Punto de partida: Antonio García (Arde Bogotá) y Bob Dylan

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«Me atracaron la emoción en la forma de cantar, la fuerza de las palabras y los mensajes, lo evocadoras que son las canciones e incluso la portada»

 

Coronando un 2023 increíble para Arde Bogotá, con un Ondas al Fenómeno musical y dos nominaciones a los Latin Grammy, contactamos con su vocalista, Antonio García, para que nos cuente cómo empezó su aventura musical. Aquí nos lo relata.

 

Bob Dylan
The Freewheelin’ Bob Dylan
COLUMBIA RECORDS, 1963

 

Texto: EFE EME.

 

Absolutamente imparables, Arde Bogotá han pasado de ser el grupo revelación, con aquel primer elepé titulado La noche (2021) a convertirse en el Fenómeno musical del año, como bien indica el Premio Ondas que acaban de recibir. Un reconocimiento que se suma a sus dos últimas nominaciones a los Latin Grammy, a Mejor álbum rock y Mejor canción rock, obtenidos gracias a su segundo trabajo de estudio, Cowboys de la A3. Y es que, en apenas tres años, los de Cartagena han crecido a un ritmo vertiginoso, con el que han pasado de ser una promesa a una de las bandas más demandadas en cualquier escenario. Como muestra, acaban de agotar tres Rivieras consecutivas en Madrid en apenas cuatro horas. Un éxito que han repetido en otros enclaves tan afamados como la sala Razzmatazz de Barcelona, donde también han colgado el cartel de «no hay entradas».

Es un buen momento, pues, para preguntarle a su líder, Antonio García, cómo empezó su conexión con la música, cuál fue el disco que le cambió la vida. Y lo tiene claro: «Uno de los primeros discos que recuerdo comprar deliberadamente es el Freewheelin’ Bob Dylan de, lógicamente, Bob Dylan. Seguramente es el primer autor con el que empecé a disfrutar de la música y a elegir la música que escuchaba, antes era un niño y básicamente escuchaba lo que me ponían, pero Dylan es el primer artista que exploré a fondo por mi cuenta. De todo lo que en su momento escuché de Dylan, este es el disco que más me gustó. Supongo que el mensaje y la música son más accesibles que lo que luego ocurre en su discografía, pero fue mi puerta de entrada a este artista y a mucha música que vino con él».

 

Todo empezó, en parte, por culpa de un familiar que le inyectó el veneno dylanita: «Mi tío me enseñó a Dylan para que lo acompañase a un concierto. Al final no fuimos, pero yo ya me quedé dentro. Me atracaron varias cosas: la emoción en la forma de cantar, la fuerza de las palabras y los mensajes, lo evocadoras que son algunas de las canciones e incluso la portada. Creo que todo eso me sorprendió en aquel momento y logré conectar, encontré a un ídolo vaya. Mi canción favorita del álbum era y sigue siendo “Girl from the North Country”.

Antonio aún recuerda cómo se hizo con una copia de The Freewhilin’ Bob Dylan para su colección. «Creo que lo compré en una Fnac en Madrid en un viaje con mis padres. Fue mi souvenir de aquel viaje. Lo compré en formato cedé y no tengo ni idea del precio porque lo pagaron ellos. Ya debía de haber comprado algunos discos en Cartagena, pero este tiene una importancia especial en lo que va siendo mi viaje por la música». Ahí empezó el romance, aunque con lo larga que es la discografía del de Duluth, no se atreve a calificarlo como su mejor disco, aunque sí es «el que más me importa a nivel personal». Por eso nunca lo deja de escuchar: «Cada cierto tiempo vuelve a mí. Después de escribir esta entrevista volveré a escucharlo».

Las referencias, qué duda cabe, siempre marcan, aunque no siempre sea perceptible, ni para el autor ni para los oyentes. «Dylan me parece un increíble hacedor de canciones. Me voy a pasar la vida copiando cosas de él seguro, especialmente en lo que respecta a la médula de los temas, pero afirmar que algo de lo que yo haga puede estar ligado a su trabajo me parece pretencioso», reflexiona Antonio. A él le debe muchas cosas por las que siempre le estará agradecido: «Dylan me abrió la puerta de la música en general. De los Beatles, de Queen, de los Red Hot, de Led Zeppelin y de Arde Bogotá, claro».

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