Nat Simons: «La vida me dio una lección: nunca prejuzgues un disco»

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«Yo me enamoro de la música, pero nunca me he desenamorado de ella»

 

Con un intenso renacer creativo, y por primera vez íntegramente en castellano, Nat Simons irrumpe con su nuevo disco, Felina. Una jugosa etapa de la que habla a fondo en esta charla con Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: JUAN PÉREZ-FAJARDO.

 

Hay cierta fragilidad efímera en Nat Simons debajo de una máscara de glam. Lo primero, la fragilidad, se nota en el vis a vis. Y lo segundo, la máscara de glam, al escucharla cantar con su voz en un Rolls Royce. Y vive Dios que esa garganta no viaja en turista.

Son muchos los cambios en Felina (El Dromedario, 2021), el tercer largo de Nat Simons, ahora algo lejano a la americana de Lights (El Dromedario, 2018) y Home on high (Audio Matic, 2013). Incluso en el idioma, pues Simons ha compuesto en castellano los nueve cortes de este nuevo título, tan eléctrico como animal, durante una época de sacudidas personales, que sumadas a la experiencia de la autora dan como resultado un trabajo de estudio digno de varias escuchas para comprender que lo que ahí arde no es solo el infierno.

 

¿Cómo se puede enamorar (o desenamorar) uno de una canción?
Yo me enamoro de la música, pero nunca me he desenamorado de ella. Me gusta esconderme en las canciones, como digo en “Extraña religión”. La música para mí es como una terapia, como mi casa en las alturas, lo que me salva. Con Felina, esta sensación ha ido muchísimo más allá. Cuando subo a un escenario se me olvidan todos los problemas, igual que al componer. Podrían decirme que ya no me gusta la música americana, que ya no me gusta Bob Dylan… Y es justo al contrario: estoy más conectada a ese espíritu del rock que nunca. Lo entiendo mucho mejor. Ahora lo he vivido y lo cuento en primera persona, pero antes era más una evocación. Ahí, una vez habiéndolo vivido, es donde descubro mi otra yo.

 

Dices que cuando compones y te subes a un escenario te salva la vida. ¿De qué te salva?
Es un arma de doble filo. Después de hacer mi primer disco, Home on high, al soplar las velas en mi cumpleaños deseaba hacer una gran gira, pero nunca pensé que fuera a ser en ese momento de mi vida, que era muy complicado personalmente. Fue gracias a Lights, mi segundo disco, por lo que la hice y empecé a estar en festivales, a girar con el Loco [Loquillo], a ver de cerca lo que eran los grandes escenarios… Yo alucinaba en colores y decía: «A lo mejor esto no lo vuelvo a vivir en la vida, así que lo voy a experimentar como si fuera una puñetera película, como en Ha nacido una estrella con Lady Gaga». Son tan fuertes los sentimientos de euforia al subirte a un escenario, donde todo es increíble, que al bajar te encuentras con que estás en la mierda. Por eso es un arma de doble filo: me ha salvado la vida, pero me enganchaba al escenario. Mi mánager me decía: «Cuidado con eso, porque es como una droga, y cuando necesitas el escenario para estar bien no puedes parar».

 

¿Cómo fueron las ventas con Lights y Home on high?
Es un poco irreal, porque la venta de discos físicos va disminuyendo. Cada vez se vende menos. No me puedo guiar por eso. A lo mejor vendí más de Home on high, pero es que antes se vendía más. Lo de funcionar es muy relativo. Con Lights me conoció mucha más gente, no sé si fue por la gira tan grande que hice o por qué. Hay gente que no tiene reproductor de cedés ni en el coche ni en ningún sitio, y yo vendo más vinilos que cedés.

 

Con Home on high hubo movimiento en redes. ¿Eso significa que funcionó mejor que Lights?
Cuando saqué el primer disco hubo mucho movimiento en redes, pero eso no quiere decir que el disco funcionase mejor que el segundo. De hecho, para mí es mejor Lights, porque me fui a Estados Unidos, y a nivel sonoro es muchísimo mejor; soy más madura y sabía mejor hacer una canción y cómo desarrollarla. “Another coffee and cigarette day” sí pegó un pelotazo y podría ser un minor hit, pero no puedo decir que haya funcionado mejor que Lights.

 

En ese sentido, ¿qué consecuencias crees que tendrá Felina?
No me lo he planteado. En este disco no he pensado en las consecuencias, es muy visceral. No he pensado en qué podía pasar con el público, y ahora veo que funciona, que es novedoso. Está gustando más de lo que creía. Pensaba que me iban a decir: «¿Y ahora qué haces?», pero me está sorprendiendo para bien. Hay gente que me escuchaba antes que ahora me dice: «¡Qué canciones!». Todo son buenos comentarios, y eso que en España los cambios no se aceptan tan bien como en otros países.

 

¿Felina fue un disco conceptual desde el principio hasta casi el final?
Durante la pandemia tenía unas canciones, pero un día compuse “Finale”, que era una historia de ficción sobre un personaje un poco excesivo inspirado en [David] Bowie y en lo que yo viví en la gran gira, con cosas de esas que solo lees en los libros, pero contadas desde el punto de vista femenino, que creo que no se ha hecho demasiado y me parecía muy interesante.

 

Y además sale Igor Paskual en el videoclip.
Claro. Bueno, es que eso es muy curioso, eso todo es puñetera casualidad.

 

¿Que saliera el videoclip o que también estuviera en “Macabro plan”?
Lo de “Macabro plan”. Yo tenía el tema en demo y se lo enseñé a Igor, que me dijo: «Es un temazo, tienes que grabarlo. Acábalo y mételo en el disco». Yo había medio descartado esta canción, pero Igor me alentó tanto a terminarla que ha acabado siendo el hilo conductor. Felina es un nombre que apareció por diferentes motivos, casualidades que tenía con mi vida, y parecía como si el personaje hubiera cobrado vida y me estuviera diciendo: «A lo mejor tú has sido Felina».

 

La portada del single de “Finale” tiene una estética muy Bowie, pero luego encontré en “Televisión” referencias sonoras a Marc Boland y T-Rex. Incluso hay partes que me suenan a “Hot love” en los coros y a “Mambo sun”.
“Televisión” tiene mucho de “Mambo sun” con ese ritmillo glam. La mayoría de estas canciones las he compuesto con guitarra y voz, como siempre, pero ha habido otras que llegaron de otra manera. No quería hacer lo mismo. Soy una persona muy inquieta y me gusta cambiar de fórmula. Además de coger el piano y empezar a componer, también he compuesto otros temas a partir de melodías que tocaba mi chico [Anxel Solana] en la guitarra.

 

Tenías canciones que se quedaron fuera. ¿Eran muchas?
Unas seis o por ahí.

 

¿Y todas iban por el mismo estilo, por el rollo glam?
Las canciones tenían rollo glam y también mucho más rockero, como “Big Bang”. Había un tema más popero, estilo The Jayhawks, que se quedó fuera. También uno más folk… Edu Baos hizo la selección y me pareció curioso que uno de los temas que le enseñé, que era muy León Benavente, no lo escogiera. Le pregunté por qué no lo había seleccionado, si parecía de su banda. Entre risas me respondió que justamente por eso no entraba.

 

¿Qué discos estabas escuchando durante la composición?
Intentaba huir un poco de empaparme con lo que estaba escuchando. Con Lights sí que me empapaba bien de la música americana actual, pero aquí intenté huir un poco de eso y ver qué me salía sin ningún tipo de influencia para que fuera algo muy personal.

 

Pero algún disco escucharías, y se lo dirías a Edu, ¿no?
Sí, sí. Yo le hablaba de discos de PJ Harvey. Sobre todo por el tipo de mensaje, al ser en castellano era mucho más directo y natural, y hacía referencia a discos de PJ Harvey. Incluso en la manera de componer, cuando tenía temas muy luminosos les metía algún acorde menor para dotarlos de oscuridad. También me gusta mucho lo que hace el productor Danger Mouse con los The Black Keys o con Norah Jones. Le aporta al disco un sonido más actual, se lo lleva de las raíces.

 

¿Por eso “Big Bang” suena como suena y por eso esta Anni B Sweet en esa canción?
“Big Bang” es la combinación perfecta entre Edu y yo, donde se ven las dos personalidades. Al principio, cuando se lo enseñé con la guitarra sonaba a Bruce Springsteen, luego acabó siendo más Billy Idol, pero cuando Edu empezó a meter sus cosas se convirtió en King Gizzard. Es una fusión que me parece interesantísima y que se refleja en todo el disco.

 

 

¿Y “Extraña religión”?
“Extraña religión” es mucho más yo. Hay sintes y guitarra, y también un piano. Tiene muchas capas y muchas voces. Ese arreglo se me ocurrió por Hole y su tema “Malibu”. Quería algo concreto, más acústico, con las doce cuerdas y que sonase a Sheryl Crow. Ahí conecto de nuevo con las raíces. Nace casi a la vez que la versión de “Learning to fly” porque es una respuesta a Tom Petty. Igual que con el primer disco saqué un extra que era una respuesta a Dylan, yo tenía una deuda con Petty. Estoy de acuerdo con todo lo que dice en “Learning to fly”, porque cuando empecé a componer “Extraña religión” mi mundo estaba totalmente del revés, como el de Petty en su época.

 

Es una canción con un tono muy alto. ¿Te ha resultado difícil de cantar?
Es la canción más difícil que he hecho en mi vida. Cantarla es muy complicado. Está muy alta, pero quería que estuviera ahí. La letra salió muy fácil, aunque la armonía de la voz fue distinta. Quería un estribillo que llegara y lo necesitaba a esa altura, que pega con volar. En directo tendré que desgañitarme.

 

¿Tratas de ser mejor cantante en cada disco?
En cada disco intento ir un paso más allá para ser mejor cantante. Si te fijas, Home on high es más lineal, más «dylaniano», porque yo no pensaba en cantar, sino en contar historias. Lights, por ejemplo, presta más atención a la voz, y en este voy más allá. Me gusta superarme, me estimulan los cambios, aprender, hacer cosas que creativamente me lleven a otro lado.

 

¿También con el castellano?
Eso es.

 

“Segunda piel” era una adaptación. ¿Hay algún tema que adaptaras del inglés al castellano?
Solo hay una canción que adapté del inglés al castellano: “Déjalo ser”. Las demás son directamente en castellano. Por eso el título, si te das cuenta, es un poco anglosajón («let it be»). Y el final lo hago en inglés. Se ha quedado una fusión angloespañola. Pero todas las canciones salieron directamente en castellano, incluso las que se quedaron fuera. A mí el castellano me estimula a querer escribir en español. Me daba rabia ir de gira con el Loco y saber que no todos iban a entender lo que cantara. Había gente que lo entendía, pero, por ejemplo, al cantar “People”, que tiene un contenido especial, sentía que no llegaba a todos. Menos mal que lo explicaba antes.

 

¿Eso no te hace estar un poco más desnuda?
Sí, pero me encanta. Mucha gente cree que los que escribimos en inglés lo hacemos porque nos da miedo, y en mi caso es mentira. No tengo miedo a nada, de ahí sale Felina. La gente antes conocía una faceta mía, pero mi otra faceta viene de artistas como Bob Dylan, que no tiene miedo a nada, que pueden cambiar y cuyo mensaje no tiene pelos en la lengua. Valoro a gente como Jorge Ilegales, PJ Harvey… Artistas que no tienen miedo al cambio ni al qué dirán. Yo escribía en inglés porque me salía así, por inspiración, y me costaba mucho encajar el castellano en un tema como “People”. Es difícil hasta que te acostumbras.

 

¿Cómo lo hiciste con las versiones de “Iberia sumergida” (Héroes del Silencio) y “¿Qué fue del siglo XX?” (091)?
Ya tenía canciones en castellano. Estaba componiendo más que nunca, en mi época más prolífica, y me daba rabia no poder enseñar nada en castellano, así que empecé a hacer alguna versión que me gustara para que la gente me pudiera escuchar en otro idioma y que el cambio no fuera tan brusco. “Segunda piel” fue una prueba que hice con Ferrán [Pontón] de Egon Soda. Estuvo bien, pero no me veo al cien por cien porque es a cuatro manos. Donde me he mostrado más es en Felina; ahí no hay otro autor.

 

«Pueden decir que ya no me gusta la música americana ni Bob Dylan, pero es justo al contrario: estoy más conectada al espíritu del rock que nunca»

 

Pero me has dicho que había una canción que empezó siendo en inglés, “Déjalo ser”. ¿En qué momento llegó? ¿Estabas componiendo ya en castellano??
La tenía de antes. Tenía la letra totalmente acabada y fue cuando empecé a querer el cambio, al probar con ese tema. La tengo grabada en una demo en inglés y en castellano, incluso a mi entorno le costó asimilar el cambio. Me forcé a mí misma a decir: «Me da igual lo que digan».

 

Recuerdo que en la época de Lights me contabas que cuando terminaste Home on high no estaba contenta, pero la vida te dio una lección. ¿Qué lección fue esa?
Cuando acabé Home on high y escuché el disco no estaba muy convencida. Al hacer Lights volví a escucharlo y me encajó. Los discos son retratos de una época, fotografías que tienen que ser así porque tú eras así, aunque quizá quisieras salir de otro modo o más guapa. Home on high es el retrato de una época más oscura, canto más cansada… Pero ¿cómo no estarlo? Trabajaba en una tienda once horas, salía, me pagaba yo misma el disco y lo cantaba de resaca. Fatal. Así que al escucharlo después sentí que la vida me había dado una lección: «Nunca prejuzgues un disco». Me he descubierto más a mí misma. Como hablábamos al principio, Felina ha sido como Home on high: la música me ha servido de salvavidas en épocas muy complicadas para mantenerme a flote.

 

Pero aquí, en lugar de cantar cansada, lo haces arañando.
Aquí es donde nació “Big Bang”. A partir de “Big Bang” ya salieron todas las canciones y luego “Finale” y todo el hilo conductor de Felina y ese personaje del relato que tiene toda la historia detrás. De repente salí a la luz y fue como un renacer. Cogí una casa en el Pirineo y me puse a escribir. Me aislé antes de la pandemia.

 

Y aprovechas la pandemia para hacer canciones…
Aproveché la pandemia para acabar canciones que tenía a medio hacer y no sabía si iban a entrar o no. Mejoré letras, escribí el relato de Felina… Coincidió con mi renacimiento. Comencé a ser otra. Ya no estaba en la mierda. Empecé una época de escribir y no parar, se hizo la luz gracias a varias personas que me echaron una mano. En 2018 no me salía nada, pero hice clic y empecé a componer de cero a cien.

 

¿Cuántas canciones de esas sesiones, por así decirlo, han terminado en este disco?
2018 es la época que no compuse nada. Había cosillas por ahí, tenía melodías que luego fueron canciones, pero estaba en una época muy complicada. Fue salir de eso y empezar a componer como una bestia. A finales de ese año y todo el 2019 compuse Felina, hablando de lo que me había pasado, de todo lo que había vivido.

 

¿Cómo montas ese puzle de tu vida en el que te han sobrado tantas piezas?
Las que hemos seleccionado cuentan bastante. Lo demás no sé si entrará en lo siguiente. Está por ver, porque al final no sé cómo voy a conectar con esto, porque son cosas ya pasadas. Es curioso cómo es la mente, de estar que no te sale nada, porque estás muy mal, a tener de repente una chispa.

 

Los bloqueos creativos son jodidísimos.
Sí, no hay término medio. Ha sido un poco catártico para mí. Todo el disco habla de las cosas que sentía en esa época, pero que no podía contar.

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