las navidades del 2010. Compuse la mitad de la letra y la otra mitad la hice en México cuando fuimos en abril de 2011. Canté con él en Santander un año y pico después, y aún estando seis horas con él y llevando la canción en el móvil no quise decirle nada, me había prometido no decirle nada porque creía que era mezclar las cosas y no quería avasallar. Fue duro no decirle nada porque él no paraba de preguntarme por el disco, por dónde iba a grabarlo, con qué productor, etc. Al final fue «el Chinas», que es el técnico de sonido de Bunbury y mío el que fue a visitarle a su casa en sus vacaciones y allí lo grabó.

¿Te sientes sangre nueva de una generación ya experimentada de cantautores provenientes del rock como Fito, Rosendo, Lapido o el propio Bunbury?
No me paro a pensar si soy así o no, me cuesta mucho identificarme. En ese sentido soy muy bipolar, veo que tengo dentro un cantautor y a la vez una banda de rock and roll. Es algo que se ve en las canciones, igual que se ve en mis influencias desde chiquito como, por ejemplo, Antonio Vega o El Drogas, gente muy dispar y muy igual a la vez; o Bunbury, Calamaro, Rosendo, Fito, Sabina, Robe de Extremoduro o Yosi de Los Suaves. Para mí no es tan diferente Enrique Urquijo de Yosi, aunque alguien me matará por hacer esta comparación.

Ahora que lo mencionas, desde «Señales de humo» muchas opiniones coinciden en que por letras, por voz y por sentimiento tienes muchas similitudes a Enrique Urquijo, ¿puede ser por la tristeza reflejada en algunas canciones o por hablar más del desamor que del amor?
Él tenía un punto más de tristeza en sus canciones, yo tengo un punto más de melancolía. A veces se utilizan las dos palabras por igual y no lo son. Yo tengo alguna canción de tristeza, como ‘Vengo’, del último disco que grabé con La Fuga, pero la mayoría son de melancolía; Enrique era más de la tristeza profunda, aunque para mí es uno de mis referentes. De toda esta gente he podido cantar con mogollón de ellos, aunque todavía me quedan sueños y espero poder cumplir alguno más, pero tristemente nunca podré cantar con Enrique. Los Secretos se han oído en mi casa, por mis padres, desde que yo era niño.

Además, todos con una trayectoria similar: primero como parte de una banda y luego en solitario.
No critico a quien lo hace, por ejemplo, AC/DC me encanta, pero yo como compositor no puedo hacer siempre la misma canción, es una necesidad mía vital hacer más cosas. Yo no me fui de La Fuga por eso, pero sí a raíz de eso me ha apetecido hacer un disco más variado. Estando fuera de un grupo, con tu propia carrera en solitario no tienes ese corsé, en las carreras en solitario es donde la gente arriesga un poco más, como Enrique Urquijo con Los Problemas o Bunbury, que ni te cuento lo que ha arriesgado en la suya. En este disco yo no pensé en hacer mi disco más blusero, por ejemplo, he intentado hacer un disco donde la paleta de colores se abra todavía más. ‘El vals del adiós’ dura tres minutos y ‘La flor’ seis, ‘Divididos’ la hemos escogido como single porque es más para todos los públicos, aunque también podíamos haber elegido ‘Buscando el mar’, que es mi preferida.

El single ‘Divididos’ ¿lo habéis escogido para abriros a nuevos públicos?
Es evidente que el primer single tiene que ser la más para todos los públicos, como también podía haberlo sido ‘Buscando el mar’, que es un medio tiempo rock. No voy a hacer siempre otra ‘Cabecita loca’ u otro ‘En vela’, eso ya está hecho. Evidentemente el primer single es la canción más comercial del disco.

Una de las muchas virtudes que tiene el disco, al igual que el anterior, es que cuanto más lo escuchas más cosas descubres. Vuelve a ser un disco muy rico en arreglos, hay armónica, mandola, Hammond, acordeón, un cuarteto de cuerda, etc.
Cuando saqué «Señales de humo» pensé que me iban a llover palos por todos lados, lo saqué porque era el disco que me salió del corazón y de la entrepierna, aunque suene mal. Al final, salvo una pequeña parte del público que quiere que siempre hagas la misma canción, me he dado cuenta de que mi público lo que quiere son canciones. Mucha gente flipa con ‘El vals del adiós’ y mucha gente flipa con ‘El mejor veneno’, que es un rock and roll; si en este disco hago once ‘Vals del adiós’ es una auténtica chapa, y si hago once ‘El mejor veneno’ es una chapa también.

¿Dejarías de ser un soñador para ser un intérprete de un mismo sueño repetido…?
Echando las horas que le echo a componer, ¿cómo me siento a componer siempre la misma canción? Íñigo, el manager, me propuso hacer canciones para otras personas, entonces desde «Señales de humo» me puse a hacer canciones dejándome llevar totalmente, era un proyecto nuevo donde podía hacer lo que yo quisiera, donde yo tenía que ir acostumbrando al público, no el público a mí; ahora, a mis 33 años y con todas estas canas, no tengo prejuicios musicales. Hay bandas que presumen de eso, pero solo con decirlo… Uno de los pocos que pueden decir esto es Bunbury, que sí que lo ha demostrado en los discos.

¿Cómo ha sido la experiencia de haber contado en este segundo disco con tu amigo del alma Fito, desde el estudio y no solo para el directo como en el disco anterior?
Ha sido bonito. Él estaba un poco «acojonao» porque no había grabado el primero y tenía esa inseguridad, pero Fito a mí me dice que todo lo que está aprendiendo es brutal. La gente a veces se cree que solo estás pendiente de cuántos discos, camisetas y entradas vendes, que también, todos los artistas estamos pendientes de ello, pero hay una cosa que se llama aprender y crecer artísticamente. Fito está tocando la guitarra en casa más horas ahora que nunca porque está aprendiendo con Pati, como estoy yo aprendiendo con Pati, con Charly y con todos. En este disco se nota que la banda está sueltísima, tanto tocando como en el estudio a la hora de hacer arreglos.

¿Grandes expectativas para la gira?
Yo soy antieuforias, de hecho ahora en vez de repetir en La Riviera, en la que estuvimos dos veces, vamos a la Joy que es más pequeña. Preferimos hacerlo así y volver más adelante.

¿Iréis a Sudamérica y volveréis a Londres?
Iremos a Argentina, Uruguay y a México, donde tenemos dos viajes ya, aunque a veces dije que iba a ir a lugares y luego no nos dio tiempo. Lo de Londres es anecdótico, no voy a presumir de que llenamos la sala, que la llenamos, porque todo el público era español o latinoamericano; para nosotros es como la excursión fin de gira, como cuando éramos niños y llegaba la excursión fin de curso, aunque por supuesto que es maravilloso.

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