Punto de Partida: Phil Manzanera y The Soft Machine

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«Es un intento salvaje, libre y finalmente exitoso de fusionar la psicodelia con el jazz rock»

 

El guitarrista y compositor de los icónicos Roxy Music, Phil Manzanera, acaba de publicar sus memorias. Y lo ha hecho con nosotros, con Efe Eme editorial, en unas páginas que se llaman De la revolución a Roxy y que han visto la luz por primera vez en este volumen, antes de la edición inglesa. Así lo quiso el propio Phil que, además, cosecha una dilatada carrera en solitario, en la que también destaca su labor como productor y arreglista. Pero hoy viene a hablarnos del disco que lo cambió todo para él, y este no es otro que el debut de The Soft Machine. Lean.

 

The Soft Machine
The Soft Machine
PROBE / COMMANDS/ ABC RECORDS, 1968

 

Texto: EFE EME / PHIL MANZANERA.

 

Phil Manzanera llegó al disco que le cambió la vida a los dieciocho años: «Lo compré en 1969, en una tienda de importación en South Molton Street, en Londres. Estaba en vinilo y tenía una portada estupenda e innovadora que me movió y me atrajo. Todos los álbumes costaban £ 1 y 12 chelines, 32/6 en dinero inglés antiguo, que ahora sería alrededor de 15/17 euros».

Como es de suponer, para un músico como él —que ya entonces apuntaba maneras—, este no fue el primer disco con el que se hizo, pero sí uno de los que más le marcó: «Me crié en La Habana, Cuba, Hawai y Caracas antes de venir a Londres. El primer álbum que tuve fue Los éxitos dorados de Elvis y me lo compró mi padre. Sin embargo, este fue el primer álbum con el que alcancé una conexión personal». Y estos son los motivos: «Es un intento salvaje, libre y finalmente exitoso de fusionar la psicodelia con el jazz-rock. El debut de Soft Machine oscila entre canciones pop oblicuas interpretadas con amor y la interpretación trastornada del baterista y vocalista Robert Wyatt, el bajista Kevin Ayers y el organista Mike Ratledge. Con solo una pausa real (al final de la cara uno), las canciones se fusionan entre sí, no siempre suavemente, pero siempre con un sentido del estilo que rescata cualquier posible error. Wyatt toma la mayor parte de las voces y demuestra ser un cantante sorprendentemente evocado. Como The piper at the gates of dawn, de Pink Floyd, este fue uno de los pocos discos de la era psicodélica que realmente cumplió toda su increíble promesa».

¿Y cómo supiste de él, Phil? ¿Cómo lo descubriste?, preguntamos. «Fue a través de mi amigo Bill MacCormick. Conocí al baterista del grupo, Robert Wyatt, cuya madre conocía a su madre. Estar alrededor de un estrella cuando uno es joven es inspirador. El disco solo salió en Estados Unidos y Francia, así que tuve que comprarlo como un importe. Creo que es el mejor trabajo de la banda, fue un momento único en la música pop inglesa, con la combinación de pop experimental y rock de vanguardia con una sensibilidad muy británica».

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