Past imperfect. The best of Tindersticks 92-21, de Tindersticks

Autor:

DISCOS

«El grupo de Nottingham es una acogedora mezcla de clasicismo y experimentación, de guitarras y orquestaciones»

 

Tindersticks
Past imperfect. The best of Tindersticks 92-21
City Slang, 2022

 


Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Desde su primer disco, me ha atraído la música de Tindersticks. Como con todas las músicas que entran en tu vida, uno no sabe en un primer momento qué es lo que las hace tan especiales, lo viene a saber después, con el tiempo. Y el tiempo ha hecho que perciba la conexión que hay entre la banda y la voz de Stuart Staples con otra de mis devociones, los Roxy Music de su primera época. No como unos mero imitadores, sino con una propuesta que recogía su legado y lo trasladaba a la modernidad; de hecho, fueron encuadrados entre las hordas indies, cuando solo compartían con ellos su adscripción temporal. O, si acaso, ampliaron el campo de lo indie –sea eso lo que sea- a nuevos caminos. Nuevos caminos que derivan de una amplitud de criterios que acoge a decenas de cosas que me gustan.

Por ello, resulta una joya, para el que esto suscribe, la recopilación de sus éxitos desde 1992 hasta la actualidad. Ahí podrá ver, el que no ha seguido su carrera, su elegancia –a veces sobria, a veces barroca–, esos ambientes que en ocasiones tienden a lo jazzy, esas letras románticas que apoyan a lo más definitorio del grupo: la honda voz de barítono de Stuart Staples y las aterciopeladas orquestaciones de Dickon Hinchliffe, que usa un abanico amplio de instrumentos. La amplitud de criterios se consigue gracias a este abanico.

Con un criterio muy marcado por la estructura, el trabajo se divide en cuatro partes. La primera acoge la formación original de la banda, mientras que la segunda expone la obra de la alineación actual, erigida tras el breve intento de su vocalista como crooner en solitario. Añaden a ello una canción nueva, “Both sides of the blade”, el punto cero de la melancolía, interpretada para la nueva película de Juliette Binoche, y Live at Glasgow City Halls, un concierto realizado en octubre de 2008, aunque este último solo en la edición limitada de la caja.

El grupo de Nottingham es una acogedora mezcla de clasicismo y experimentación, de guitarras y orquestaciones como las que les arreglaban a sus maestros, aparte de Brian Ferry, Gainsbourg, Ennio Morricone o Scott Walker; y lo son desde su primer momento, en el que casi parecía una banda con años de experiencia hasta que llegó su tercer elepé, Curtains, sobre el que todavía hay división de opiniones por si es su obra maestra o una caída. Tras ello, entraron en el soul y hasta en la disco music.

Tras ello, en su segunda etapa, se alían con sonidos más experimentales, al mismo tiempo que se especializaban en bandas sonoras de películas. Sin embargo, todos estos caminos aparentemente diferentes, son cubiertos por el mismo bosque y escuchados ahora en conjunto dan idea de una carrera coherente y bien trazada.

Pero únicamente con coherencias y trazos no se construye una buena carrera, se construye con las canciones, y las de Tindersticks son a cuál mejor. Melancólicas y dramáticas, ajustan sus melodías nocturnas a los focos luminosos de la orquesta y crean sensaciones, como si una presencia anónima hollara el asfalto, cosido por las luces de unas farolas, con la gabardina mojada, igual que llueve en su corazón.

Anterior crítica de discos: Tinta y tiempo, de Jorge Drexler.

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