Punto de Partida: José Manuel García Gil y Luis Eduardo Aute

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«El mismo Aute calificó la obra —con un punto de exageración— como “una borrachera de teoría filosófica”

 

El escritor y poeta José Manuel García Gil acaba de publicar con Efe Eme Entre amigos. Luis Eduardo Aute, queda la música, el libro que pone palabras al legendario disco en directo que grabó Aute en 1983, acompañado de Serrat, Teddy Bautista, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y que justo este 2023 cumple cuarenta años. El libro que, hoy mismo, de 18.30h a 20.30h estará firmando en la Feria del Libro (caseta 41, librería El Argonauta). Por eso, cuando le hacemos pensar en el álbum que le cambió la vida, no se va mucho más lejos y recurre de nuevo al protagonista de sus páginas, a Luis Eduardo Aute. Eso sí, haciendo hincapié en otra de sus gemas: De par en par.

 

Luis Eduardo Aute
De par en par
ARIOLA, 1979

 

Texto: JOSÉ MANUEL GARCÍA GIL/ EFE EME.

 

José Manuel García Gil recuerda perfectamente cómo y cuando logró tener entre las manos De par en par, el disco que Aute publicó en 1979 y que continúa considerándose uno de los tesoros más valiosos de su histórico legado. «Recuerdo el frío de aquella tarde de noviembre de 1982. Había reunido unas seiscientas pesetas, ignoro de dónde las sacaría, y me fui a Soriano, unos almacenes en la plaza de las Flores de Cádiz que, entre ropa de temporada y calzado deportivo, tenía un espacio en su tienda dedicado a la música. Podría haber adquirido un disco de cualquier grupo que conociera de nombre o del que mis amigos hablaran continuamente, pero algo, ya no puedo recordar qué, me condujo a elegir, sin ninguna información adicional, el disco de un cantante absolutamente desconocido para mí. No sé ahora mismo si me atrajo la sonoridad silábica de su nombre: Luis Eduardo Aute; la cubierta con una alentadora fotografía suya, la de un tipo sonriente y vendible, tocado con un sombrero violeta o, quizá, lo que me conmovió fue el dibujo de la contraportada con un triángulo solitario sobre el que se perfilaba un sexo femenino, un ojo en su centro y un dedo señalándolo, mientras unos espermatozoides grandotes pululaban en derredor. Imagen en la que alguna autoridad eclesiástica vio una ofensa a la santísima trinidad y a punto estuvo de pedir su prohibición».

La intuición, el instinto, la curiosidad o la casualidad hicieron que García Gil apostara por De par en par, el primer disco que tuvo de Aute y, por tanto, su descubrimiento: «En aquel instante me fie más de la intuición en el vacío, que del suelo sólido de las referencias proporcionadas por la época. No sé si a los adolescentes de los ochenta nos gustaba indagar en lo desconocido, o si solo era una rareza mía que he mantenido toda la vida. En música y en literatura. Para bien, y también para mal, pues siempre he preferido encontrar a consolidar. Al menos, de buena parte de los libros que he leído carecía de influjo externo para leerlos. Creo que si aquel día hubiera elegido otro disco diferente, habría llegado tarde a Aute. Es decir, si aquel día Aute no se hubiera decidido a aparecer de entre tantos otros discos, yo sería otra persona y mi historia musical se hubiera trenzado de otra manera».

Recordando su hallazgo y cómo este ha marcado su vida, se muestra rotundo García Gil que, a estas alturas, podríamos decir que se ha convertido en uno de los mayores especialistas en la obra del compositor. Sin embargo, a la hora de decidir si es el mejor álbum de su carrera, duda: «Seguramente no sea el mejor disco de Aute —o quizá sí lo sea— o lo más probable es que hoy, un día nublado y un poco triste, lo sea y que ayer, con un sol ardiente y luminoso en todo lo alto, no lo fuera. Una cuestión enormemente subjetiva esta de elegir el disco de tu vida en este instante, cuando sabes que en un rato podría ser otro, dependiendo de muchas cosas, de un recuerdo o de un mecanismo invisible que, de pronto, te lleva a tararear, aun sin recordar bien la letra, la música de una canción que creías olvidada».

Pero sí, definitivamente, De par en par es un disco especial para García Gil. Por cómo dio con él, por lo que ha significado en su vida personal y profesional, y por lo que trae consigo: «El mismo Aute calificó la obra —con un punto de exageración— como “una borrachera de teoría filosófica”. Y en aquella época en la que uno se cuestionaba todo lo que le rodeaba (el propio yo, la familia, la política, el amor…) canciones como “Elijo la locura”, “Todo por sentir”, “A vivir”, “Humo sobre humo” o “De noche todo el día” eran un espejo y un manual de instrucciones».

Un espejo, una guía que, como asegura, «rara vez» suena en su reproductor musical o en casa; sin embargo, «son canciones que regresan más a menudo de lo que uno imagina. Aún hoy me las encuentro al entrar en una tienda de telefonía o enjaulado en un taxi o al sintonizar la radio y escuchar casualmente alguna de ellas. Entonces, de repente, algo parece solidificarse, una forma me agarra y me devuelve a un pasado remoto. Y entonces vuelvo a casa, desempolvo el viejo elepé y me dispongo a viajar en el tiempo», remata.

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