Negativo (1977-1980), de Negativo

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DISCOS

«Un verdadero milagro en el que una parte de nuestro pasado, que quedaba vacía, establece sinapsis con fenómenos conocidos»

 

Negativo
Negativo (1977-1980)
SUBTERFUGE, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En el año 1977 había grupos punk en España, sí señor. De hecho, la Banda Trapera del Río ya estaba en danza en 1976; en Madrid, Kaka de Luxe empezaron algo más tarde, en Barcelona –por la misma época– Els Masturbadors Mongòlics o Peligro; y nos queda el otro foco importante de germinación –aunque en diversas ciudades hubo experiencias aisladas–: el País Vasco. Ahí, los UHF de Rafael Berrio y los Mogollón –con Ricardo Aldarondo, después en La Insidia, con Javier Aramburu–, son un tanto posteriores, de 1978. Pero en 1977, estaban Negativo, los únicos que no llegaron a grabar. En Música Moderna, el libro de “El Zurdo” que dibujaba el estado de la cuestión en 1981, se nos dan pocos datos sobre ellos; pero, bien mirados, son datos clave.

El primero, que uno de sus componentes, Borja Zulueta, venía del grupo Brakaman. El segundo, sobre su estilo, lo demostraremos en la reseña: «Son de los más duros, entre Iggy y Bowie». Ello quiere decir que tomaron el punk de primera mano, pero que el rebujo venía de antes, venía de aquellas jukebox que en el 73 estaban llenas de discos de Slade o The Sweet, o de aquel grupo que fue el único que llevó al escenario aquellas enseñanzas, Brakaman, donde tocaban Borja Zulueta y Jaime Stinus, una guitarra salvaje de la que aprendió Ángel Altolaguirre. Negativo iba, poco a poco, formándose, Pablo Gascue entra como cantante y comienza a proporcionar letras llenas de ataques y provocaciones, aunque su vida turbulenta le lleva a ser expulsado del grupo. Por las mismas fechas, Brakaman se separan y Borja Zulueta pasa a enfrentarse al micrófono. La última incorporación es la del bajista, Rafa Balmaseda.

La primera maqueta, a principios de 1979, aún no cuenta con Borja. El sonido y el aroma son callejeros y macarras. Se recogen de esta maqueta cuatro canciones entre las que destaca “Sor Teresa la Perversa”, que de haberse editado hubiera sorprendido por su conexión entre erotismo y religión, y por sus guitarras cortantes. También ha quedado como un pequeño hit local “El mono de Alicia”, rockera más en la línea de Leño y el rollo madrileño.

En la segunda, ya el cantante es Borja Zulueta, y el sonido y la habilidad como instrumentistas mejoran de forma estratosférica. Se atreven a interpretar un par de versiones de Iggy Pop, convirtiéndose así en una banda que ha bebido glam, pero lo ha de convertir en punk. Y ello se puede observar claramente en “Haciendo el amor”, donde la guitarra de Altolaguirre suena al “Getiton” de T. Rex, pantanosa y con letra, como casi todas, que hoy sería defenestrada. “Tan divertido” se monta con el riff de “The Jean Genie”, pero acelerado a la manera punk.

Para editarla, Jaime Stinus les ayudó, disponiendo un estudio casero de grabación en el local de ensayo. El buen hacer de su habilidad tecnológica consigue que suene de manera casi profesional, no muy lejana de la tercera y última que ya se grabó en los estudios Iz. Dos letras que aún provenían de la desmesura irritante de Pablo Gascue, “Pis” y “El vecino”, un costumbrismo de pesadilla con guitarras intensas y pesadas, y un ambiente casi del Teatro de la Crueldad, de Antonin Artaud. También, por primera vez, graban canciones de amor como la más pop y suave “Qué no haría yo por ti”, aunque, correosos por naturaleza, encontramos ambientes más oscuros –casi antecedentes del rock torero– en “Quiero ser anormal”, o “El apartamento”, que recoge el mismo espíritu que Kaka de Luxe en “Pero me aburro” y, seguramente, su mismo carácter entre irónico y metido en el angst juvenil.

Con la cinta de la maqueta bajo el brazo como presentación, acuden a Madrid para conseguir un contrato o abandonar el proyecto para siempre. Y lo cierto es que en Madrid sí que encuentran su camino, pero diferente en cada caso. Lo curioso es que todos son absorbidos por el entorno de los Pegamoides. Ya Pablo Gascue había sido el vocalista en un par de conciertos de Kaka de Luxe; más adelante, Ángel sustituye a Carlos Berlanga, cuando este ha de incorporarse a filas, y se encarga ya para siempre de sonorizar a Dinarama; y Rafa Balmaseda se integra definitivamente en Parálisis Permanente.

La portada es otra de las maravillas recuperadas. La entregó Iván Zulueta a su hermano Borja para que sirviera de promoción del grupo. Estaba claro que tenía que ser esta y no otra, con su tono de cine negro norteamericano. Por la época, Negativo participó en la banda sonora de Arrebato con una canción llamada “Ansiedad”, también incluida en el elepé, especialmente sucia y con una machacona guitarra que subraya perfectamente esa escena en que los protagonistas suben en el ascensor esnifando cloretilo del mismo envase.

Todo, en el disco, es una verdadera sorpresa. Más, un verdadero milagro en el que una parte de nuestro pasado que quedaba vacía establece sinapsis con fenómenos conocidos. No es nostalgia, no es reeditar por reeditar –no creo que Subterfuge, gracias de paso, espere muchas ventas– es simplemente que salgan a la luz un puñado de canciones y una historia bien bonita. O intensa, por lo menos.

Anterior crítica de discos: Once twice melody, de Beach House.

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