Rockola, Discos. 26 de noviembre de 2010

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«¿Cumple las expectativas la esperada entrega del granadino? Desde luego. En Lapido cobran sentido todos los lugares comunes de la experiencia: mejora como los buenos vinos, se desenvuelve como perro viejo, cada día escribe mejor»

José Ignacio Lapido
“De sombras y sueños”

PENTATONIA RECORDS

Quizá, la exigua posición en el mercado de José Ignacio Lapido sería otra si por cada piropo, por cada palmadita en la espalda, por cada alabanza pública, se vendieran tres o cuatro discos. Pocos casos tan sangrantes vemos en los que la magnitud y el reconocimiento del artista resultan inversamente proporcionales al balance de cuentas. No obstante, Lapido puede presumir de público. Quienes le siguen, lo hacen con una abrumadora fidelidad, veneración y entrega. Sirva como ejemplo la previa al lanzamiento de “De sombras y sueños”: foros echado humo, análisis minuciosos de las canciones que se iban filtrando, enardecidos testimonios sobre los nuevos textos.

Y bien, ¿cumple las expectativas la esperada entrega del proscrito granadino? Desde luego. En Lapido cobran sentido todos los lugares comunes de la experiencia: mejora como los buenos vinos, se desenvuelve como perro viejo, cada día escribe mejor, bla, bla, bla. “De sombras y sueños”, para empezar, es el título que define con más acierto la esencia literaria del ex 091. ¿Lapido lanza pistas? El álbum también culmina la excelsa trilogía que arranca hace media década con “En otro tiempo, en otro lugar” (2005) y alcanza la excelencia con “Cartografía” (2008). ¿Evolución? La que confiere una banda cada vez más sólida, orgánica y participativa; músicos de altura y con proyección en otras vidas (Jean Paul, Los Ángeles, S.U.E., Matt Epp). Todos ellos contribuyen a la expansión horizontal de los medios tiempos, especialidad absoluta del Lapido maduro. Aquí, incluso, recreándose en sonoridades rugosas y ambientes perturbadores (‘Antes de morir de pena’). El productor alemán Paul Grau –el primer “intruso” que toma las riendas de un trabajo de Lapido desde 1993– ha sabido sacar brillo al material, interpretar los poliedros interpretativos y remozar las ideas.

La dualidad realidad-sueño, el desencanto con el mundo y la estética del perdedor siguen vertebrando la poesía eléctrica de Lapido. Sin perder la costumbre de los comienzos potentes, ‘El más allá’ se añade a la lista de obligatorias en el repertorio. ‘Cansado’ es una de las mayores gemas poéticas del granadino. Y la influencia omnipresente de Dylan, George Harrison y Ray Davies: ‘Nadie espera’, con una melodía monumental, resume el concepto de soñador que lucha por no despertar. Tampoco faltan rocanrolitos de rigor (‘Lo creas o no’, ‘Algo falla’), amén de la elegante pedal steel de Quini Almendros (‘Olvidé decirte que te quiero’). Mención aparte para el lustroso elenco de colaboradores. Eva Amaral varía su registro habitual en ‘Doble salto mortal’, sinuosa pieza con estribillo confeccionado a medida. ‘En medio de ningún lado’, otra joya de la corona, parece compuesta para la voz de Quique González, que borda su interpretación. Lo mismo sucede con Miguel Ríos en la fábula urbana de ‘La hora de los lamentos’, rejuvenecido por el campaneo de unas guitarras muy Byrds. Tal vez un día acumule la cantidad suficiente de dolor para grabar su obra de blues. Como Jesse James, Lapido es el último forajido de nuestro rock.
EDUARDO TÉBAR.



Giant Sand
«Blurry Blue mountain»

FIRE RECORDS

Más de dos docenas de discos después Giant Sand sigue llevándonos de la mano por grietas volcánicas y desiertos rojos, mecidos por un viento nocturno, refractarios a modas. El grupo de Howe Gelb publicó su debut, «Valley of rain», en 1985. Entre medias hubo grunge, rap o r&b siliconado, pero ellos viajaban con brújula alternativa, pacientes y a lo suyo, siempre bajo el ala mercurial de unos sonidos refractarios al alambicado panorama comercial y sus inanes caprichos. Surgió Calexico cuando Joey Burns y John Convertino abandonaron la nave madre. Entre tanto, de un lustro acá, asistimos a una vuelta a las raíces por parte de una chavalería que ya no contempla el visor con la autosuficiencia del niñato que desprecia cuanto ignora (recuerden aquellas seminales, palabras de Siouxsie respecto a «This wheel’s on fire»). The Low Anthem, Fleet Foxes, Imelda May, Eilen Jewel, Justin Townes Earle, The Dutchess and the Duke, Alela Diane o Nick Curran, desde planteamientos muy diversos, desempolvan archivos sin intención antropológica, con conocimiento y personalidad. Incluso Bob Dylan, antaño reducido a categoría fósil, recibe piropos entre los francotiradores de un cierto underground que es ya el único paisaje por el que, salvadas dos o tres excepciones, transita lo que importa.

Así las cosas uno espera, y eso que espero poco, que Gelb y los suyos reciban el tratamiento que merecen. Fueron pioneros en los días del sintetizador y la hombrera dislocada. Siguen como si nada, tricotando artefactos entre el folk polvoriento y el country menos domesticado, cuando el jefe descansa de otros proyectos (memorable su «Alegrías» de este mismo año, y aquellos que pudieran verlo en directo certificarán el triunfo). Con «Blurry Blue mountain» entregan catorce canciones hambrientas que lo mismo invocan al Fogerty tocado por los dioses de la Creedence Clearwater Revival que al J.J. Cale de los arpegios perezosos. En ‘Fields of green’ comenta Gelb que «han estado matando a todos mis ídolos desde que tengo diecisiete», ‘The last time’ solicita que beses «a tu chica como si fuera la última vez» y las guitarras pasean sonámbulas con la facilidad de quien factura gemas por mera transpiración. ‘Ride the rail’ no hubiera desentonado en el repertorio de Johnny Cash o del Nick Cave más reposado, ‘Thin line man ruge’ con la fiereza de un trueno abrazando saguaros y en ‘Erosion’ las pedal-steel mayan como felinos a la caza de corazones tiernos. Giant Sand, malta crepuscular para gente con (buen) gusto.
JULIO VALDEÓN BLANCO.



Mürfila
“I love ü”

MITIK RECORDS

El pop suele ser bienvenido entre los seguidores del rock, aunque su paso por la aduana acostumbra a ser bastante lento. Los prejuicios en este sentido cada vez tienen menos peso, las paredes se derriban, ¿qué es pop?, ¿qué es rock? ¿A quién le importa? ¿Para qué discernir? Buena y mala música, punto, cada cual según su gusto y dentro de él, música para algo y música para lo otro.

El nuevo disco de Mürfila es pop, desde luego, puro entretenimiento bien facturado. Y como no pretende otra cosa, gana muchos enteros. La artista ha madurado respecto a anteriores trabajos, canta con fuerza y mantiene una actitud bastante salvaje. Musicalmente oscila entre el nuevo pop de cadencia ochenta pero de guitarras presentes, un poco en la línea de lo que hacen bandas como The Killers, Franz Ferdinand o los Muse más rockeros. Teclados y electricidad sobre ritmos asimilables de producción limpia.

Los prejuicios sobre “I love ü” desvanecen una vez se le da una oportunidad. Canciones como ‘Lady la llama’ o ‘Problemas’ atrapan, son hits de poso lo suficientemente rockero como para reventar un escenario. Es esa simpática arrogancia lo que convence y hace del disco un artefacto interesante, pop cantado por una leona que ruge. Hablemos de rock, entonces.
JUANJO ORDÁS.



The Gurus
«Closing circles»

ROCK INDIANA

The Gurus son uno de los secretos mejor guardados de Barcelona, apenas reconocidos tras diez años de carrera –excepto en círculos de conocedores– atesoran una colección de canciones de las que cortan el aire. En apariencia serían una banda más de las de garaje y guitarreo rancio, pero en la realidad son mucho más que eso porque sus canciones rebosan de detalles y de estímulos.

Cierto es que el principio del disco –‘Caught by the rain’– es seco y denso, una vitamina poderosa hecha entre los laboratorios de Neil Young y de los Byrds, pero ya en el segundo tema y en ‘Velvet mornings in the sun’ la banda de Roger McGuinn les presta un aire mucho más campestre, panderetas y espirales de voz con dulzura psicodélica. Y entre esos dos caminos va a fluctuar el CD; tormentoso en ocasiones, diáfano en otras, que son las que a este pobre cronista más lo han retorcido. Ahí va ‘Lunatic lover’, ventanas abiertas de luminosidad, ‘A walk again’, esponjosa y aromática, con la melodía a punto de romperse o ‘Where’, el piano de Chopin tocando teclas en la piel.

Pero es que aún hay más, una tercera vía que representa la versión del ‘Lucifer Sam’ y que deja improntas de Syd Barrett en otras canciones como ‘The trip’, un caramelo onírico y envolvente. Son de la misma estirpe que los malogrados e increibles Carrots, los primeros Sidonie o sus paisanos de Stay. Así también el par de instrumentales, ‘Necronomicon’, reteniendo las guitarras, ahogo y pesadez, o un delirante psychobilly bien ácido que remite en fragmentos –pásmense– a los Sigue Sigue Sputnik. The Gurus han hecho uno de los discos del año, un disco que realmente te deja sin aliento hasta el bucle final de ‘Be my wife’. No se les pide más.
CÉSAR PRIETO.



Julio Pereira
«Graffiti»

JBJ/DISCMEDI

Julio Pereira es uno de los más exquisitos orfebres de la nueva música instrumental portuguesa. Cuenta con una larga lista de trabajos –alguno de ellos incluso con nuestro Kepa Junkera– en los que ha ido progresivamente fusionando los sonidos de raíz tradicional con realidades musicales ajenas a su entorno para crear una música realmente conmovedora y personal.

Tras el esencial “Geografías” (2007), Julio regresa ahora con una obra plenamente vocal. No canta él (dice haberlo hecho sólo una vez, hace tiempo, con Sara Tavares, en un disco infantil), sino que ha ido a buscar la sensualidad de diez mujeres que lo hacen en su nombre como una extensión más de su particular universo cosmopolita. Están la mencionada Sara Tavares, Dulce Pontes, nuestra Olga Cerpa –la única además que repite canción; ojo a esa bellísima ‘Lágrimas de Madrid’–, Marisa Liz, Nancy Vieira, Manuela Azevedo, Maria Joao, Sofia Vitória, Filipa Pais y Luanda Cozetti. Las letras corren a cargo del expertísimo Tiago Torres da Silva, que se estrena con un texto escrito en criollo (‘Fitisera di Klaridon’).

Como su nombre y su portada tan naïf bien sugieren, “Graffiti” alberga un paisaje urbano densamente poblado de colores y sensaciones, manifestado por el inteligente uso que hace de la guitarra eléctrica y de la electrónica para llegar a delicadas sonoridades “analógicas”. Sus seguidores de más largo recorrido probablemente echarán en falta su alabada destreza con instrumentos de cuerda poco usuales como solistas –cavaquinho, guitarra braguesa, mandolina–, pero a cambio van a descubrir esa otra dimensión de Julio, quizá menos espectacular pero igualmente interesante. Aquí está probablemente lo más próximo que ha hecho al pop en toda su carrera.
GERNOT DUDDA.



Miss Caffeina
“Imposibilidad del fenómeno”

OCTUBRE/SONY

En un punto entre la juventud de Supersubmarina y el saber hacer de Vetusta Morla se encuentran Miss Caffeina. Y es importante dar coordenadas porque poco tienen que ver respecto a sus encarnaciones anteriores. Sí, mismos miembros, mismo nombre y misma banda, pero han crecido de tal manera que sus anteriores trabajos no son ahora más que bocetos en comparación con “Imposibilidad del fenómeno”.

Hablamos de un grupo de pop, vaya por delante, con matices alternativos y guitarras presentes, pero en lo que se centran es en construir canciones con los suficientes ganchos como para que el oyente las acabe tarareando. Basicamente un principio fundamental del pop que estos tipos saben respetar. Ricky Falkner ha debido suponer una gran ayuda para dotar a las canciones de una de mayor firmeza, aunque al final sean ellos los responsables de dar con estos temas de descarada vocación popular. Al fin y al cabo, ¿cuándo ha sido el descaro un problema?

‘Capitán’ supuso un buen primer single, pero para romper esquemas está bien proponer ‘La guerra’ como primera aproximación al grupo, el séptimo corte y el que marca un punto de inflexión. Para rematar, dedican el disco a la memoria de Buenas Noches Rose.
JUANJO ORDÁS.



Deep Purple
«Deepest Purple. The very best of Deep Purple. 30th anniversary edition»
«Come taste the band. 35th anniversary edition»

HARVEST/EMI

Doble novedad para los fans de Deep Purple. Por un lado, la reedición de “Deepest Purple”, una recopilación de éxitos lanzada por primera vez hace 30 años y que fue el tercer número uno de la banda en las listas de éxitos británicas. En esta edición se han incluido cuatro temas que no estaban en el vinilo de 1980 (‘Hush’, ‘When a blind man cries’, ‘Soldier of fortune’ y ‘You keep on moving’) y un DVD con imágenes de conciertos y programas de televisión, principalmente de canales alemanes, y una entrevista con Jon Lord, el teclista de la banda. Así, encontramos a la primera formación de los Purple, conocida como Mk 1, haciendo su psicodélica y peluda versión de ‘Hush’, a la Mk II (Glover, Blackmore, Gillan, Paice y Lord) interpretando temas que como ‘Speed king’, ‘Higway star’, ‘Woman from Tokyo’ o ‘Smoke on the water’, de la que Jon Lord dice que “solo hace falta escuchar la letra para saber de qué va” en referencia al incendio de un hotel de Montreaux donde se alojaba la banda y que inspiró a Richie Blackmore para componer uno de los rifs más famosos, perennes e imperecederos de la historia del rock. Es precisamente la entrevista de Jon Lord, intercalada y troceada entre tema y tema, la que ayuda a entender la evolución del grupo hasta 1975, año de su separación. Estas imágenes son el principal valor de esta reedición ya que aporta material que seguramente es desconocido por muchos fans de la banda.

Como comentábamos uno de los temas inéditos de “Deepest Purple” es ‘You keep on moving’, rescatado de “Come taste the band”, último disco de los Purple y segunda de las reediciones protagonistas de esta reseña. “Come taste the band” se editó hace 35 años y es, quizá, el disco maldito de los Purple. El LP se grabó cuando la banda languidecía por la marcha de Richie Blackmore, que no soportaba los devaneos con la música negra que habían impulsado Glenn Hughes y David Coverdale, sustitutos del bajista Roger Glover y el cantante Ian Gillan, respectivamente, y a los que acusaba de olvidarse de que Deep Purple era un grupo de rock blanco y viril y no una formación funk. En esa tesitura, Paice y Lord, se dejaron convencer por Hughes y Coverdale para seguir con el grupo, tal y como explican en el magnífico libreto que acompaña esta edición. Para grabar el disco reclutaron al norteamericano Tommy Bolin pero los fans no digirieron la marcha de Blackmore y “Come taste the band” fue un fracaso comercial. Las escasas ventas en relación a obras anteriores y la mala relación de los miembros del grupo por las aficiones tóxicas de Hughes y Bolin, fueron los dos factores que provocaron el estertor de la banda de rock blanco más importante de la primera mitad de los setenta (con permiso de los Led Zeppelin, claro). Esta reedición demuestra que “Come taste the band”, que incluye un disco extra con remezclas hechas por el productor Kevin Shields (Aerosmith, Iron Maiden, Led Zeppelin…), recibió un trato injusto y que canciones como ‘Gettin‘ tighter’ son una prueba de que el soul y el funk no sentaban mal a los Deep Purple. El disco, como si fuera el brebaje alcohólico que aparece en la portada, ha ganado bouquet con el paso de los años y por ello merece la pena ser recuperado.
ÀLEX ORÓ.



Anterior entrega de Rockola.

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