Rockola, Discos. 19 de noviembre de 2010

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«¿Cómo no va a salir bien? Por cada una de las canciones se filtran reconciliaciones con el pasado. Talentos de Malí formados en el conservatorio de La Habana»

Afrocubism
“Afrocubism”

WORLD CIRCUIT

Han pasado catorce años. Se han quedado en el camino Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y Rubén González. En 2010, por fin, la ilusión redentora de «Buenavista Social Club» recupera su intención inicial: juntar a músicos de Cuba y Malí. Era el objetivo del productor Nick Gold, truncado entonces por escollos de los africanos en la circulación de visados.

Gold, fundador del sello World Circuit, vuelve a dirigir una grabación que dista mucho de aquel éxito extemporáneo de finales de los noventa. Cocinado en el estudio madrileño Sonoland, el álbum se libera de las servidumbres en las que derivó «Buenavista». Hoy, la orquesta de cualquier garito habanero desgasta comodines, entre ellos ‘Chan chan’, como gancho turístico. Ahora, el superviviente Eliades Ochoa –rotundo guitarrista acústico con maneras de tresero– aporta la alegría santiaguera, el colorido y la sabiduría. Asume el relevo de sus mayores y se estrena como compositor en una pieza de rabiosa actualidad, ‘A la luna yo me voy’, que advierte sobre los peligros del cambio climático.

“Afrocubism” se expande en horizontal. Explora raíces y acervos raciales. Encuentra espacios comunes, historias compartidas de opresión, esclavitud e independencia. La fusión fluye con naturalidad, sin artificios, con toda su raigambre, pureza y propiedades curativas. Ni rastro de las tensiones y retales sin hilvanar que se vieron en el estreno mundial, el verano pasado en el festival La Mar de Músicas de Cartagena. El genio mercurial de la kora, Toumani Diabaté, engarza ambos mundos (‘Malí Cuba’) en un diálogo con Eliades Ochoa con ‘Guantanamera’ como telón de fondo. De eso hablaba en la primera mitad del siglo pasado Fernando Ortiz, supremo estudioso de la africanía de la música cubana: transculturación.

El elenco africano se refuerza con instrumentistas de peso: el excelso cantante griot Kasse Mady Diabaté, el n’goni de Bassekou Kouyate, el balafón de Lassana Diabaté y el virtuoso de la guitarra eléctrica Djelimady Tounkara. Todo aliñado con maracas y congas del cubanísimo Grupo Patria. ¿Cómo no va a salir bien? Por cada una de las canciones se filtran reconciliaciones con el pasado. Talentos de Malí formados en el conservatorio de La Habana. Guiños mestizos a Benny Moré (‘La culebra’), Compay (‘Para los pinares se va Montoro’) y Nico Saquito (‘Al vaivén de mi carretera’). Cantos populares del repertorio mandé nutridos por colosos ritmos cubanos (‘Jarabi’). Además de numerosas improvisaciones, fruto de la intensa experimentación en el estudio. Si Cuba es la expresión danzaria de lo culto y lo popular, África representa un ceremonial místico.

Que nadie espere un “Buenavista 2”. Ni un pelotazo planetario. El guiso debe reposar. El tiempo pondrá –suponemos– esta maravillosa experiencia en su lugar.
EDUARDO TÉBAR.

 

Refree
«Matilda»

MARXOPHONE

Quinto disco de Raül Fernández, Refree, y primero de la nueva plataforma Marxophone, creada por Nacho Vegas, Fernando Alfaro y el propio Fernández para autoeditarse sus trabajos. Refree es uno de los músicos de cabecera de la escena independiente catalana. Ha trabajado con la Mala Rodríguez, Josh Rouse o Nacho Umbert y también es compositor de bandas sonoras como la de la serie de TV3 “Infidels”. La propuesta musical de Refree se aleja de los paradigmas y propuestas habituales del pop, pues Fernández ha sabido crear un universo propio y personal. Sus letras son pícaras y sensibles, hablan de las experiencias vitales del individuo en un bonito ejercicio de libertad creativa.

“Matilda” está formado por diez canciones, la mitad de ellas cantadas en catalán y la otra, en castellano, que siguen los patrones ya mencionados aunque predomina la heterogeneidad. Hay temas largos y cortos, con sorpresas y contrastes. Para este disco, Refree ha buscado el apoyo del productor norteamericano Brad Jones (Jason and The Scorchers, Elvis Costello, Els Pets…) para tejer una amalgama de sonidos orgánicos, complejos y sinuosos que dan un envoltorio perfecto a estas composiciones. El propio Refree toca el piano, el ukelele, el clarinete, la guitarra acústica, el banjo, el Moog o la vihuela mexicana.

Las favoritas del que suscribe son ‘Els veïns nudistes’, ‘Al señor Beltran’. ‘El buen tío”, ‘Marcians, una bonita viñeta sonora sobre cómo un adolescente descubre el sexo a través de las revistas. Estamos ante un disco para saborear, para escuchar con calma estos días de otoño mientras bebes un té. Un trabajo para reflexionar con calma sobre la condición humana, sobre los axiomas que todo el mundo acepta pero que, quizá, deberían cambiar.
ÀLEX ORÓ.

 

 

Havalina
“Las hojas secas”

ORIGAMI RECORDS

Curioso. El nuevo disco de Havalina es una mezcla de stoner rock con ese pop distorsionado que Muse ha llevado a las multitudes. ¡Quizá deberíamos hablar de stoner pop! En cualquier caso “Las hojas secas” es un tratado de música densa, que resbala con lentitud aunque inexorablemente. El entramado sonoro del trío llega a resultar gratamente asfixiante, con capas de sonido que se solapan para dar cobertura a las letras amargas que se dan cita en canciones hipnóticas.

Desgranando la estructura del sonido del grupo, es importante señalar que el bajo suele ser la columna vertebral de las canciones –herencia del afterpunk, suponemos– gracias a su consistente espesor. De ahí precisamente se alimentan los fuertes cimientos que sustentan cada composición. Havalina se muestran recios, capaces de sacar adelante esta muralla de sonido que en algunos momentos puede resultar demasiado abstracta, aunque también esa sea la clave para que “Las hojas secas” se haga con un puesto de honor en las listas de escucha del público independiente. Al fin y al cabo esta es su apuesta, hay que respetar el interés de la banda por tratar de hacerse con un hueco dentro de estos territorios sonoros aunque todavía podrían ser capaces de avanzar hacia canciones más concretas sin perder su identidad. Y ahí ganarían aún más puntos, aunque por lo pronto su brújula para desiertos mentales funciona bien.
JUANJO ORDÁS.

 

 

Pet Shop Boys
«Ultimate Pet Shop Boys»

EMI

Un recuerdo: la primera vez que escuché a los Pet Shop Boys fue en el Studio 54. Por supuesto en el de Barcelona que, a nivel local, también ha devenido mito. Pasó un buen rato hasta que –amigo tras amigo– alguien me supo decir quiénes eran esos tipos. Y al día siguiente ya fui a comprar el disco. Y es que realmente aparecieron en una época de pérdida de espíritu para el pop, y el que alguien supiese situarse en el justo medio entre New Order y Modern Talking, supiese conjugar una frialdad elitista en las voces y texturas con unas melodías carbónicas venía a ser intrigante y desconocido.

Por supuesto esta no es una reseña sobre los Pet Shop Boys. Su carrera es lo suficientemente valorada –es más, su espectro de público supera al de cualquier otro grupo que yo conozca– para que me proponga reivindicarla. Ni siquiera voy a aludir –su anterior recopilación, el “Pop art” apenas tiene seis años– a si era necesaria una nueva visión de su trayectoria, aunque el DVD de actuaciones de televisión y del festival de Glastonbury que acompaña a la nueva entrega bien merecen la compra. Ni a que sea un disco claramente destinado al mercado de la Navidad. En todo caso, todo eso es una comunicación interna entre la compañía de discos y su público.

Desde luego sería hilarante pretender presentar a estos dos londinenses o hablar de determinada canción, así que me puedo permitir el lujo de asaltar unas constataciones, amañadas además porque las canciones del recopilatorio están en orden cronológico. La primera que su carrera es grande y está al mismo nivel que la de cualquier artista de los considerados intocables. La segunda que apenas fuerzan cambios de timón y aún así sus canciones son apetecibles siempre, incluso en los periodos en que ha bajado su consideración, el aire tropical de ‘Se a vida é’ por ejemplo, la ha hecho ganar con el tiempo. Y la tercera, que si hacia mediados de los 80 dejaron un impecable y emocionante repertorio, ni la inspiración, ni la clase, ni el humor se han estragado y siguen produciendo canciones tan mágicas como ‘Together’, el nuevo single que incluye el disco. Todo apunta a que los Pet Shop Boys aún no son historia y siguen siendo vida.
CÉSAR PRIETO.

 

 

Abe Rábade
«Zigurat»

NUBA/KARONTE

Aun siendo tan intrincado como las rampas del zigurat al que da título, el nuevo trabajo de Abe Rábade con su trío habitual ofrece sin embargo una deslumbrante imagen de las altísimas cotas melódicas alcanzadas desde siempre por el pianista gallego. Esto es algo que, solo o acompañado, forma parte de la espiritualidad y esencia musical suya, lo que no quiere decir que su música sea banalmente accesible como la palabra “melodía” parece suponerle a muchos incautos. Por lo general, y en piezas como ‘Xiket’, ‘7 contra 5’ o ‘Tránsito nº 2 (deep cycle)’, las armonías son sofisticadas y las métricas complejas. Residiendo aquí buena parte de su grandeza, Abe Rábade no deja de picar alto en la obtención de nuestro mejor jazz, a la par que se ha ido forjando ya una especie de imagen de icono clásico. A la gallega, si se quiere, pero tan sutil como irreversible.

Nuestro Thelonious Monk cuenta de nuevo para la experiencia con músicos tan magníficos de nuestra escena como Pablo Martín Caminero en el contrabajo y Pablo Pedroso en la batería, en lo que viene a ser el trío llamado a ser estable por mucho tiempo. Entre los tres logran que el triángulo sea equilátero y perfecto en dinámica y timbre, rico en matices y texturas y con una lírica cargada siempre de sensibilidad y emoción.
GERNOT DUDDA.

 

 

Anterior entrega de Rockola.

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