Músicos en la sombra: Vicente Climent, las baquetas que han acompañado a Serrat, Ríos, Calamaro y Auserón

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“Hice cuatro giras con Santiago Auserón, y las cuatro fueron maravillosas: un trato exquisito, acompañado de músicos de primera fila, con un cuidado muy especial. Santiago te llama a tu casa y te pregunta qué quieres en el camerino”

 

Se dio a conocer con el grupo alicantino Mediterráneo y desde ahí ha seguido una trayectoria que la ha llevado a tocar la batería para Serrat, Miguel Ríos, Calamaro, Santiago Auserón, Pedro Guerra o Ismael Serrano, entre muchos otros. Además ha participado en la grabación de decenas de discos. Arancha Moreno nos presenta a Vicente Climent.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Músico precoz donde los haya, a los trece años este alicantino ya estaba sentado a la batería de su primer grupo, con el que giraba mucho antes de cumplir los dieciocho. Tardó poco en hacer las maletas y viajar a tocar con bandas de jazz, y acabó acompañando a grandes figuras del género, como Jorge Pardo, Blady Blass, Pedro Iturralde… Y del jazz pasó al rock, y a la canción de autor: en su nómina están desde Andrés Calamaro o Miguel Ríos hasta Santiago Auserón, Pedro Guerra o su sempiterno Ismael Serrano, ya que milita en todas sus grabaciones. Lo suyo no son las fechas, pero sí las baquetas: Vicente Climent ha vivido cuatro décadas detrás de la batería, y ha golpeado los platos en miles de canciones que pueblan nuestras estanterías de discos. Le invitamos a contarnos su historia con detalle en un café de Madrid, donde se acomoda rápidamente a relatar su historia, a hablarnos de su última gira con Serrat y la actual con Pasión Vega, y del disco que está preparando.

 

Fuiste un músico muy precoz, porque a los trece años ya tocabas la batería en un grupo. ¿Por qué te interesó, siendo tan niño?
Mi madre era bailarina profesional, por aquella época ella tocaba el piano, y yo toco la batería y el piano. Tuve la suerte de tocar con un grupo grande, años más tarde se llamó Mediterráneo. Luego hice una prueba, cuando había que sacarse un carné de músico en el escenario.

 

Explícame esto, ¿qué era eso del carné de músico?
En la época de Franco había un carné de variedades. Te hacían una pequeña prueba en un escenario, en mi caso porque era menor de edad, y con este carné ya pude salir de España. Primero con una compañía de revista de dudosa moral, y luego con cantidad de cosas.

 

Me llama la atención que te interesaras por el jazz desde tan joven.
Por lo que siempre tuve interés fue por la música negra. Escuché a Michael Jackson y siempre me gustó, me tiré muchos años queriendo ser negro. Vine a Madrid con un señor que quería lanzar a su hija. Fui a una tienda de música, en la calle Leganitos, y puse un cartel en el mostrador para ofrecerme como batería. Mi amigo y gran artista Javier Paixariño pasó por allí, y el de la tienda, que no me conocía casi de nada, me recomendó. Nos vimos, fuimos al Bombardino, un club de jazz que había aquí, me invitó a cuscús y hubo tan buen rollo que al día siguiente yo estaba en el conservatorio de rock de Ópera con una maleta, dispuesto a la aventura total.

 

Así que te lanzaste al jazz animado por terceros.
Javier Paixariño quería tocar jazz, yo no sabía, pero hice una prueba y me quedé. Me fui a vivir a Málaga. Fue una maravillosa época de mi vida. Luego me fui a la mili a Canarias, y toqué con la big band de Luis Vecchio, y actué en el primer festival de jazz de las Palmas, y después en Tenerife. Luego me fui a Ginebra, al restaurante Maxim, me llamó Javier Mora, un gran pianista que ahora trabaja con Santiago Auserón. Y en Madrid, Pepe Sánchez, batería histórico, me llamó para sustituirle con Blady Blass en el Whisky Jazz. Empecé a tocar con unos y otros y me tiré ocho o diez años tocando jazz. Luego un amigo me llamó para tocar con Sergio y Estíbaliz, y a partir de ahí he tocado o grabado con un puñadito de gente.

 

En tu etapa jazzística también has tocado con Jorge Pardo, Pedro Iturralde, Lou Bennett… ¿Fue en esos primeros años, o has vuelto al jazz después?
Con Pedro Iturralde solo toqué una vez, una sustitución en el Café Arenal. Con Lou Bennet sí toqué más. Ahora la gente ha evolucionado mucho, yo no estoy en ese terreno para nada, es un lenguaje avanzado. Me relaciono muy de vez en cuando, en ese circuito no estoy.

 

Tu versatilidad te ha llevado a otras músicas: rock y canción de autor, principalmente.
Durante años toqué con Pedro Guerra, Aute, hice el disco en directo de Silvio Rodríguez, algún tema con Caetano Veloso… He grabado en todos los discos de Ismael Serrano, salvo un directo. Me ha llegado a decir que si no me llama a lo mejor le da mala suerte. Con Santiago Auserón también estuve tiempo, en la época de Juan Perro. También hice la gira de ‘Flaca’ (“Alta suciedad”) con Calamaro. Luego me fui con Pedro Guerra y entró con él José Bruno.

 

¿Y qué tal te fue trabajando con Andrés Calamaro?
Es muy curioso. Calamaro puede ser un tío políticamente incorrecto de cara al exterior, pero a mí me trataba maravillosamente. Es un tío generoso para los suyos, listo, sensible… Nunca con arrogancia en lo personal. Eso es difícil de manejar en un artista. En esa línea, Santiago Auserón también tiene un trato exquisito hacia los músicos.

 

Así que Santiago Auserón también cuida mucho a sus músicos.
Sí, y los dos son tíos fieles.

 

Es curioso, porque Calamaro y Auserón, a bote pronto, proyectan dos imágenes muy diferentes.
Santiago es más cerebral, es generoso. Esos sí que han bregado con muchos. Es más fácil que te encuentres a alguien como ellos que no crea en ti. Los dos, de cara al terreno que manejan, de las entrevistas, son más distantes, se controlan, te ocultarán cosas no porque no confíen en ti, sino para que no metas la pata tú. A veces ser sincero cuesta trabajo. Hay un montón de gente que son buenos tipos, y otros que son buenos tipos pero insoportables. Una de las cosas que más tiene que combatir un artista es estar acostumbrado a que le sigan la corriente.

 

Ya que hemos empezado a establecer paralelismos, sigo preguntándote a dos bandas. ¿Cómo ha sido trabajar de batería con Auserón y Calamaro?
Genial. Con Santiago excelente, no tengo ninguna pega. Hice cuatro giras, y las cuatro fueron maravillosas: un trato exquisito, acompañado de músicos de primera fila, con un cuidado muy especial. Santiago te llama a tu casa y te pregunta qué quieres en el camerino. Calamaro tiene más la mentalidad del rock and roll, es más Rolling Stone. Trata bien, comemos bien, vivimos bien, y el mundo más rockero, que no tiene que ver tanto con el de Santiago.

 

Y eso, traducido a tu trabajo, ¿cómo se explica? ¿Qué te ha pedido cada uno, y cuál ha sido tu papel?
Donde he ido he sido simplemente quien soy, y he tocado como soy. Es una gran suerte. No recuerdo que nadie me dijera que fuera por otro lado. Bueno, salvo que sea una grabación concreta, y Santiago quisiese orientarlo hacia un lado u otro. En el directo, en la energía, tanto Santiago como Calamaro o Pedro Guerra se alimentaban de lo que les daba. Si lo que tocas mola y está dentro de la lógica de lo que quieren, pues ya está. También con Miguel Ríos, grabé con él “Miguel Ríos y las estrellas del rock latino”, y “60 mp3”, disco que producía John Parsons, gran guitarrista y una bellísima persona. Con Miguel Ríos tocamos una formación irrepetible. En los grupos lo que importa es la química.

 

Así que aquella gira con Miguel Ríos era como el “dream team”, el equipo perfecto. ¿Quién lo formaba?
Había mucha química en ese grupo y en esa gira. Estábamos Paco Bastante al bajo, Ricardo Marín a la guitarra, Tito Dávila al piano, Cristina Narea a las voces, John Parsons a la guitarra y a la dirección musical y yo a la batería. Desde entonces, todo lo que tenga un toque rockero me encanta.

 

¿Esa banda rodaba ya cuando te incorporaste, o se formó para esa gira?
Se formó para la gira del “60 mp3”. Ya que hablamos de la interacción de los artistas con los músicos, Miguel Ríos es muy cercano al músico, necesita del músico, necesita sentirse arropado, lo vive.

 

“Serrat es un artista duro, fuerte, exigente, la relajación no cuenta, es mejor no tener un mal día. Él no se permite tener un mal día, es una estrella, con un control de todo lo que se mueve alrededor”

 

Me hablabas antes de Serrat, ¿le acompañaste antes de embarcarse en la gira actual?
Sí, en el disco sobre Miguel Hernández, maravilloso trabajo, en el que están los tres arreglistas que más admiro. He tenido el gran regalo de conocer a Ricard Miralles, el director musical, y hacer una amistad encantadora. Me ha enseñado muchísimas cosas del mundo y he tenido su apoyo. Me llamó Josep Mas «Kitflus», y cuando me llamó me emocioné. Es el otro teclista, que también ha producido discos de Serrat. Llevar una gira así era la hostia, primero estaba el arreglista del disco, Joan Albert Amargós, maravilloso, que llevaba la parte del disco de Miguel Hernández; luego entraba Kitflus, que hacía la parte de los grandes éxitos, y luego seguía Ricard Miralles, que lleva cuarenta o cincuenta años con él. Tocas tres tipos de arreglos, para un músico es un pelotazo.

 

¿Y cómo es trabajar “a espaldas” de Serrat, desde el fondo del escenario?
Serrat es un artista duro, fuerte, exigente, la relajación no cuenta, es mejor no tener un mal día. Él no se permite tener un mal día, es una estrella, con un control de todo lo que se mueve alrededor. Es una megaestrella y lo notas cuando tocas con él. A los artistas los captas cuando estás tocando.

 

Ahora gira con Sabina, ¿crees que volverás a tocar con él la próxima gira?
Si te soy honesto, cuando termino un trabajo no me hago ilusiones de nada. Si me preguntas si me gustaría volver, evidentemente me encantaría repetir una experiencia de ese calibre, pero soy muy tajante en intentar controlar mis emociones. He tenido mucha suerte toda la vida. Mi manager es la Virgen María.

 

¿Has tocado mucho fuera de España?
Con Serrat he viajado mucho, con el que más. También viajé con Cómplices a México, Cancún… Fue maravilloso, con Teo [Cardalda] no existe la fricción. María y Teo son fantásticos, Sí, me llamó Billy Villegas [bajista]. Teo es la hostia, con Teo no existe la fricción, me dejaban tocar… Muchas veces he sido “el excursiones”, hasta me llevé arrastrando a Pedro Guerra a Acapulco, y al volcán de Santo Domingo, a unas cataratas, fue una experiencia inolvidable. Con Santiago Auserón fui a EE.UU., hicimos Los Ángeles, Chicago, Nueva York… Fuimos con Enrique Bunbury, íbamos los dos grupos juntos, compartíamos escenario, pero cada uno llevaba sus músicos. Tocamos en el House of Blues de Los Ángeles, un lugar emblemático, y eso mola.

 

¿Qué sensación te llevaste de los músicos estadounidenses?
Hay detalles menores que me gustan de los americanos. En aquel tiempo tenía una batería, de un modelo y un color concreto. Cuando hice el «rider», puse el modelo y el color que utilizaba, y en las tres ciudades tenían el mismo «set». Es interesante ver cómo funcionan los locales, los «backliners»… Tienen mucha experiencia. Aunque en España hay personal absolutamente cualificado, hay músicos maravillosos.

 

Hablando del panorama de los músicos españoles, ¿cómo ves a las nuevas generaciones de bateristas?
Lo tienen aparentemente más difícil para “tocar con”, el terreno está más o menos cogido, se va renovando pero cuesta. Hay mucha gente con mucho poder técnico, lo único que veo en algunos es que, como no tienen oportunidad de tocar con gente, cuando tocan con alguien están pasando cosas cada dos por tres, y se desubican. Debería haber más posibilidad de que la gente pueda tocar y desarrollarse, no hay nada como tocar en grupo para aprender.

 

Hablas desde la veteranía, porque llevas ya unas cuantas décadas trabajando…Y con muchos músicos.
Soy muy malo para las fechas. Es mejor no hacer cuentas, las cuentas solamente están para romperlas. Creo que con Marcelo Fuentes es con el músico con el que más he tocado, cuando volví de Suiza tocamos con Bernardo Bonezzi, y el destino ha querido que estuviéramos en muchas etapas: Aute, Pedro Guerra, Esclarecidos… Yo era parte del grupo en Esclarecidos, y a raíz de ahí también grabé algún disco con Suso Saiz.

 

Ahora estás trabajando con Pasión Vega, ¿te deja soltar las riendas?
Son riendas sueltas pero controladas. Está el director musical, Jacobo Sureda, un grande de verdad, un tío con un oído más desarrollado de lo habitual. Sus comentarios son muy constructivos, su padre era batería y nos entendemos en ese concepto. Pasión Vega es una tía muy interesante, con un tempo impresionante. Ante cualquier dificultad tienes un sitio donde agarrarte. Si tienes dudas, o te vas a caer, ella va a entrar en el sitio exacto, llueva o truene. Lo peor que hay es un cantante que se deje abatir por la inseguridad, porque entonces se convierte en algo insoportable.

 

En cuanto al trabajo puro y duro, ¿hay que salir a tocar muchas más noches que antes?
Ahora que la crisis está instalada, el artista que funciona es generalmente el que tiene algo en Sudamérica. Aquí los ayuntamientos no contratan, y el artista se ve obligado a pagar a todo el mundo, y a lo mejor van doscientas personas, en vez de las dos mil del año pasado. El problema de esto es que no alimentamos el concepto cultura, el amor al arte. En Buenos Aires también pasan hambre, pero hay cuatrocientos teatros. Hay gente que ha ido a ver a Serrat al teatro Gran Rex y ha comprado su entrada a plazos. Los Rolling Stones empezaron allí su gira, en el River Plate. Llenaron cuatro estadios todos los días, y un quinto con Bob Dylan de telonero.

 

¿Qué otras cosas has hecho últimamente?
He grabado con Tomatito, junto a Alfonso Pérez, José María Colina y en la producción Josep Salvador, hemos grabado un tema de Pat Metheny maravilloso. También acabo de grabar en el disco de mi admirado colega Pedro Barceló con su grupo Sweet Wasabi, placentera experiencia donde las haya.

 

¿Y en qué estás trabajando ahora?
Sigo trabajando en mi  disco, con colaboraciones importantes como la de Antonio Serrano, Jorge Pardo, Josep Mas «Kitflus», Cristian Howes, Roman Filiu, Alfonso Pérez, Jacob Sureda, Israel Sandoval, Javi Pedreira, Paco Bastante, Tony Cuenca, José Ramón Abella… Y con la inestimable colaboración de mi admirado Pepe Milán en la producción. Solo falta mezclar y masterizar. Además tengo un trío, Local 51, junto a Jacob Sureda y José Ramón Abella. También imparto algunas clases y participo en clinics de Tama, Zildjian, Remo y Korg.

 

Pareces un tipo muy afortunado…
Soy afortunado, sí. Soy un tipo poco creído, me ha ido bien sin intentar nada. A lo mejor si ahora tocara saber venderse no sabría hacerlo. Me gusta que cuando me llamen sepan un poco quién soy y me quieran. Si es así y yo lo noto, hay bastante ganado.

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