Ismael Serrano y la memoria

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“No digo que sea un nostálgico, pero sí soy una persona quizá obsesionada con la memoria”

 

Hace unos meses, Ismael Serrano decidió celebrar su vigésimo aniversario en la música grabando un disco en directo, titulado “20 años. Hoy es todo”. Sobre este disco, y todo lo que le rodea, habla con Chema Domínguez.

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

 

Entra en escena, posiblemente a medianoche, con luna llena, descubriendo poco a poco todos los objetos tapados en un desván. Todos menos uno, que descubrirá después de que suenen las cuatro y diez. Así comienza «20 años. Hoy es todo», así empieza el deuvedé que junto a dos cedés más recoge con todo lujo musical y escénico los primeros veinte años de trayectoria de Ismael Serrano, un caso único en la canción de autor, en la música, precisamente, de estas dos últimas décadas. Para compañeros como Pedro Guerra, referentes como Aute o Sabina, entre otros muchos, aplicar aquello de que veinte años no es nada es imposible. Tal y como afirma el propio Ismael en algún momento, «la vida sin música es un etcétera».

 

Cuando publicas «Atrapados en azul» (1997) tienes 23 años. ¿Cómo te ves reflejado en este directo dos décadas después?
Me reconozco, reconozco al chaval de veintitrés que editó aquel primer disco. Me enorgullece defender las canciones de ese primer disco de manera clarísima y rotunda, para mí siguen teniendo vigencia. Sí me gustaría pensar que con todo este tiempo me he liberado de unos ciertos prejucios desde el punto de vista musical, de una cierta rigidez a la hora de abordar las producciones, de abordar el ejercicio de composición. Que me he despojado de esa cierta arrogancia con la que inevitablemente uno empieza, porque cuando eres joven crees que tienes todas las respuestas, y como sientes que es tan hostil la industria, como mecanismo de defensa acabas encerrándote en una coraza donde pagan justos por pecadores. Porque están los que te aconsejan desde un lugar, con una frivolidad absoluta o muy superficialmente, y luego gente que te aconseja desde otra perspectiva, desde una mirada artística honesta, veraz y demás. Ves tan hostil el territorio de la industria musical que acabas construyéndote una coraza y decides seguir tu camino, te cierras y te vuelves casi un purista en lo tuyo. Que está muy bien, yo creo, porque de otra forma no hubiera llegado a donde estoy, haciendo lo que me gusta y teniéndolo tan claro. Luego uno se despoja de esa arrogancia y eso te permite tener más grados de libertad, creo que tu universo se expande cuando eso ocurre, tu universo musical. Es algo natural que tiene que ver con el crecimiento personal.

 

¿De ahí surge grabar el directo para celebrar estos veinte años, para comprobar cómo han crecido las canciones?
Por eso también quería grabar un disco en directo, porque quería plasmar todo ese aprendizaje en cuanto a los arreglos, la revisión de los temas, en cuanto a las versiones que hacemos y demás, tratando de llevarlas a mi territorio, a mi forma de entender la música, mi forma de interpretarlas. Si escuchas «Atrapados en azul» y escuchas este disco entiendes la evolución, el camino que he seguido, y reconoces claramente a aquel Ismael Serrano de veintitantos años que empezaba en esto.

 

Además, hay cuatro nuevas canciones: ‘Nieve’, que sirvió como adelanto, ‘Agua y aceite’, ‘Ven’ y ‘Busco una canción’. ¿Con ellas sigues planteando un camino nuevo, de búsqueda?
Sí, sobre todo era una cuestión, no tanto estilísticamente, pero sí en cuanto a los contenidos. ‘Ven’ habla sobre el paso del tiempo, que es una de las obsesiones recurrentes en toda mi música, la fugacidad de las cosas, el empeño por rescatar del paso del tiempo lo vivido, de rescatar del olvido ciertas sensaciones que uno no quiere que se pierdan. Y como dice la canción, «es que a mi el olvido no se me da bien». No digo que sea un nostálgico, pero sí soy una persona quizá obsesionada con la memoria. Por la memoria hay que decir la memoria personal, ni que decir tiene la colectiva, pero sobre todo la memoria de dónde vengo, quién he sido, cuáles son mis deudas, qué es lo que quería y qué es lo que quiero, qué he conseguido. ‘Agua y aceite’ es una canción escrita por mi padre, forma parte de esa tradición de canciones en mi discografía cuya letra está escrita por él. ‘Nieve’ es una canción de amor que me apetecía mucho escribir, que también creo que marca una evolución, tiene ese estribillo hacia el cual tiendo últimamente que se abre de manera muy épica, estoy en ese punto musicalmente.

 

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“No es solamente el miedo a envejecer, no es negarse a crecer. Es el hecho de perder cosas lo que impone la fugacidad del tiempo, como si todo fuera sustituible”

 

Y ‘Busco una canción’ trae más novedades.
‘Busco una canción’ es un acto de osadía absoluto. Esto no es hip hop exactamente, no estoy rapeando tanto como estoy diciendo, como estoy contando, pero me parece que a veces el hip hop es excesivamente autorreferencial y muy complaciente, y esto pretendía rebatir un poco esa actitud autocomplaciente y hacer un ejercicio de crítica y de autocrítica, de buscar la canción definitiva que nos trasciende, que resume un poco el espíritu general del disco, el hilo argumental que tiene todo el deuvedé, que es la búsqueda de una canción, de esa canción que está por escribir y que define al final, yo creo, la carrera de todo artista que está buscando, no sé si esa canción definitiva, pero si una voz propia y un universo propio que le defina y que le distinga.

 

Ahora que lo citas, en el deuvedé hay una apuesta por teatralizar al máximo el concierto, apostando al mismo tiempo por una variedad musical que exige cuerda, exige metales, guitarra eléctrica, percusión, teclados… y están ahí sin ser vistos. ¿Quiénes habéis llevado las riendas de la producción artística, dónde se ha grabado?
De nuevo lo coproduzco con Jacob Sureda, con quien lo vengo haciendo en los últimos trabajos, y luego están músicos con los que ya he trabajado, y algunos por primera vez como Paco Bastante al bajo u Osvi Grieco en las guitarras. En la batería está Vicente Climent, que ha estado en toda mi discografía, y en las percusiones El Pana, Juan Carlos Melián, que también estuvo en «La llamada» y otros discos. Luego hay una sección de viento, de cuerda y demás, pero esta es la base del grupo. Lo grabamos en un teatro en Rivas, por una cuestión circunstancial: necesitábamos un teatro que tuviera muchas varas y que tuviera espacio. Hubo varias incidencias con la compañía porque en un principio ellos iban a manejar la producción, y de repente se vieron superados por el montaje que era muy ambicioso y nos pasaron la pelota a nosotros, a la oficina en el último momento. Tuvimos que encontrar un teatro y, bueno, Rivas es un buen teatro que técnicamente reúne todas las condiciones, aunque no tenía toda la caja escénica que necesitábamos.

 

¿Es el Pilar Bardem?
Es el Pilar Bardem, sí, que tiene una caja escénica en cuña que no era fácil para lo que nosotros proponíamos, pero finalmente ha quedado muy bien. Es una estética casi de musical, es un desván en el que hay un hilo argumental en el que yo hablo con una rosa, la voz de la rosa es Rozalén, que me sirve como excusa para hacer el repaso de toda mi discografía y hacer repaso de canciones antiguas. En ese diálogo busco una canción que no sé si he perdido, si he olvidado. Me gusta mucho, cada vez más, dar un carácter teatral, y aquí lo tiene mucho porque se desprende casi esa estética musical con la banda tocando en el tejado, y yo buscando en ese desván esa canción.

 

En ese desván también recuperas ‘Y sin embargo’, ‘Las cuatro y diez’ y ‘Ojalá’. Sabina, Aute y Silvio respectivamente. Además de influenciarte, reivindicas a canción de autor y la figura del cantautor, que es de una importancia fundamental y objetiva en la música.
Reivindico el género, reivindico la etiqueta por más que se la pretenda estigmatizar, porque representa una tradición que ha hecho una aportación incuestionable a la música popular y a la música, como tú indicas, sobre todo en castellano. Creo que es innegable la aportación que han hecho desde todo punto de vista, no solo desde el musical, sino también por el compromiso con la realidad en muchos aspectos, y yo lo reivindico con orgullo. Me siento continuador, sobre todo deudor, continuador no sé porque habría que ver si uno está a la altura, pero sí deudor de toda esa tradición. Cantar estas canciones es el reconocimiento de esa deuda, y me divierte mucho. Empecé cantando versiones cuando empezaba con mi primer grupo en el barrio, y lo sigo haciendo en mis conciertos porque me divierte muchísimo, me relaja más que cantar mis propias canciones. Uno se pone menos a prueba, y me gusta también llevarlas a mi territorio, no hacer una versión tan fiel a la original.

 

 

Y hay más.
‘Aguas Abril’ de Luis Pastor, homenaje para él. Y ‘Spaghetti del rock’, que es una canción del grupo argentino Divididos, uno de los grupos de rock más emblemáticos de los últimos tiempos. Nació de una forma muy natural: es una canción que ya conocía, pero un día cantando en Rosario escuché desde fuera de un garito que estaban cantándola un grupete de chavales y todos celebrando entusiasmados, tarareando la canción y me dio muy buen rollo, me transmitió energía. Además que es una canción dentro del universo ‘stoniano’ del rock argentino que tiene un toque ‘beatle’, siempre también con esa letra que tiene ese punto hermético y psicodélico. Y finalmente ‘Todo cambia’. Estuve dudando si ponerle al disco ese título porque resumía un poco lo que quería transmitir. Es decir, había como un doble espíritu en el disco, por un lado el hecho del hoy es siempre todavía, aún hoy conservo los sueños, las ilusiones, tenemos las energías de antaño, siempre es un volver a empezar. Pero por otro lado también todo cambia, he crecido y creo que reconocer que uno ha crecido es saludable, reconocer el paso del tiempo, porque cuando combato el paso del tiempo no combato tanto… no es el miedo o no es solamente el miedo a envejecer, no es ‘peterpanismo’, negarse a crecer, sino es el hecho de perder cosas, lo que impone la fugacidad del tiempo, que es como si todo fuera sustituible de alguna manera.

 

Nunca interpretas la misma canción dos veces, igual que no te puedes bañar dos veces en el mismo agua del mismo río.
Totalmente, por eso también decidí grabar un disco en directo así, porque es verdad que tiene una energía muy diferente porque hay un receptor, que era algo a lo que yo apuntaba cuando titulé aquel directo «Principio de incertidumbre» (2003), que hacía referencia a ese principio de la física en que el observador influye en la muestra que está investigando, por el mero hecho de observar te conviertes en parte del experimento. Y con la música pasa lo mismo cuando hay un receptor, con el canal que se establece la información va en una dirección pero en ambos sentidos, y eso le da un carácter especial al directo. Aparte que quería plasmar también ese empeño de darle una puesta en escena, de estar, siento que estoy, que interpreto de otra manera, a mi me encanta como he cantado porque no corro, sino más bien voy a tiempo y disfruto del tempo de las canciones, del groove, que al cantautor a veces le falta ese punto de groove. Creo que este disco tiene mucho groove y trato de caminar con el cantando, y la mejor manera de demostrarlo es a través del directo.

 

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Citabas tu primer directo publicado, «Principio de incertidumbre», la actualidad es «20 años. Hoy es siempre», y falta otro ‘en vivo’ más «Un lugar soñado» (2008).
Con «Un lugar soñado» ya empezaba a hacer unas puestas en escena teatrales y me apetecía mucho dejar constancia de la gira que estábamos haciendo. Pero en este caso es un disco preparado para grabar en directo, quiero decir, porque a veces los directos son mirados como una excusa promocional o comercial…

 

Para cubrir un espacio entre dos discos de estudio.
Claro, y este no es el caso. Son nuevos arreglos, son más revisiones, nuevas canciones, es una puesta en escena muy diferente y por eso estaba empeñado en que este disco se grabase en directo.

 

Volviendo a la canción de autor, a su vertiente más crítica, ¿crees que le ocurre como a Casandra, aquel personaje mitológico que usaste para una canción, tocada por la adivinación pero con el peso de la condena de no ser nunca creída?
Se te puede acusar de fatalista, de derrotista, como si dijeras las cosas que nadie quiere escuchar, como efectivamente le ocurría a Casandra. Y queda un tanto soberbio, además, decir eso de «éramos capaces de señalar el problema, adelantábamos la catástrofe», pero bueno, la música tiene también eso. El cuento dice que es un niño el que señala al rey desnudo, bien podría ser un músico también, que es su obligación revelar la verdad, no la verdad revelada, no en mayúsculas desde el punto de vista rotundo, religioso y dogmático, pero sí revelar un poco, hacer la crónica social y sentimental del mundo que te toca vivir, que es lo que siempre han hecho los juglares. El noticiero de la Edad Media era la crónica del juglar, de la misma forma que hablaba de las historias de amor y las grandes historias llenas de magia y de épica, también hablaba de lo que ocurría en la corte, de las intrigas y demás, porque tenía esa parte periodística que, para mi modo de ver, sigue conectando la canción de autor un poco con el periodismo a día de hoy.

 

 

Desde el principio el público te ha apoyado con éxito tanto en España como en Latinoamérica, y es un público realmente variado. ¿Cómo definirías a tu auditorio?
Yo me hago esa misma pregunta y no tengo ni idea, no lo sé, no sé qué tipo de público es, no sé si es un público de mi edad… Creo que hay gente también muy joven, hay gente a lo mejor mayor que yo que ha crecido escuchando de la generación de mis padres, que tenía sus referentes muy claros y también me escuchan a mí, no lo sé. La verdad es que para mi es una incógnita.

 

Si compras una canción tuya en iTunes o la quieres escuchar en Spotify, como artistas relacionados aparecen bastantes nombres de otros géneros como rock y pop, y de diferentes décadas, por ejemplo, Los Secretos o Rubén Pozo, además de Aute o Rozalén, más afines. En cualquier caso, amplitud de miras.
Me encanta, porque Los Secretos es un grupo con el que yo he crecido. Y es que el público es mucho más plural de lo que le presuponemos, y es capaz de escuchar reggaetón en un momento dado y en otro canción de autor, y en otro momento algo más rockero, hay momentos para la evasión y hay momentos para la reflexión. Por eso hablar de qué público tiene uno, qué público cautivo, es difícil, más aún con esa sensación que uno tiene de que con cada disco es casi como volver a empezar, es recordar a los que te habían oído antes que sigues ahí, que sigues escribiendo y que sigues haciendo cosas nuevas, y conectarte con un público nuevo. Este disco a lo mejor me puede permitir eso. Muchas veces tengo la sensación de que el ‘hater’ habla de ti sin haberte oído cuando dice «es que todas las canciones son iguales», y no se ha tomado la molestia de escucharlas como parte del prejuicio. Este disco permite aproximarse a mi música, y sobre todo a mi música tal y como la entiendo yo ahora.

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