“New York Dolls» (1973), de New York Dolls

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

 

“Retrata con un realismo crudo e infeccioso, y a veces hasta ofensivo, la realidad de las calles de la ciudad”

 

Sara Morales nos lleva hasta 1973 para reivindicar el debut de New York Dolls. Un disco que les dejó insatisfechos y no logró una gran repercusión comercial, pero que ha sabido envejecer e influir a toda la generación de rock y glam posterior.

 

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New York Dolls
“New York Dolls”
MERCURY, 1973

 

Texto: SARA MORALES.

 

El público y la crítica los adoraba. Aquellos tipos maquillados alzados en tacones de vértigo, que lucían cardados exagerados y vestían como estrellas de burlesque no tenían una habilidad pasmosa para la música (a excepción de su líder y guitarrista, Johnny Thunders), pero sí una picardía y un carisma especial que enganchó con la gente desde el principio.

Todos querían ver qué tenían que contar estas cinco «muñecas» barriobajeras a través de esas canciones que, sin grandes pretensiones técnicas, retrataban de forma burlona la cara más grotesca de Nueva York a base de historietas de romance barato y drogas (‘Looking for a kiss’ con retazos de las Shangri-Las), héroes urbanos adolescentes (‘Lonely planet boy’) y anécdotas humorísticas sobre escapismo y alienación (‘Subway train’). El punto fuerte era su directo: la provocadora pose de cada uno de ellos sobre el escenario —con David Johansen y sus aullidos etílicos a la cabeza— fue lo que cautivó a un público que, desgraciadamente, más adelante los dejaría tirados en las ventas de discos.

 

 

Cuando el quinteto asumió que buena parte de los temas que presentaban en directo eran celebrados por la masa, comenzaron a plantearse grabar un álbum. Pero el calor con que habían sido recibidos por las personas de a pie y por el entorno de Andy Warhol, con quien compartían extravagancias, no fue el mismo que encontraron en las discográficas. Estas no se fiaban de poder registrar un trabajo serio y digno con esta banda de artistas vulgares y travestidos que hacían un rock enérgico pero sucio y canalla, que más adelante se conocería como proto-punk, la antesala del punk.

 

Salto discográfico
No fue hasta 1973, dos años después de la formación de la banda, cuando en su concierto del teatro Mercer Arts Center de Nueva York al que acudieron como invitados parte del equipo de Mercury Records, unos ojos profesionales vislumbraron en ellos un filón al que se podía sacar partido. Había una condición: si el grupo quería grabar un trabajo con aquel sello, debería pasar por el filtro de un productor de renombre que los intentara refinar y pulir. Los Dolls aceptaron y firmaron un contrato de dos discos con Mercury, el primero de ellos sería este álbum homónimo, y la polémica labor de ese productor-censor sería para Todd Rundgren.

Es cierto que, en buena medida, Rundgren logró ordenar el sonido ensordecedor y caótico de la banda, para que fuera aceptado sobre todo por las radios del momento. También consiguió que Syl Sylvain se esmerara concienzudamente con la guitarra rítmica y el piano, que Arthur Kane se concentrara en el bajo y Jerry Nolan impulsara correctamente el ritmo cardíaco de sus compañeros desde la batería. Sin embargo, no todos vieron con buenos ojos la excesiva limpieza que llevó a cabo sobre el sonido del grupo, y mucho menos que llegara a incluir sus propios coros en temas totémicos como ‘Trash’.

 

 

Insatisfechos con el resultado
Los New York Dolls, de hecho, afirmaron no sentirse satisfechos con la mezcla final que duró un día y medio, que redujo al mínimo la percusión de Nolan y convirtió el hard rock de algunos fragmentos en pop robusto y asequible. Aunque también es cierto que el nivel de alcohol y drogas en las venas del quinteto era tal por aquel entonces, que apenas se implicaron en la grabación y no se la tomaron tan en serio como debieron hacerlo. Precisamente lo que siempre se había temido de ellos.

El álbum no consiguió ni de lejos las ventas que se esperaban con él y solo logró alcanzar el puesto 116 en las listas estadounidenses. Pero, con la perspectiva del tiempo, lo cierto es que ha quedado para los restos un disco redondo, digno precursor del punk y referente para bandas que llegarían después como los Ramones, Sex Pistols, The Damned e incluso los Kiss y Guns N’ Roses. Con temas vitales en la historia del rock como la fundamental ‘Personality crisis’, donde reivindican la autenticidad juvenil con Syl Sylvain al frente de un piano de cola, la original ‘Vietnamese baby’ con David Johansen dándole al gong o la particular versión del ‘Pills’ de Bo Diddley.

 

 

Como diría el propio Johansen, «New York Dolls» se trata de «una pequeña joya de arte urbano» que supuso un batacazo comercial en la época, pero que sin ella hoy no se entendería el rock y, por supuesto, el punk. Que retrata con un realismo crudo e infeccioso, y a veces hasta ofensivo, la realidad de las calles de la ciudad. La suya era Nueva York, descrita y personificada a la perfección en el tema ‘Frankenstein’; pero en realidad los Dolls supieron describir con este disco todos los lugares del mundo.

 

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Anterior entrega de Operación rescate: “Songhai”, de Ketama, Toumani Diabaté y Danny Thompson.

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